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¿En qué momento me obsesioné con las manos?

Tan delicioso... Pero tan insoportable.

Las manos de Adam tomaron con fuerza mi cintura, podía sentir cómo sus dedos se clavaban en mi piel y como sus caderas chocaban insistentemente contra mis muslos, entrando y saliendo de mí con fuerza, apreté aún más las sábanas de la cama contra mis puños.

La venda roja estaba empapada de lágrimas, recuerdo que lo primero que hizo fue besarme con demasiada urgencia y luego tirarme a la cama mientras se desvestía, no sabía cuánto tiempo había pasado desde que empezamos con aquello, simplemente había llorado más de una vez y mi cuerpo comenzaba a sentirse agotado a medida que los minutos pasaban, pero no parecía como si fuera a detenerse pronto o quizá sí.

Susurro algo que no logré descifrar, su cuerpo se tensó por tercera vez aquella noche y un suspiro acompañado de un suave gruñido fue lo que salió de su garganta, después simplemente lo sentí deslizarse fuera de mí lentamente mientras el líquido caliente corría por mis muslos hacía la cama. Su frente descansó con suavidad en mi espalda, y sus manos se posaron por fin sobre las sábanas de aquel cuarto de hotel, me deje caer sobre esas sábanas también mientras trataba de buscar un poco de aire para respirar. 

Sentí sus labios de nuevo sobre mi abdomen, besando y lamiendo en partes iguales, algo firme se aplastó contra mi pierna. 

Nunca pensé que podría llegar a hartarme de tener sexo con un desconocido, nunca pensé que podría ser así de insoportable incluso cuando estaba haciendo todo lo posible por darme el placer que yo tanto había estado pidiendo, pero había algo mal con todo eso, con esa noche, conmigo y él.

Me levanté sobre mis codos y aclaré mi garganta, en comparación a la vez anterior hoy no tenía ese regusto amargo en mi boca o la sensación de correr fuera de esa habitación esperando lo peor, pero aun así necesitaba alejarlo de mí por ahora. 

—Basta. 

—Mmm… ¿qué sucede, cariño? — preguntó mientras su lengua volvía a trazar una suave línea en mi cuerpo. 

—Es todo. 

—¿Disculpa?

—Ya tuve todo el placer que quería, podemos dejarlo. Puedes irte cuando quieras. 

—Podría quedarme un poco más, ¿no te gustaría eso?

— No. 

—¿Por qué no te quitas la venda y me dejas verte?

—Suficiente, vete — dije mientras trataba de empujarlo a un lado, él no dijo nada, lo escuche bajar de la cama y vestirse sin demasiada prisa; me quedé ahí con la oscuridad y seguridad que me confería la venda en mis ojos, suspiré y sus labios volvieron a presionarse con los míos, volví a empujarlo de nuevo. 

—Eres bastante arrogante cuando te lo propones, ¿eh? Vine aquí a hacerte un favor, ¿y es así como me pagas? Y yo que creí que realmente podríamos seguir viéndonos. 

—No es necesario, es todo lo que tenías que hacer, solo por esta noche. Después de esto no volveremos a vernos. 

—¿Por qué estás tan seguro? — su tono bajo me hizo estremecer, su mano alzó mi rostro de forma brusca, podía sentir su respiración contra mis labios y el olor a sudor que emanaba su cuerpo en mi nariz. 

—Solo vete. 

—De acuerdo, K, me iré. De cualquier manera, no es como si fueras alguien realmente especial — dicho eso escuche sus pasos por la habitación, la puerta al abrirse y cerrarse, luego silencio. 

Me quite la venda con las manos temblorosas, observé la habitación con los ojos entrecerrados y respire aliviado de que ese tipo se hubiese marchado de una vez por todas, lo menos que quería es ser golpeado por alguien como él. 

Me levanté de la cama y masajee mi cadera, unos minutos más y habría tenido un problema para volver a casa, camine hasta la puerta y cerré con llave, no esperaba que ese tipo volviera, pero no estaba listo para ser descuidado ahora con alguien tan insistente y extraño como él. 

