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¿Decías que te gustaron mis manos? Son tuyas entonces.

Su olor a cigarrillos y su voz ronca. 

Sus manos temblorosas acariciando mi cuerpo… Sus labios sobre los míos y su voz susurrando mi nombre en la tranquilidad de la noche. 

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Desperté.

Y por primera vez en mucho tiempo me sentí solo en aquella habitación. 

Sentí como mi corazón se rompía una vez más mientras recordaba su voz llamándome mientras sus manos recorrían con paciencia mi cuerpo, como sus labios delgados arrancaban suspiros a los míos y como mis ojos se llenaban de lágrimas cuando él decía que me amaba.

Pero él se había marchado. 

Él me había botado. 

Sin más se había ido dejando un vacío demasiado frío y difícil de ocultar.

Fue la primera persona que me llamó idiota, estúpido, fue quien me llamó enfermo y quien se largó por ello. 

Aún me dolía saber que lo seguía amando, sin embargo, él ya no era mío y estaba bien. 

Miré el techo con un poco de incertidumbre y un nudo en la garganta, después de unos minutos de contemplar las vigas de madera que atravesaban el techo de aquella tranquila habitación, me puse en movimiento porque sabía que después de todo quedarme ahí no serviría de nada.

Recordarlo y pensar en él tampoco servía. 

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Mi madre me observó mientras preparaba lo que parecía ser el desayuno de mi padre que no estaba por ningún lado, el estúpido gato me miró desde la mesa del desayuno, lo observé un momento, sus ojos verdes se clavaron en los míos por lo que pareció demasiado tiempo, su pelaje gris y blanco estaba manchado de comida — o lo que parecía serlo — en el costado izquierdo, saltó de la barra y lo vi desaparecer por el pasillo hacia la sala. 

—Cariño — la voz algo ronca y cansada de mi madre me hizo volver la mirada hacia ella, la miré bien por primera vez esa mañana, las ojeras bajo sus ojos estaban comenzando a verse cada vez más oscuras que de costumbre, sus labios agrietados me dedicaron lo que parecía ser una sonrisa tensa y sin vida; sus manos temblaban ligeramente mientras revolvía un par de huevos en un sartén caliente.

Suspiré y me acerqué un poco a ella, su mano buscó la mía con desesperación, se sentía fría y un poco áspera, sus uñas estaban rotas, miré sus ojos en su lugar. 

—Mamá — suspiré mientras besaba sus cabello grasoso, ella cerró los ojos un instante, mi padre apareció detrás de la puerta del dormitorio. Una mujer salió tras él, nos miró unos segundos y luego corrió hacia la puerta, sin decir nada.  

Miré a mi padre, nuestro parecido empezaba y terminaba en los ojos de color azul prusia, agradecí eso sobre manera.

—¿Qué diablos se supone que estás haciendo?

Mi mano trató de deslizarse de la de mi madre, pero sus uñas se clavaron firmemente en la palma de mi mano.

—Está bien. No hay porque pelear — y eso fue todo lo que dijo, así de fácil como muchas otras veces había aceptado los constantes engaños de mi padre.

Trague con dificultad. 

Y salí de casa tan pronto como el enojo comenzó a invadir mi cuerpo, contra él y contra ella.

Era simplemente dejarlos vivir su propia locura. 

❁❁❁❁❁❁❁❁❁❁❁

Caminé un par de minutos lejos de esa casa mientras mi estupidez volvía una y otra vez al sueño de esta mañana, a una voz llamando mi nombre y un par de manos que se veían borrosas, pero aún se sentían firmes y cálidas sobre mi cuerpo. 

Mi teléfono vibró en el bolsillo izquierdo de mi pantalones, lo saque y mire la pantalla iluminada, había un solo mensaje.

“Sé que es tu día libre, pero hay alguien preguntando por ti hoy y quiere verte. Ven cuando puedas, no parecer ser un cliente habitual pero específicamente te busca a ti. En fin, solo ven.”

 —Thomas. 

Leí una vez más el mensaje, odiaba tener que ir al trabajo solo porque “alguien” me buscaba, sucedía tan a menudo que realmente era muy molesto. 

Suspiré. 

No es como si tuviera algo mejor que hacer ese domingo tan temprano por la mañana, pero tampoco estaba del mejor humor para atender a nadie que solo quería acostarse conmigo por dinero o peor aún estar con alguien que me necesitaba para que “lo entendiera”, maldito trabajo de m****a.

Camine en busca de un taxi. 

—¡Chico del tren! — y esa voz me hizo quedarme quieto en mi lugar, ¿en serio? ¿En serio?

Voltee despacio, lo menos que deseaba era encontrarme con ese tipo, es más desde la última vez poco había pensado en él y en la chica de las uñas amarillas, estúpidas uñas amarillas. 

Una linda sonrisa, mejillas un poco sonrojadas y un par de ojos oscuros me miraron desde el otro lado de la acera, mis piernas temblaron ligeramente cuando lo vi avanzar hacia donde me encontraba. 

—Hola, ¿te acuerdas de mí? — lo miré por algunos segundos y tiré de mi cabello un poco. 

—Supongo — dije sin mucha emoción, él sonrió. 

