OFENDIDA

Veo a Austin, muy serio detrás de mí.

—¡Austin!, ¿qué haces aquí?

Austin no responde, solo se acerca sin dejar de mirar a mi padre con frialdad.

—¿Y tú quien te crees que eres, para tratarme así? —Le pregunta mi padre furioso, y luego empieza a llamar a Efraín. —¡Efraín!, ¡Efraín!, saca a este tipo inmediatamente de aquí.

—¡De inmediato, señor! —Afirma Efraín, pero Austin no está dispuesto a ceder tan fácilmente.

—No te atrevas, Efraín. Tú más que nadie sabe que lo ideal es que yo también esté aquí. —Efraín se para en seco, y luego Austin se dirige nuevamente a mi padre. —Soy el esposo de su hija, señor, y no permitiré que se atreva a hacerle daño.

Tu padre da un paso atrás, intentando recomponerse del disgusto, al saber quien es Austin. Levanta la cabeza, altivo y soberbio, mientras mira a Austin de pies a cabeza, evaluando cada aspecto de su persona.

—¡Ya veo!, así que te has dignado a aparecer. Ya Efraín me había comentado algunas cosas de ti. Una sanguijuela,
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