Chantal.Mantener la misma rutina que tenía antes de trabajar en “Luxury Voices” era agobiante. A pesar de ocupar su tiempo con los estudios de las materias sentía que algo le faltaba. Seguía siendo la misma por fuera, pero su interior había cambiado, necesitaba más, de eso estaba segura. Robert tampoco hacía su situación más llevadera, ya que la llamaba a diario para comprobar su estado y con quién estaba; decía que confiaba en ella, pero no en el Derricks que la podía estar persiguiendo. Chantal le daba respuestas cortas y contundentes, el discurso diario de su padre la martirizaba al punto de empezar a repudiarlo. Las notificaciones a “Charming Girl“ llegaban diario, le costaba ignorarlas pero terminaba haciéndolo. Aunque había mensajes de un usuario en especial que por más que evitara leerlos sucumbía antes sus letras. Eran de él, del hombre que le partió el corazón doblemente y que no se cansaba de pedirle perdón. Hacía que su pecho ardiera y sus recuerdos navegaran a la noche e
Chantal.Esa noche las notificaciones no llegaron, y tampoco lo hicieron los días siguientes. Se preguntaba si él seguía dejando los mensajes de disculpa para ella, o sí la nueva encargada de la sección ya le había dado un buen consejo para que desistiera. Tal vez esta chica sí estaba preparada, no era una ignorante, y poseía el carisma necesario. No la verían como una carga a la que tenían que convencer para que hiciera su trabajo. Sin dudas sería mejor que ella, y llamaría la atención de todos.«Incluso la de él»Apretó la almohada contra su rostro ¿Acaso no podía estar un solo segundo sin pensarle? Después de tanto daño, de tantas mentiras; sus intentos por desprenderse eran inútiles. Miró su mano izquierda; la muñeca estaba vacía, en ella extrañaba el brillo de esas mariposas que le recordaban tanto a su abuela. Dixon había tocado de forma tan intensa tantos espacios dentro de ella que por momentos creía que en cada una de sus carencias siempre estaría un pedazo de él; esos con lo
Chantal.Era viernes en la tarde, estaba frente a aquel edificio teniendo una batalla interna donde dar el paso de avance se le hacía complicado. Lo sentía más intimidante que la primera vez que lo visitó. Su imponente estructura le recordaba a lo que se enfrentaría. El aire frío le batía los rizos, a la vez que inhalaba armándose del mismo coraje cuando decidió que no iba a dejar de hacer lo que le gusta por evitar a aquellos que le habían hecho daño.Abordó el elevador y el tiempo dentro de este se le hizo eterno. Cuando se abrió la puerta la recibió el leve bullicio que le era familiar. Todo se veía igual, pulcro, estético e iluminado, como ella lo recordaba. Su corazón latía fuerte y algo parecido a la satisfacción le recorría por dentro.—Bienvenida, Chantal —la voz de Debbie la hizo girar hacia su puesto—. Me alegro que te hayas decidido.—Pensé que tenías la certeza de que regresaría.—No del todo, las personas suelen sorprendernos; a veces de la peor manera.Ella asintió ante
Dixon.Golpeó las paredes metálicas como si fueran las únicas culpables de todas sus penas. Ver a Chantal, no hablarle ni tocarle era una puta tortura que lo llenaba de rabia. Sabía que se tenía que aguantar; darle su espacio y que fuera ella la que decidiera cuándo establecer contacto con él. Lo había pautado así; no podía hacer más que admirarla desde las sombras. Escribirle mensajes o llenarle la oficina de mariposas. Eran acciones banales que no rellenaban ni una ínfima parte de las ganas constantes que sentía de ella. Ansiaba su voz, su compañía, su tacto, su sabor, el ardor delicioso al hundirse entre sus piernas y tomarla de los rizos. Esa bola de pelos era suya, y le mataba la idea de que ella estuviera olvidándolo. Tenía su aroma semidulce tan enredado en la nariz como el desprecio que le dio. Perderse en sus ojos negros era su acción favorita, pero no cuando en ellos veía el fantasma del dolor que él mismo le ocasionó. Parecía que había venido a esta vida a apartar de su l
