Chantal.La pregunta de Dixon retumbó en toda la oficina a puertas cerradas. Chantal se mantenía firme, no tenía intención de flaquear ante su pose autoritaria y ojos centelleantes. Él cruzó las manos sobre su pecho, se notaba la respiración agitada, a pesar de tener un semblante serio. Le recordaba las primeras charlas que tuvieron donde se trataban como enemigos; es que lo eran. Estaban en medio de un conflicto familiar donde las principales perjudicadas habían sido su madre y ella. No, no podía echar a un lado lo que le estaba amargando los días, ese engaño del que él fue partícipe.—Sal de aquí, por favor —le pidió ella.—No sin dejarte par de cosas claras.—Cuando tuviste la oportunidad de esclarecer todo no lo hiciste —reprochó—. Ahora no sirve de nada. Así que vete, por favor —intentaba que su tono no se apagara con cada demanda.—Necesitamos hablar...—¡No necesito hablar nada contigo, Dixon! —interrumpió con tono hastío—. No me voy a tragar otra de tus mentiras. Él suspiró y
Chantal tenía el aire atorado en los pulmones. Pensaba que iba a desfallecer después del encuentro imprevisto. Lo había extrañado tanto que esos escasos minutos se sintieron como un estímulo y a la vez tuvieron un efecto de derrumbe. Tenía sus palabras revoloteando en la mente, limpiando asperezas y rencores; la asustaban porque si decidía continuar con ese juego que él había iniciado se enfrentaría a emociones que ella no sabría cómo manejar. ¿Debería creer en el amor?. En su amor; ese que había afirmado sentir por ella.Solo Dixon tenía ese poder, de hacerla dudar de lo que creía y estaba convencida.Fue directo a su buró y se dejó caer en este. Prefirió concentrarse en su trabajo y olvidar lo que había sucedido, al menos por el momento, ya que escuchar a Dixon decir que estaba enamorado de ella no era un pensamiento que se podía desechar con facilidad.«Idiota»Una leve sonrisa se dibujó en sus labios. Abrió su portátil y se dispuso a escribir.***Los días pasaron y con ellos la c
Chantal.—Sí, regresé a la revista, me gusta el proyecto y lo que hago —explicó rápido conteniendo el aire.—¡Te dije que mantuvieras alejada de ese tipo! ¿Cuántas faltas piensas cometer? ¿No ves que solo quiere reírse de mí a tu costa? —enervó Robert.Sus palabras dolían. Ese punto de vista tan prepotente hacia Dixon la quería hacer dudar de él y lo que había dicho sentir.—No regresé a la revista por nadie, padre, lo hice por mí, porque a pesar de que tú condicionaras que me dieran el puesto de Charming Girl, yo me gané el lugar y el prestigio de la sección.—Por favor, Chantal, será cuestión de tiempo a que esté detrás de ti.—No lo ha hecho, ni creo que lo haga...—Lo dices porque no lo conoces —interrumpió su mentira— hija, ese tipo no vale nada. Fue incapaz de respetarte sabiendo que serías como una hermana, no tiene escrúpulos y no respeta ni a su propia familia —desesperó—. Tal vez no lo sepas, pero él y su padre nos han acosado a mí y a Judith por años, además que fue capaz d
Chantal.Los ojos verdes se le empañaron, provocando que a Chantal le encogiera el corazón. Era su amiga de toda la vida la que estaba sufriendo por alguien que no valía la pena. Sin embargo, temía decirle lo que opinaba al respecto, ya que Amber no solía reaccionar de la mejor manera cuando le comentaban las verdades sobre su novio. No quería causarle más injurias al desánimo de su amiga.Se puso de pie con rapidez y fue directo al closet; tomó un suéter, se colocó un par de zapatillas y se hizo una coleta alta con descuido.—Vamos —fue directo la castaña que se retorcía de pena entre las sábanas.—¿Qué? ¿A dónde vamos, Chanty? —preguntó mientras la rizada le volvía poner sus zapatos—. Gracias, pero prefiero estar sola.—Si lo que quieres es hundirte en tu propia miseria conozco el lugar ideal para ello. Además es mejor hacerlo juntas, también tengo mucho en lo que pensar.Amber sonrió y le dio un abrazo. Fueron al café preferido de Chantal, donde se sentaba por tiempo indefinido a l
