Dixon.—Sí claro, entiendo —se separó un poco—. No te molestará que me quede ¿no?—ella frunció el ceño—. Es que a estas horas la calle está muy fría, podría enfermar —ella abrió su boca con un asombro total.—¿Me estás pidiendo dormir conmigo? —No directamente ——él sonrió de lado—. Es decir, puedo dormir en ese mueble fucsia que ustedes adoran —la miró de arriba a abajo con descaro—. Pero si es contigo mejor.—No tienes remedio, Derricks —dijo con media sonrisa en los labios—. Aunque debería dejar que te congelaras allá afuera —le devolvió la mirada reparadora de cuerpo completo—, pero la conciencia después me mataría —ella comenzó a caminar dejándolo atrás, a Dixon se le hizo un nudo en la garganta, pues la conciencia de él tenía demasiados cargos—. ¿No vienes?La siguió por el pasillo hasta su habitación. Se encontraba iluminada a media luz y tenía olor a ella. Era justo como él pensaba que sería, acogedora, sencilla y con un toque melancólico. Su cama no era tan grande como la de
Chantal...."No sabes lo difícil que es luchar contra uno mismo"...Las palabras de Dixon hacían eco por toda su cabeza ¡Sí lo sabía! Claro que conocía bien lo que era esa batalla interna que se libraba desde lo más profundo de cada ser. Se trataba de una guerra contradictoria en la que el principal exponente era el miedo y solo había dos soluciones: quedarse estancado o arriesgarse, y la primera, ya no era una opción. Al menos no para ella, que estaba luchando por abrir sus horizontes, por darse la oportunidad de recrear nuevos escenarios en su vida, y disfrutarlos al máximo.Sabía que era un riesgo enorme exponerse a lo que tanto le aterraba. Había dejado entrar a ese Derricks en su vida. Cosa que en ocasiones se cuestionaba si había sido la opción correcta, pero a la vez se desmentía a sí misma, pues estar con Dixon, era lo que le pedía a gritos su cuerpo y alma. Sí, tenía miedo, y una indecisión constante que le carcomía por dentro, pero todo lo que él le había hecho sentir en una
Chantal sintió como las palabras de su amiga le atacaban algo dentro, muy en el fondo. Algo que estaba mezclado con una frustración y miedo al fracaso. Era ese punto que le negaba a aceptar la verdad. Que no le permitía ver que podría haber algo más entre ella y Dixon, algo más que la satisfacción entre pieles, algo que era tan placentero como el mejor de los orgasmos.—No creo que Chanty esté lista para contestar eso, Amber. Creo que necesitas tiempo —dijo Anne a Chantal—, pero cuidado, amiga, porque no tener nada serio, hasta cierto punto, implica no tener responsabilidades el uno con el otro, y poder ver a más personas. Cosa que sé que no estás dispuesta a aceptar.Chantal meditó por un momento, intentó hallar respuesta, pero surgían más interrogantes.¿Por qué las relaciones interpersonales eran tan complicadas? ¿Quién escribió las reglas para jugar al amor?¡Sin dudas un inepto que no tenía nada que perder!—No, no creo que aguantaría verlo con otra —suspiró—. Tampoco quiero ser
Chantal.Debby sostenía a Sam de su abrigo con un puño y sus ojos color avellana destilaban rabia pura —¿Por qué conmigo no? —le decía con tono hostil—. ¿No soy suficiente para ti? —Chantal los vio con asombro, pues ellos no habían notado su presencia.—De hecho, creo que eres demasiado —confesó él rodando los ojos—. Sabes que no funcionó, Debby —se soltó de su agarre—, ya déjalo estar.La pelirroja hizo un puchero lleno de amargura. Giró su rostro y se encontró con los asombrados ojos de la rizada. Sus miradas chocaron. Chantal sintió como su rostro se tornaba rojo de la vergüenza que sentía ante lo que había oído. Debby, en cambio, intentó recuperar la compostura con aquel toque profesional que la caracterizaba. Su mirada se aplacó, y lo que la rizada pensó que sería un brillo de reproche total, se convirtió en uno de dolor.—Buenas tardes, Chantal —le dijo la pelirroja después de carraspear una vez. Sam se giró a verla y sonrió.—Bu... Buenas tardes a los dos.—Hola, “Charming Gir
