Dixon.Dixon respiró con alivio, por un momento se sintió completamente solo. Tal vez Derek ni lo sospechaba, pero él era su único pilar, cada vez que la palabra familia se cruzaba por su mente solo veía al rubio. Su niñez fue gris y solitaria, pero saber que en otra ciudad estaba su hermano lo mantuvo con fuerzas para continuar. A pesar de que esta lucha era de él, sin su apoyo no sería igual.—Tienes razón —fue lo único que le dijo antes de dedicarle una leve sonrisa.—¿Qué planes tienes? —soltó—. Hoy tendremos la típica cena navideña, se suponía que Chantal estaría con nosotros, pero no creo que asista.—Sabes que vine con la condición de tomar el último vuelo a Francia esta tarde —hizo una mueca—, además, no creo que sea prudente que comparta el mismo espacio que ese hombre.—Entonces, ¿te irás sin intentar verla?—No he dicho eso. Aunque no sé qué decirle, apuesto que no quiere saber de nosotros —se lamentó—. Para ser sinceros, no me quiero marchar sin tener la certeza de que est
Chantal.Las vacaciones de invierno nunca se habían sentido tan deplorables. Después del incidente con su padre pasó el resto de los días junto a los Brown. También tuvo la oportunidad de visitar a su madre en el sanatorio y pasar el tiempo con ella. Intentó mantenerse serena a vista de todos, fuerte, en proceso de limpiar su dolor, pero la realidad que arrastraba dentro era muy diferente. Su pecho estaba oprimido, las ganas de llorar se volvían constantes y no podía apartarlo a él de su mente. Dixon era como hiedra que se empeñaba en mantener sus raíces enredadas en su alma, ella quería arrancarlo, pero con cada intento este solo lograba retoñar con más fuerza.La promesa que le había hecho a Robert era algo que también la atormentaba, pues en ocasiones creía que de una forma u otra la podía romper. Es que el efecto de ese Derricks en ella le removía los cimientos de forma devastadora. La última vez que lo vio, aunque fue de forma indirecta, pudo percibir en el brillo azul de sus iri
Chantal.—Anne, no te enojes más con ella —pidió intentando apaciguar el momento—. Está ofendida y no sabe lo que dice.—No, Chanty, mi hermana lo tiene demasiado claro, y lo peor de todo es que creo que en un aspecto tiene razón —bajó la mirada.—¿Has vuelto a hablar con él? —preguntó y ella negó con su cabeza—. De cierto modo, Derek no tuvo tanta culpa, sabes...—No puedo estar con alguien que haya lastimado a una de mis hermanas —interrumpió—. Además, hombres hay miles. Lo nuestro no iba a durar mucho, las cosas estaban pasando los límites y él es menor que yo —suspiró antes de ponerse de pie—. Tú tranquila que lo que no significó nada duele poco y se olvida rápido. Chantal asintió, la rubia le dio un beso en la frente y la dejó sola en el lugar. No estaba segura de la veracidad en sus palabras. Hasta cierto punto Anne también era una ignorante, ya que quería ocultar lo mucho que sus sentimientos por Derek la estaban afectando.Pasó la tarde en su habitación, creía haberla extraña
Chantal.Mantener la misma rutina que tenía antes de trabajar en “Luxury Voices” era agobiante. A pesar de ocupar su tiempo con los estudios de las materias sentía que algo le faltaba. Seguía siendo la misma por fuera, pero su interior había cambiado, necesitaba más, de eso estaba segura. Robert tampoco hacía su situación más llevadera, ya que la llamaba a diario para comprobar su estado y con quién estaba; decía que confiaba en ella, pero no en el Derricks que la podía estar persiguiendo. Chantal le daba respuestas cortas y contundentes, el discurso diario de su padre la martirizaba al punto de empezar a repudiarlo. Las notificaciones a “Charming Girl“ llegaban diario, le costaba ignorarlas pero terminaba haciéndolo. Aunque había mensajes de un usuario en especial que por más que evitara leerlos sucumbía antes sus letras. Eran de él, del hombre que le partió el corazón doblemente y que no se cansaba de pedirle perdón. Hacía que su pecho ardiera y sus recuerdos navegaran a la noche e