Dixon.Su horario de sueño se había reducido a no más de cuatro horas diarias. Por mucho que lo intentara parecía que el descanso lo tenía prohibido. Era un desosiego enorme lo que estaba acabando con su estabilidad, el hecho de querer tanto algo y no poder alcanzarlo ¿Cuánto más tendría que seguir así? Hundiéndose en una incertidumbre que era impropia de él. Todo parecía cada vez más lejano, más complicado, más imposible. El tiempo se le escurría y no obtenía resultado alguno.Observaba la página de Charming Girl, deslizaba sus dedos sobre el táctil de la pantalla releyendo los consejos de Chantal. Esto era lo más cerca que podía estar de ella. Como un admirador oculto tras un usuario que la rizada se dedicaba a ignorar. Allí estaban sus mensajes, tan llenos de esas ganas de recuperarla, gritándole que sin importar cómo o cuánto él la amaría. Era la condición involuntaria de su alma, que le había jugado esa mala pasada, recordándole que el destino es un azar cruel que lo hizo enamora
Dixon.-Sí, hay alguien más -respondió sin preámbulo.-Ya veo, es muy afortunada -le dio una leve sonrisa-. Espero nada de esto cambie nuestra amistad.-No lo hará, descuida. Después de todo seremos familia.-Sí, es cierto, pronto se celebrará la boda. Piensas llevar a la chica contigo, ¿no? Me gustaría conocerla.-Tal vez.Fue lo único que contestó antes de volver su vista a la carta. No tenía certeza de nada, ni de cómo terminarían las cosas o si tendría que asistir a la festividad solo. Su padre infartaría si se presentaba en ella con una Robinson. Maldijo una mil veces las condiciones que los unían y a la vez los separaban. Luchar en contra de todo, cuando solo uno siente de verdad, es una batalla que se pierde antes de iniciarla. Él temía que su guerra ya estuviera perdida.Pasaron el resto de los días juntos, Maggi le hizo frecuentar todo tipo de lugares ese fin de semana. Él y Derek se comportaron transparentemente, intentando que se sintiera a gusto. Su actitud había cambiado
Chantal.La pregunta de Dixon retumbó en toda la oficina a puertas cerradas. Chantal se mantenía firme, no tenía intención de flaquear ante su pose autoritaria y ojos centelleantes. Él cruzó las manos sobre su pecho, se notaba la respiración agitada, a pesar de tener un semblante serio. Le recordaba las primeras charlas que tuvieron donde se trataban como enemigos; es que lo eran. Estaban en medio de un conflicto familiar donde las principales perjudicadas habían sido su madre y ella. No, no podía echar a un lado lo que le estaba amargando los días, ese engaño del que él fue partícipe.—Sal de aquí, por favor —le pidió ella.—No sin dejarte par de cosas claras.—Cuando tuviste la oportunidad de esclarecer todo no lo hiciste —reprochó—. Ahora no sirve de nada. Así que vete, por favor —intentaba que su tono no se apagara con cada demanda.—Necesitamos hablar...—¡No necesito hablar nada contigo, Dixon! —interrumpió con tono hastío—. No me voy a tragar otra de tus mentiras. Él suspiró y
Chantal tenía el aire atorado en los pulmones. Pensaba que iba a desfallecer después del encuentro imprevisto. Lo había extrañado tanto que esos escasos minutos se sintieron como un estímulo y a la vez tuvieron un efecto de derrumbe. Tenía sus palabras revoloteando en la mente, limpiando asperezas y rencores; la asustaban porque si decidía continuar con ese juego que él había iniciado se enfrentaría a emociones que ella no sabría cómo manejar. ¿Debería creer en el amor?. En su amor; ese que había afirmado sentir por ella.Solo Dixon tenía ese poder, de hacerla dudar de lo que creía y estaba convencida.Fue directo a su buró y se dejó caer en este. Prefirió concentrarse en su trabajo y olvidar lo que había sucedido, al menos por el momento, ya que escuchar a Dixon decir que estaba enamorado de ella no era un pensamiento que se podía desechar con facilidad.«Idiota»Una leve sonrisa se dibujó en sus labios. Abrió su portátil y se dispuso a escribir.***Los días pasaron y con ellos la c