ChantalLos días pasaban y el peso adherido a su corazón no se disipaba. El tiempo todo lo cura o todo lo quebranta y Chantal se mantenía entre el mismo remolino de emociones encontradas que le impedían tener una conversación sana con su padre y dejar de evitar a Dixon. Cada vez que Robert la llamaba sus exigencias y amenazas eran más fuertes. Lo había enfrentado, pero él no dejaba la posición autoritaria e intimidante que hacía que a ella se le erizara la piel con cada palabra. Tenía su voz de trueno grabada en el subconsciente. Sabía que por más que se lo pidiera Robert no le iba a dar la libertad; no si esta estaba al lado de un Derricks y podía manchar su apellido.Leía los mensajes que Dixon enviaba a la página o a su móvil. Era un alivio verlos y saber que él la seguía esperando a pesar de estar actuando como una auténtica cobarde. Lo extrañaba tanto, que las ganas de tenerlo consigo eran casi incontenibles; todo lo que le provocaba él lo era. Eso que se acunaba en su pecho con
Chantal.—Es como tiene que ser, Chantal; y debe terminar de la forma en que ustedes decidan, no como los demás lo estipulen —ella asintió.—Me preparas algo de eso —pidió al rubio para cambiar de tema.—Con gusto —él le regaló una de sus brillantes sonrisas y continuó su labor culinaria.Perdonar a Derek no fue tan difícil. Se preguntaba cómo sería el mismo proceso con su hermano ¿Lo lograría? Es que Dixon le dolía en lugares del alma donde más nadie había logrado alcanzar. Tal vez por eso disculpar su engaño se le hacía tan complicado; eso junto a lo que traería consigo que volvieran a retomar lo que tenían. Las relaciones interpersonales eran complicadas. Las emociones y sentimientos no son para cobardes. De todo lo aprendido este tiempo, esta era una de las consignas que mantenía en su mente. Si él se atrevía a tanto por ella, ¿por qué ella no podía hacer lo mismo?. Aún temía, pero la quemazón hiperactiva en todo su ser le exigía que ya era hora de enfrentar la realidad, y decidi
Dixon.Sus labios sobre los de él, eran la gloria que había anhelado por todo este tiempo. Su mente sentía gran alivio, pues esto que estaba ocurriendo entre ellos era real. La había soñado, pensado y deseado tanto que le costaba soltarla. Si la felicidad tuviera cuerpo y esencia sería ella, porque eso que lo abarcaba y le calentaba el pecho era alegría pura, amor que solo esa Robinson podía desatar en él. La quería así, con sus miedos e inseguridades porque mientras estuvieran juntos le podían hacer frente a lo que fuera.Su madre se había equivocado al afirmar que ella no le correspondería, a pesar de que Chantal no había dicho nada Dixon lo veía en sus ojos. Estaban ahogados en el mismo mar de pasiones, siendo arrastrados por la corriente imperiosa que les exigía tenerse el uno al otro.La bajó de encima de él para fundirla en un abrazo. La apretó con fuerza, le besó los rizos e inhaló ese aroma semidulce que le prendía las ganas de recorrerle toda la piel con su lengua.—Sigues si
Dixon.El viaje de regreso fue tranquilo, Chantal, como de costumbre, se quedó dormida. Sus dedos estaban entrelazados y él podía notar cierta paz en su semblante. Aparcó frente a su edificio, había anochecido y era hora de separarse, cosa que él no quería. Sopesó la idea de secuestrarla y llevarla hacia su apartamento, pero no quería acelerar las cosas, aunque las ganas de poseerla le estaban quitando el juicio.—Hemos llegado —susurró en su oreja y luego comenzó a dejar pequeños besos sobre esta.Ella rio por las cosquillas que le causaba. Se giró y juntó sus labios con los de él. Sus bocas se fundieron. El deseo llameante se esparcía por sus cuerpos con cada lamida y mordida que se propinaban. Quería más, y la rizada también, lo sabía por la forma en que ella tocaba sus brazos, su pecho y abdomen. Él no se pudo aguantar, fue dejando un rastro húmedo con sus labios sobre el cuello de Chantal. Llegó hasta su pecho y comenzó a subir el sueter de tela fina que cubría la magnificencia