Chantal.Esa noche las notificaciones no llegaron, y tampoco lo hicieron los días siguientes. Se preguntaba si él seguía dejando los mensajes de disculpa para ella, o sí la nueva encargada de la sección ya le había dado un buen consejo para que desistiera. Tal vez esta chica sí estaba preparada, no era una ignorante, y poseía el carisma necesario. No la verían como una carga a la que tenían que convencer para que hiciera su trabajo. Sin dudas sería mejor que ella, y llamaría la atención de todos.«Incluso la de él»Apretó la almohada contra su rostro ¿Acaso no podía estar un solo segundo sin pensarle? Después de tanto daño, de tantas mentiras; sus intentos por desprenderse eran inútiles. Miró su mano izquierda; la muñeca estaba vacía, en ella extrañaba el brillo de esas mariposas que le recordaban tanto a su abuela. Dixon había tocado de forma tan intensa tantos espacios dentro de ella que por momentos creía que en cada una de sus carencias siempre estaría un pedazo de él; esos con lo
Chantal.Era viernes en la tarde, estaba frente a aquel edificio teniendo una batalla interna donde dar el paso de avance se le hacía complicado. Lo sentía más intimidante que la primera vez que lo visitó. Su imponente estructura le recordaba a lo que se enfrentaría. El aire frío le batía los rizos, a la vez que inhalaba armándose del mismo coraje cuando decidió que no iba a dejar de hacer lo que le gusta por evitar a aquellos que le habían hecho daño.Abordó el elevador y el tiempo dentro de este se le hizo eterno. Cuando se abrió la puerta la recibió el leve bullicio que le era familiar. Todo se veía igual, pulcro, estético e iluminado, como ella lo recordaba. Su corazón latía fuerte y algo parecido a la satisfacción le recorría por dentro.—Bienvenida, Chantal —la voz de Debbie la hizo girar hacia su puesto—. Me alegro que te hayas decidido.—Pensé que tenías la certeza de que regresaría.—No del todo, las personas suelen sorprendernos; a veces de la peor manera.Ella asintió ante
Dixon.Golpeó las paredes metálicas como si fueran las únicas culpables de todas sus penas. Ver a Chantal, no hablarle ni tocarle era una puta tortura que lo llenaba de rabia. Sabía que se tenía que aguantar; darle su espacio y que fuera ella la que decidiera cuándo establecer contacto con él. Lo había pautado así; no podía hacer más que admirarla desde las sombras. Escribirle mensajes o llenarle la oficina de mariposas. Eran acciones banales que no rellenaban ni una ínfima parte de las ganas constantes que sentía de ella. Ansiaba su voz, su compañía, su tacto, su sabor, el ardor delicioso al hundirse entre sus piernas y tomarla de los rizos. Esa bola de pelos era suya, y le mataba la idea de que ella estuviera olvidándolo. Tenía su aroma semidulce tan enredado en la nariz como el desprecio que le dio. Perderse en sus ojos negros era su acción favorita, pero no cuando en ellos veía el fantasma del dolor que él mismo le ocasionó. Parecía que había venido a esta vida a apartar de su l
Dixon.Su horario de sueño se había reducido a no más de cuatro horas diarias. Por mucho que lo intentara parecía que el descanso lo tenía prohibido. Era un desosiego enorme lo que estaba acabando con su estabilidad, el hecho de querer tanto algo y no poder alcanzarlo ¿Cuánto más tendría que seguir así? Hundiéndose en una incertidumbre que era impropia de él. Todo parecía cada vez más lejano, más complicado, más imposible. El tiempo se le escurría y no obtenía resultado alguno.Observaba la página de Charming Girl, deslizaba sus dedos sobre el táctil de la pantalla releyendo los consejos de Chantal. Esto era lo más cerca que podía estar de ella. Como un admirador oculto tras un usuario que la rizada se dedicaba a ignorar. Allí estaban sus mensajes, tan llenos de esas ganas de recuperarla, gritándole que sin importar cómo o cuánto él la amaría. Era la condición involuntaria de su alma, que le había jugado esa mala pasada, recordándole que el destino es un azar cruel que lo hizo enamora