—Ellos quieren que los veamos de nuevo en algún momento... —musitó inseguro. Agnes alzó un poco las cejas con una mirada incrédula. —¿Cómo dice? —inquirió alzando aún más las cejas, casi poco confiada en eso. Ante lo cual, él frunció la boca y arrugó el entrecejo en una nueva mueca. Le costaba hacer el comunicado de lo que le habían propuesto. —Me han llamado para decir, que esperan vernos otro día si disponemos de el tiempo para hacerlo. —Oh… Ya veo, ¿y entonces? —Primero pregunto —respondió entrecerrando un poco sus ojos—, antes quiero tu opinión. —Él esperaba saber su respuesta, su veredicto vendría según la aprobación que diera ella al asunto. —¿Mi opinión? —No es necesario aceptar por obligación. Está en tu decisión, verlos antes era porque se conocieran, pero no hace falta que nos veamos con ellos todas las veces si no quieres hacerlo, si quieres rechazar, puedes decir que no. —Bueno… —Se frotaba el dedo índice en la barbilla mientras lo pensaba con detenimiento.
—Así que quieres que sea tu cómplice. —Elevó una ceja sin perder el gesto de desconfianza que mantenía. —Piénselo mejor, si me ayuda esta vez, pueda que le deba un favor —sonrió con cierto aire de malicia. Herman parecía considerarlo, algo lo hacía debatir internamente si debía acceder o negarse—. Pienso en ir a algún lado esta noche y que además los invitemos a ellos para aceptar su propuesta, que se encuentren con nosotros, ya les hicimos el favor una vez, esta vez es turno de ellos aceptar una nuestra..., »pero claro, los planes de hoy en la noche los voy a estar dirigiendo yo por esta vez. Así que espero que ellos no vayan a rechazar la invitación. —Él se percató de nuevo de la evidente malicia con la que ella sonreía al comentarlo, no salía nada bueno cuando una mujer tenía esa expresión en el rostro. —¿A dónde quieres ir ya que diriges tú? —No estoy segura aún, es decir, tengo mis opciones, pero aún no escojo cuál. —Sacó de su bolsillo la guía de turismo en donde había
Se distrajo en sus pensamientos y sus ojos se centraban únicamente en ver esa alianza, la que desde entonces no se había quitado y la trataba con cuidadoso recelo. Después de un instante se llevó los dedos hacia sus labios y los rozó con ligereza, para después sentirse agitada mientras trataba de cambiar de pensamientos y un resurgido disgusto ocupaba el lugar de lo que antes tuviera en mente. —Ni de broma voy a pensar en eso, es su culpa que estemos aquí para empezar —recalcó con enojo, pero sin embargo aún podía sentir el golpeteo de su corazón alzando rápidamente en su pecho—, él nos trajo aquí y ni si quiera me dejó negarme, yo quería disfrutar mis vacaciones en casa. —Miró hacia una ventana y pudo ver cómo descendía el crepúsculo—. Aunque, no niego que aquí las noches son bonitas y el cielo más claro. Permaneciendo inclinada sobre la mesa, se recargó en el codo para apoyar su mentón en una de sus manos y ver hacia afuera, contemplando con distracción que se empezaban a
Meneó la cabeza y se dirigió nuevamente una respuesta a modo de orden para sí misma. —No es momento para dudas, esto se trata de cobrarme lo que esa mujer me debe, esa bruja... Alto, no es momento para eso, después, después —enfatizó mientras se llevaba una mano al pecho para respirar más tranquilamente, pensar en su enojo había logrado agitarla. Estando más calmada, salió para encontrarlo esperando en la sala, con su traje negro y corbata, y una camisa color vino. Al aparecer ante él sintió cómo la recorrió con la mirada, de pies a cabeza y deteniéndose en el escote de su vestido. Ella lo miró con enfado, pero él fue indiferente ante eso, apreciaba que la poca exposición del vestido le sugiriera la vista hacia el pecho de Agnes. Lo hacía resaltar y no dejaba mucho para esconder. —¿Nos vamos o se va a quedar toda la noche mirando con la boca abierta? —Se cruzó de brazos con una mirada de recelo, él no le respondió y solo sonrió al señalarle para que lo acompañara mientras se
