Chantal.A pesar de haber sido su primera vez, para él no lo era. Fue solo un momento especial para ella y uno reiterado para él. No se arrepentía, ¿cómo iba a hacerlo?, si la había pasado de maravilla. Pero a pesar de haber llenado la satisfacción entre pieles, aún le quedaba un vacío en su pecho que pedía más de él.¿Qué más le podría dar? Eso no lo entendía, habían cenado, bailado y tenido sexo. Todo lo que se suponía que hacían dos personas que se querían divertir juntos. O al menos, lo que hacían los hombres como Dixon Derricks con las mujeres. Y la verdad era, que después de los buenos orgasmos, él no se había dedicado a hacerla sentir diferente a las demás.No sabía si había sido correcto darle "las gracias" o que debería decir después de salir de ese baño. Estaba en una encrucijada de pensamientos, que solo la llevaban a la expresión de Anne, donde recalcaba que los hombres como él, después de "follar" no quieren nada más. Era algo que lo tenía por seguro. Se colocó el vestid
DixonEl agua tibia le recorría todo el cuerpo, se le escurría resbaladiza llevándose consigo todo el aroma semidulce de Chantal, pero nada más. La tenía impregnada, pegada en su mente, debajo de la piel. Y lo peor era que no quería sacarla. Le estaba martillando las sienes tortuosamente, le preocupaba demasiado y sentía que no podía hacer nada al respecto. Aunque quisiera deshacerse de todo, ya era demasiado tarde. Las cosas con la rizada habían ido en espiral: en ascendencia con giros inesperados, y por alguna razón sentía que le faltaba mucho por llegar a la cima. Había sido un devenir de emociones encontradas que no podía detener, las cuales catalogaba como un simple capricho. Cosa que justo ahora se daba cuenta, de que no era así. Estaba totalmente convencido de ello, Chantal Robinson, el huracán de rizos azabaches, se lo había llevado al fondo del abismo, y lo peor era que él no quería salir de allí. Mucho menos, después de la noche que pasaron juntos. Había estado esperando t
Dixon.—No me digas que viniste a buscarme o algo así —le dio una gran sonrisa—. ¿Es que me extrañabas, hermano? —colocó las manos sobre su pecho haciendo un puchero.—No seas tonto, Derek —rodó los ojos—. Vine a hablar con Chantal—aquellos dos lo miraron sorprendidos, dispuestos a dedicarle todas las reprimendas que tenían en la punta de la lengua...Ese par de ojos negros que tanto le gustaban, lo miraban con recelo. Chantal no había emitido palabra alguna, solo estaba de pie delante de él, con los rizos revueltos y usando unas pijamas demasiado cortas y que no iban a juego. Dixon le detallaba cada aspecto, intentando descifrar que pasaba por la mente de ella, a la vez que solucionaba como decirle todo lo que ya no se podía aguantar.—¿Qué te pasó en las manos? —preguntó la rizada rompiendo el hielo y señalándole su pijama, ya que las mantenía ocultas.—No es nada de lo que tengas que preocuparte —espetó sin ánimos.—¿Ah, no? —alzó ambas cejas y se acercó hacia él—. ¿De qué me debo
Dixon.—Sí claro, entiendo —se separó un poco—. No te molestará que me quede ¿no?—ella frunció el ceño—. Es que a estas horas la calle está muy fría, podría enfermar —ella abrió su boca con un asombro total.—¿Me estás pidiendo dormir conmigo? —No directamente ——él sonrió de lado—. Es decir, puedo dormir en ese mueble fucsia que ustedes adoran —la miró de arriba a abajo con descaro—. Pero si es contigo mejor.—No tienes remedio, Derricks —dijo con media sonrisa en los labios—. Aunque debería dejar que te congelaras allá afuera —le devolvió la mirada reparadora de cuerpo completo—, pero la conciencia después me mataría —ella comenzó a caminar dejándolo atrás, a Dixon se le hizo un nudo en la garganta, pues la conciencia de él tenía demasiados cargos—. ¿No vienes?La siguió por el pasillo hasta su habitación. Se encontraba iluminada a media luz y tenía olor a ella. Era justo como él pensaba que sería, acogedora, sencilla y con un toque melancólico. Su cama no era tan grande como la de