Chantal.El corazón de Chantal latía demasiado rápido y sentía que palidecía entre ambos hombres.—¿Los tienes? —le preguntó el barbudo ignorando como Dixon apretaba la mandíbula.—Aparentemente... —se encogió de hombros, las excusas llegaban a su mente y no podía emitirlas. Sintió como los fuertes brazos de Dixon la tomaban de la cintura y la pegaban a él, sosteniéndola firme, sin dejarla ir.—Bueno pues será para la próxima —dijo finalmente Sam sin darle mucha importancia a la mirada asesina que le propinaba Dixon—. Nos vemos luego, "Charming Girl" —le dedicó una cálida sonrisa y la rizada le devolvió una totalmente nerviosa.Chantal respiraba pesadamente. Nunca se imaginó encontrarse en una situación igual. Percibía a Dixon tenso, como si cada músculo de él se aguantara para no ir detrás de Sam. Ella le dirigió la mirada, se topó con unos ojos de hielo cortante que destilaban rabia. Él respiró intentando dejar ir toda la furia, y la guió dentro de la oficina.—Es de mala educación
Chantal.Entre un vaivén de besos y caricias sobre aquel buró, Chantal sentía que flotaba. Dixon lamía y mordía su cuello con ensañamiento, haciendo que una carga eléctrica se le escurriese por todo el cuerpo. Estaba metido entre sus piernas estrujándole los senos con maña debajo de su sostén. Desataba una destreza enorme a la vez que le tomaba sus sensibles botones con los dedos y los apretaba con la fuerza que delataba sus ganas de ella.Ella ahogaba gemidos en su oído mientras recorría su firme cuerpo con las manos. Percibía como el calor que emanaban ambos crecía y se fundía entre sí. Su masculino aroma era todo un deleite, una muestra de que él estaba allí, disfrutando de ella. Chantal abrió su camisa con desesperación. Besó su torso semidesnudo en busca de apagar todo el fuego que le prendía dentro. Lo sentía duro contra sus labios, contra su vientre. Su sabor era una mezcla afrodisíaca que le daban ganas de engullirlo completo, de probar todo de él.¿Qué arte tenía ese Derricks
Chantal.La puerta del lugar se abrió. Dejó ver a un rubio de sonrisa brillante que caminaba hacia ellos.—Oh, pero si aquí están —miró a ambos—. No tenía ni idea —habló con puro sarcasmo—. Espero hayas cuidado bien mi oficina en mi ausencia, Dixon —Chantal vio como comenzaban una guerra entre miradas celestes. —Claro que lo hice, hermano —repuso Dixon divertido—, incluso mejor que tú —el rubio negó par de veces.—Hola, Derek —saludó encogida de hombros—. Debby me dijo que querías hablar conmigo, sobre la sección.—Pues sí, mi bella Chantal —afirmó recobrando su simpatía—, lamento haberte hecho esperar tanto.—Tranquilo, no fue ninguna molestia —le regaló una sonrisa llena de complicidad.—Sí, me imagino —sentenció el rubio mirando a ambos con picardía—. El hecho es que la sección ha sido todo un éxito —ella le sonrió feliz—, y como ya estamos a semanas de navidades, queremos hacer un espacio especial —la rizada asentía a todo lo que decía—, donde des tu testimonio sobre enamorarse d
Chantal.Ella siguió su camino, se dispuso a andar hasta su apartamento mientras el aire frío le calaba los huesos. Llegó después de varios minutos que casi se le hicieron eternos. El lugar estaba totalmente desolado, tenía un toque penumbroso que no le hacía nada bien a sus emociones. Decidió darse una ducha de agua bien caliente, buscaba relajarse, lo necesitaba. Era increíble la habilidad que tenía la vida de darle felicidad por unos instantes y luego arrebatársela ¿Por qué tenía que ser todo lo que la rodeaba tan incierto? No había nada seguro, nada sólido. Ni siquiera ella lo era, ya que no era capaz de mantener una emoción fija, y cada vez que intentaba aferrarse a algo veía como eso se desvanecía, no la sostenía como ella esperaba que lo hiciese. Tal vez ese era el problema. En vez de buscar algo que la sostuviera, debía ella fijar su propio pilar al suelo, sola, sin ayuda de nadie. "¿Por qué te fuiste, Derricks?" Suspiró mientras se colocaba un suéter holgado hasta los musl