—Ah, sí. Disculpa, me alegre al verte de nuevo — entrecerré los ojos un poco y lo observe bien; hoy su camisa azul no llevaba ninguna mancha de tinta, su mano izquierda sostenía un cigarrillo encendido que iba por la mitad y se seguía consumiendo. La otra se movía algo nerviosa sobre el dobladillo de su camisa, tragué con dificultad. 

—De acuerdo. 

—Ese día huiste demasiado rápido de mí, solo me dijiste que te llamas ¿K? — le dio una calada a su cigarrillo y arrojó el humo hacia un lado, el recuerdo de ese sueño me golpeó una vez más. 

—Tengo que ir a otro lugar, ¿qué es lo que quieres? — gruñí un poco molesto, él tiró el cigarrillo sobre la acera y lo aplasto contra la suela de sus zapatos en silencio, observe de nuevo esas manos. 

Necesitaba alejarme de él rápido. jamás había pensado que alguien llegaría a afectarme tanto en tan poco tiempo. Me maldije a mí mismo por idiota. 

—Realmente nada, es solo que, te veo en todos lados, ¿sabes? No puedo voltear a la otra acera sin que tú estés ahí caminando solo o acompañado, realmente no lo entiendo muy bien. Desde aquel día del tren y el restaurante apareces en todos los lugares a donde vaya. 

—¿Disculpa?

—Es una estupidez, lo sé — sonrió un poco, una pequeña sonrisa de lado, miré la calle desierta. 

—Bien, entonces, lamento arruinar tu día apareciendo en todos lados.

—Nunca dije que lo arruinaras — sus ojos oscuros se encontraron con los míos, tragué de nuevo. 

—No tuve la oportunidad de decirte mi nombre esa noche porque no preguntaste. Soy Cameron Hawk, un placer — extendió su mano hacia mí, yo la observe por un momento sabía que luego de eso no había vuelta atrás, la tome suavemente y Cameron la estrecho con la suya. Su mano era cálida y fría a la vez, era extraño, pero algo en él era mejor que sus manos o quizá simplemente yo lo estaba entendiendo mal.

—Debo irme — murmuré, deslizó su mano de la mía, el vacío que dejó dolió un poco. 

—Está bien, lamento haberte hecho desviar de tu camino — sonrió algo incómodo y miró la calle, un par de gotas de lluvia comenzaron a caer a nuestro alrededor de forma rápida. No dije nada más y él tampoco, en silencio y entre la repentina lluvia lo vi marcharse de prisa. 

Algo en mí comenzó a doler al ver como se alejaba paso a paso de mí. 

❁❁❁❁❁❁❁❁❁❁❁

Los ojos verdes de Thomas me recibieron algo preocupados, entre en el establecimiento y observe a los pocos clientes que ocupaban las mesas, la lluvia afuera había tomado demasiada fuerza. Mi abrigo goteaba directamente al suelo de madera, temblé de frío.  

—Qué bueno que estás aquí, temía que no vinieras. El tipo de allá está ofreciendo bastante dinero por verte — murmuró, miré a donde señalaba y lo vi de nuevo, era él, Adam. 

—¿Ese tipo? — Thomas asintió con energía. 

—¿Dónde lo conociste? Ha pedido que lo acompañes, él… mm… ¿le dijiste tu nombre real? 

—Es una larga historia. 

—¿Vas a atenderlo? 

—No, llama a la policía. 

—¿Qué? 

—Solo hazlo, no necesito saber más de él. 

—¿Dónde lo conociste? Él jamás había venido aquí a pagar por tus servicios, ni nada parecido.

—Es por ello que te digo que llames a la policía. Él fue quien me golpeó la última vez. 

—¿Qué diablos hiciste, K? ¿Es uno de tus amantes entonces?

—Nada. Llama a la policía ahora. 

—Bien, lo haré. 

—Me voy, llámame cuando se lo hayan llevado — salí rápidamente de ese lugar, las gotas de lluvia y el olor a asfalto mojado inundaron mi nariz, corrí hacía la estación de tren más cercana. 

Odiaba cuando pasaba eso. 

Odiaba cuando la gente se obsesionaba conmigo y seguía buscándome o rondándome como moscas a la miel. 

Era estúpido. 

Era demasiado por solo una noche. 

Me dejé caer en uno de los asientos vacíos del tren de esa tarde, había tardado demasiado en llegar a ese lugar como para volver tan pronto, sin embargo, cada vez que veía a ese tipo — Adam —, quería correr lejos de su alcance. 

Mi trabajo como acompañante y mi absurda idea de buscar placer en desconocidos habían logrado que saliera más lastimado de lo necesario, aun con ello no es como si pensara dejar alguna de las dos cosas a corto plazo. 

Deje caer mi cabeza entre mis manos y respire hondo tratando de calmarme. Primero ese estúpido sueño con el que en algún momento fue el amor de mi vida; luego mi padre y mi madre; Cameron, y por último Adam. 

Necesitaba un baño caliente y dormir por un largo tiempo. Solo eso, quizá estaría mejor.

Baje del tren media hora después, la lluvia se había detenido en algún momento de esa tarde, y entre las nubes grises los rayos del sol comenzaron a filtrarse, el ambiente cargado fue un poco más sencillo de llevar. 

—¿Decías que te gustaron mis manos? Son tuyas entonces — su voz me hizo despertar, esa maldita voz de nuevo, voltee los ojos azules tan tranquilos como el fondo de un lago me miraron y una sonrisa cruzó su rostro. 

—Adam…

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