Sonreí, mucho de eso también era mi culpa, buscar personas extrañas solo para usarlas por un par de horas y luego desecharlas como b****a no era un comportamiento normal tampoco.

Entre al baño y terminé por limpiarme durante un largo rato, cuando por fin me sentí libre de sus labios y su olor en mi piel, me vestí y salí de la habitación. 

—Gracias, vuelva pronto señor — sonrió la recepcionista en mi dirección, era normal para ella verme dos o tres veces por semana o en ocasiones simplemente desaparecer durante meses enteros, sonreí y le deseé buenas noches, salí del hotel. 

Camine tranquilamente por la acera, consulte mi teléfono celular 01:05 am, me envolví un poco más en mi abrigo y seguí mi camino para llegar a casa lo antes posible. 

—Vaya, sí que tardaste en salir de ese lugar, ¿tanto te gusta? — su voz me hizo detenerme de golpe, escuche sus pasos acercarse lentamente hacia mi espalda, sus manos se deslizaron por mi cuello lanzando un escalofríos por mi columna. 

—¿Tú de nuevo? — pregunté mientras me apartaba de aquella mano fría, volteé a verlo, sus ojos azules me devolvieron la mirada y sus labios me ofrecieron una sonrisa de dientes blancos. 

—Pensé que te gustaría verme. 

—¿No crees que esto se está volviendo estúpido? Fue solo sexo por una noche — murmuré, su sonrisa vaciló. 

—Supongo que sí, de cualquier forma, no iba a irme sin saber tu nombre, así que… — lo vi buscar en el bolsillo trasero de sus pantalones; deslizó suavemente lo que parecía una tarjeta, él volvió a hablar: — Ahora sé tu nombre, no lo necesito más, toma. 

Me extendió la tarjeta, la miré detenidamente, no era una simple tarjeta cualquiera era mi identificación, la tomé deprisa de sus manos y la miré por algunos segundos. 

—¿Qué diablos pasa contigo?

—Nada, tenía mucha curiosidad por saber tu nombre, así que tomé prestada tu identificación, ahora te la estoy devolviendo Ha… 

—¡CÁLLATE! 

— ¿Por qué? Tienes un nombre bastante hermoso, mejor que esa letra tuya, K. 

—¿Por qué diablos te importa? Fue solo una noche, esta noche y ya, se terminó. Creo que fui muy claro al decírtelo cuando llegaste al hotel. 

—Mmm… Sí, lo fuiste, supongo — lo vi rascarse suavemente la mejilla continuo: — Pero, ¿qué pasa si no quiero que sea solo una noche?

—¿Qué?

—Lo has escuchado, no quiero que termine aquí y así. Al final tú fuiste el que se acercó a mí en primer lugar.

—Simplemente me iré yo ahora — di media vuelta y su mano tomó mi muñeca con fuerza para detenerme. 

—Ha...

—¡No lo digas, no digas mi nombre! Es K, simplemente K.

—¿Qué sucede con eso?

—Nada. Solo déjame ir. 

—No.

—Diablos, ¿en serio haremos esto?

—No tengo mucho que hacer de todas formas. Y estar contigo realmente fue estimulante de muchas maneras — jalo de mi muñeca obligándome a dar un par de pasos más cerca de él. 

—¡ALTO!.

—¿Qué harás si no me detengo? Tu cuerpo reacciona incluso al mínimo toque de mis manos. ¿Es un fetiche? ¿En qué momento te obsesionaste con las manos Ha.…? — y entonces mi puño se estrelló contra su rostro, no me importo el sonido desagradable que sentía bajo mi mano, tampoco la sangre que comenzó a correr libremente de su nariz a su barbilla y mucho menos el golpe que recibí en la mejilla a cambio o el dolor que se arrastró por mi rostro, nada de eso importó realmente solo necesitaba que se callara, que no dijera ese maldito nombre de m****a.

No necesitaba volver a oírlo otra vez. No esa noche, no ahora… 

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