Ella se angustió y se percató de cómo su respiración se aceleraba haciéndola sentir ahogada por los nervios. Herman apretó suavemente un poco más arriba de el medio de su muslo antes de volver a hacer bajar su mano y acercarla esta vez hacia su rodilla. Agnes sentía que le estaban empezando a dar calambres en las piernas por mantenerlas tensas al estarlas presionando. Él se dio cuenta y afirmó su agarre más cerca de la rodilla esta vez, sintiendo cómo temblaban un poco. El vaivén se prolongó unos minutos hasta que él se aventuró a llevar su mano más arriba, esta vez con sus dedos pasando por debajo de la tela entre la separación que el vestido tenía y dejaba expuesta la pierna de Agnes. Ella se asustó y trató de cerrarlas otra vez, pero la mano de Herman siguió hasta encontrarse con el final de la abertura en el vestido y trató de ir más allá para levantarla un poco y llegar más lejos. Hacía su mejor esfuerzo por resistirse con temple de hierro, pero sabía que no iba a poder
Herman la miró extrañado mientras pensaba antes de dar una respuesta. —Lo que digo es que por cómo reaccionas me resulta extraño, te muestras inquieta e insegura ante cualquier avance y en algunos casos rechazas todo con demasiada fiereza, pero casi no le das importancia cuando se trata de algo más ligero, es como si esperaras que insistiera, pero te diera pavor que lo hiciera. Eso hace que me cause intriga. —¿Y esa intriga fue lo que le dijo que me estuviera metiendo la mano por debajo del vestido?, ¿acaso eso le dio permiso? —objetó desconfiada. —Todas las personas alguna vez llegaron a tener esa necesidad de contacto íntimo y carnal con alguien del sexo opuesto y contigo no debe ser la excepción. Así que ahí encuentro una vez más esa pregunta, ¿hace cuánto fue la última vez que hiciste algo similar? Ella lo pensó sin querer antes de evitarlo. Logrando que se pusiera nerviosa y terminara por acalorarse ante la pena. Al darse cuenta de que lo hacía se detuvo y se alarmó aú
«Nunca olvidaré esa tarde tan dolorosa» pensó bajando la mirada, cerró sus ojos por un instante y al sentir que sus labios temblaban terminó por morderlos para detenerlos, se aferró a la tela de su vestido con sus dedos antes de poder volver a mirarlo. —Es eso lo que me preocupa… —murmuró y su mirada pasó de un gaje de tristeza a un duro resentimiento. Había un vívido rencor hacia algo de su pasado que se podía percibir en sus ojos. Él la observó y dudó unos segundos antes de preguntar. —¿Alguna vez te has enamorado? —Pues sí —contestó—, lo he estado, pero no me fue bien. —Le había fruncido el ceño y terminó por darle la espalda para ver hacia la ventana. —¿Por qué no lo intentas una vez más? —Tan pronto como lo dijo, ella sintió un pequeño brinco interno, al verlo de reojo se sintió indefensa, pero le apartó la mirada de inmediato. La inquietud que emergía significaba que había empezado a sentir algo distinto por él, lo empezaba a percibir de otra manera, más como hombre.
«La verdad es que no. ¿Cómo podemos intervenir solo así nada más?» pensó con una mueca extraña. —No quisiera esperar de pie, por mí está bien —expuso Loise más convencida que su nuera, la cual seguía dudando de lo que le habían dicho. —No lo pueden decir en serio ¿verdad? ¿Solo así? —desconfió con algo de duda—. No se puede llegar solo así como si nada. —En cuanto a eso —explicó Gabriela—, no hay problema, conozco a los instructores y hoy los ayudo como un auxiliar y si hablo con ellos fácilmente les puedo obtener un lugar durante el espacio que queda. —¿Segura? —indagó Agnes, pero antes de que pasara unos segundos volvió a preguntar—, aguarda, ¿dijiste auxiliar? —Sí, apoyo por hoy. —Oh… Entonces esto... —Son clases de baile. —Ah… —murmuró Agnes captando el panorama. —Pensé que habrías venido a tomar clases como el resto —señaló Herman con ligero interés. —No, hoy es más como si fuera otro tutor más. Quien dirige la clase me ha pedido algo de apoyo, dado que conoz