Dixon.Golpeó las paredes metálicas como si fueran las únicas culpables de todas sus penas. Ver a Chantal, no hablarle ni tocarle era una puta tortura que lo llenaba de rabia. Sabía que se tenía que aguantar; darle su espacio y que fuera ella la que decidiera cuándo establecer contacto con él. Lo había pautado así; no podía hacer más que admirarla desde las sombras. Escribirle mensajes o llenarle la oficina de mariposas. Eran acciones banales que no rellenaban ni una ínfima parte de las ganas constantes que sentía de ella. Ansiaba su voz, su compañía, su tacto, su sabor, el ardor delicioso al hundirse entre sus piernas y tomarla de los rizos. Esa bola de pelos era suya, y le mataba la idea de que ella estuviera olvidándolo. Tenía su aroma semidulce tan enredado en la nariz como el desprecio que le dio. Perderse en sus ojos negros era su acción favorita, pero no cuando en ellos veía el fantasma del dolor que él mismo le ocasionó. Parecía que había venido a esta vida a apartar de su l
Dixon.Su horario de sueño se había reducido a no más de cuatro horas diarias. Por mucho que lo intentara parecía que el descanso lo tenía prohibido. Era un desosiego enorme lo que estaba acabando con su estabilidad, el hecho de querer tanto algo y no poder alcanzarlo ¿Cuánto más tendría que seguir así? Hundiéndose en una incertidumbre que era impropia de él. Todo parecía cada vez más lejano, más complicado, más imposible. El tiempo se le escurría y no obtenía resultado alguno.Observaba la página de Charming Girl, deslizaba sus dedos sobre el táctil de la pantalla releyendo los consejos de Chantal. Esto era lo más cerca que podía estar de ella. Como un admirador oculto tras un usuario que la rizada se dedicaba a ignorar. Allí estaban sus mensajes, tan llenos de esas ganas de recuperarla, gritándole que sin importar cómo o cuánto él la amaría. Era la condición involuntaria de su alma, que le había jugado esa mala pasada, recordándole que el destino es un azar cruel que lo hizo enamora
Dixon.-Sí, hay alguien más -respondió sin preámbulo.-Ya veo, es muy afortunada -le dio una leve sonrisa-. Espero nada de esto cambie nuestra amistad.-No lo hará, descuida. Después de todo seremos familia.-Sí, es cierto, pronto se celebrará la boda. Piensas llevar a la chica contigo, ¿no? Me gustaría conocerla.-Tal vez.Fue lo único que contestó antes de volver su vista a la carta. No tenía certeza de nada, ni de cómo terminarían las cosas o si tendría que asistir a la festividad solo. Su padre infartaría si se presentaba en ella con una Robinson. Maldijo una mil veces las condiciones que los unían y a la vez los separaban. Luchar en contra de todo, cuando solo uno siente de verdad, es una batalla que se pierde antes de iniciarla. Él temía que su guerra ya estuviera perdida.Pasaron el resto de los días juntos, Maggi le hizo frecuentar todo tipo de lugares ese fin de semana. Él y Derek se comportaron transparentemente, intentando que se sintiera a gusto. Su actitud había cambiado
Chantal.La pregunta de Dixon retumbó en toda la oficina a puertas cerradas. Chantal se mantenía firme, no tenía intención de flaquear ante su pose autoritaria y ojos centelleantes. Él cruzó las manos sobre su pecho, se notaba la respiración agitada, a pesar de tener un semblante serio. Le recordaba las primeras charlas que tuvieron donde se trataban como enemigos; es que lo eran. Estaban en medio de un conflicto familiar donde las principales perjudicadas habían sido su madre y ella. No, no podía echar a un lado lo que le estaba amargando los días, ese engaño del que él fue partícipe.—Sal de aquí, por favor —le pidió ella.—No sin dejarte par de cosas claras.—Cuando tuviste la oportunidad de esclarecer todo no lo hiciste —reprochó—. Ahora no sirve de nada. Así que vete, por favor —intentaba que su tono no se apagara con cada demanda.—Necesitamos hablar...—¡No necesito hablar nada contigo, Dixon! —interrumpió con tono hastío—. No me voy a tragar otra de tus mentiras. Él suspiró y