Chantal...."No sabes lo difícil que es luchar contra uno mismo"...Las palabras de Dixon hacían eco por toda su cabeza ¡Sí lo sabía! Claro que conocía bien lo que era esa batalla interna que se libraba desde lo más profundo de cada ser. Se trataba de una guerra contradictoria en la que el principal exponente era el miedo y solo había dos soluciones: quedarse estancado o arriesgarse, y la primera, ya no era una opción. Al menos no para ella, que estaba luchando por abrir sus horizontes, por darse la oportunidad de recrear nuevos escenarios en su vida, y disfrutarlos al máximo.Sabía que era un riesgo enorme exponerse a lo que tanto le aterraba. Había dejado entrar a ese Derricks en su vida. Cosa que en ocasiones se cuestionaba si había sido la opción correcta, pero a la vez se desmentía a sí misma, pues estar con Dixon, era lo que le pedía a gritos su cuerpo y alma. Sí, tenía miedo, y una indecisión constante que le carcomía por dentro, pero todo lo que él le había hecho sentir en una
Chantal sintió como las palabras de su amiga le atacaban algo dentro, muy en el fondo. Algo que estaba mezclado con una frustración y miedo al fracaso. Era ese punto que le negaba a aceptar la verdad. Que no le permitía ver que podría haber algo más entre ella y Dixon, algo más que la satisfacción entre pieles, algo que era tan placentero como el mejor de los orgasmos.—No creo que Chanty esté lista para contestar eso, Amber. Creo que necesitas tiempo —dijo Anne a Chantal—, pero cuidado, amiga, porque no tener nada serio, hasta cierto punto, implica no tener responsabilidades el uno con el otro, y poder ver a más personas. Cosa que sé que no estás dispuesta a aceptar.Chantal meditó por un momento, intentó hallar respuesta, pero surgían más interrogantes.¿Por qué las relaciones interpersonales eran tan complicadas? ¿Quién escribió las reglas para jugar al amor?¡Sin dudas un inepto que no tenía nada que perder!—No, no creo que aguantaría verlo con otra —suspiró—. Tampoco quiero ser
Chantal.Debby sostenía a Sam de su abrigo con un puño y sus ojos color avellana destilaban rabia pura —¿Por qué conmigo no? —le decía con tono hostil—. ¿No soy suficiente para ti? —Chantal los vio con asombro, pues ellos no habían notado su presencia.—De hecho, creo que eres demasiado —confesó él rodando los ojos—. Sabes que no funcionó, Debby —se soltó de su agarre—, ya déjalo estar.La pelirroja hizo un puchero lleno de amargura. Giró su rostro y se encontró con los asombrados ojos de la rizada. Sus miradas chocaron. Chantal sintió como su rostro se tornaba rojo de la vergüenza que sentía ante lo que había oído. Debby, en cambio, intentó recuperar la compostura con aquel toque profesional que la caracterizaba. Su mirada se aplacó, y lo que la rizada pensó que sería un brillo de reproche total, se convirtió en uno de dolor.—Buenas tardes, Chantal —le dijo la pelirroja después de carraspear una vez. Sam se giró a verla y sonrió.—Bu... Buenas tardes a los dos.—Hola, “Charming Gir
Chantal.El corazón de Chantal latía demasiado rápido y sentía que palidecía entre ambos hombres.—¿Los tienes? —le preguntó el barbudo ignorando como Dixon apretaba la mandíbula.—Aparentemente... —se encogió de hombros, las excusas llegaban a su mente y no podía emitirlas. Sintió como los fuertes brazos de Dixon la tomaban de la cintura y la pegaban a él, sosteniéndola firme, sin dejarla ir.—Bueno pues será para la próxima —dijo finalmente Sam sin darle mucha importancia a la mirada asesina que le propinaba Dixon—. Nos vemos luego, "Charming Girl" —le dedicó una cálida sonrisa y la rizada le devolvió una totalmente nerviosa.Chantal respiraba pesadamente. Nunca se imaginó encontrarse en una situación igual. Percibía a Dixon tenso, como si cada músculo de él se aguantara para no ir detrás de Sam. Ella le dirigió la mirada, se topó con unos ojos de hielo cortante que destilaban rabia. Él respiró intentando dejar ir toda la furia, y la guió dentro de la oficina.—Es de mala educación