Chantal tenía el aire atorado en los pulmones. Pensaba que iba a desfallecer después del encuentro imprevisto. Lo había extrañado tanto que esos escasos minutos se sintieron como un estímulo y a la vez tuvieron un efecto de derrumbe. Tenía sus palabras revoloteando en la mente, limpiando asperezas y rencores; la asustaban porque si decidía continuar con ese juego que él había iniciado se enfrentaría a emociones que ella no sabría cómo manejar. ¿Debería creer en el amor?. En su amor; ese que había afirmado sentir por ella.Solo Dixon tenía ese poder, de hacerla dudar de lo que creía y estaba convencida.Fue directo a su buró y se dejó caer en este. Prefirió concentrarse en su trabajo y olvidar lo que había sucedido, al menos por el momento, ya que escuchar a Dixon decir que estaba enamorado de ella no era un pensamiento que se podía desechar con facilidad.«Idiota»Una leve sonrisa se dibujó en sus labios. Abrió su portátil y se dispuso a escribir.***Los días pasaron y con ellos la c
Chantal.—Sí, regresé a la revista, me gusta el proyecto y lo que hago —explicó rápido conteniendo el aire.—¡Te dije que mantuvieras alejada de ese tipo! ¿Cuántas faltas piensas cometer? ¿No ves que solo quiere reírse de mí a tu costa? —enervó Robert.Sus palabras dolían. Ese punto de vista tan prepotente hacia Dixon la quería hacer dudar de él y lo que había dicho sentir.—No regresé a la revista por nadie, padre, lo hice por mí, porque a pesar de que tú condicionaras que me dieran el puesto de Charming Girl, yo me gané el lugar y el prestigio de la sección.—Por favor, Chantal, será cuestión de tiempo a que esté detrás de ti.—No lo ha hecho, ni creo que lo haga...—Lo dices porque no lo conoces —interrumpió su mentira— hija, ese tipo no vale nada. Fue incapaz de respetarte sabiendo que serías como una hermana, no tiene escrúpulos y no respeta ni a su propia familia —desesperó—. Tal vez no lo sepas, pero él y su padre nos han acosado a mí y a Judith por años, además que fue capaz d
Chantal.Los ojos verdes se le empañaron, provocando que a Chantal le encogiera el corazón. Era su amiga de toda la vida la que estaba sufriendo por alguien que no valía la pena. Sin embargo, temía decirle lo que opinaba al respecto, ya que Amber no solía reaccionar de la mejor manera cuando le comentaban las verdades sobre su novio. No quería causarle más injurias al desánimo de su amiga.Se puso de pie con rapidez y fue directo al closet; tomó un suéter, se colocó un par de zapatillas y se hizo una coleta alta con descuido.—Vamos —fue directo la castaña que se retorcía de pena entre las sábanas.—¿Qué? ¿A dónde vamos, Chanty? —preguntó mientras la rizada le volvía poner sus zapatos—. Gracias, pero prefiero estar sola.—Si lo que quieres es hundirte en tu propia miseria conozco el lugar ideal para ello. Además es mejor hacerlo juntas, también tengo mucho en lo que pensar.Amber sonrió y le dio un abrazo. Fueron al café preferido de Chantal, donde se sentaba por tiempo indefinido a l
ChantalLos días pasaban y el peso adherido a su corazón no se disipaba. El tiempo todo lo cura o todo lo quebranta y Chantal se mantenía entre el mismo remolino de emociones encontradas que le impedían tener una conversación sana con su padre y dejar de evitar a Dixon. Cada vez que Robert la llamaba sus exigencias y amenazas eran más fuertes. Lo había enfrentado, pero él no dejaba la posición autoritaria e intimidante que hacía que a ella se le erizara la piel con cada palabra. Tenía su voz de trueno grabada en el subconsciente. Sabía que por más que se lo pidiera Robert no le iba a dar la libertad; no si esta estaba al lado de un Derricks y podía manchar su apellido.Leía los mensajes que Dixon enviaba a la página o a su móvil. Era un alivio verlos y saber que él la seguía esperando a pesar de estar actuando como una auténtica cobarde. Lo extrañaba tanto, que las ganas de tenerlo consigo eran casi incontenibles; todo lo que le provocaba él lo era. Eso que se acunaba en su pecho con