No quería estar aquí. No quería ver los árboles hundidos en la niebla, ni las casas de madera que crujían con el viento como si susurraran secretos entre ellas. No quería sentir el aire húmedo de Greystone Hollow pegándose a mi piel como un recordatorio constante de que ya no tenía salida.Pero aquí estaba. Obligada a mudarme a este pueblo que parecía detenido en el tiempo, por una razón que ni siquiera tenía que ver conmigo. Todo era por mi madre. Su salud, dijeron. Su equilibrio emocional. Su necesidad de volver a sus raíces. Como si eso fuera una cura para la tristeza que la perseguía desde hacía años, como un espectro que nunca la soltaba.Yo solo era el daño colateral.—Llegamos —dijo mi madre desde el asiento del conductor, con los dedos temblorosos sobre el volante.Su voz era suave, como si hablara desde otro lugar, otro tiempo. Desde que habíamos salido de la ciudad, no había dicho más que dos o tres frases. Sus ojos, sin embargo, no dejaban de observar el paisaje, reconoci
Había tenido muchas primeras veces incómodas, pero ninguna como esta. Despertarme con el recuerdo de un aullido tan cerca de mi ventana que me dejó el corazón acelerado por horas no era precisamente el mejor inicio para mi segundo día en Greystone Hollow.El bosque estaba quieto. Demasiado quieto. Como si se burlara de mí.No le dije nada a mamá. Últimamente hablaba poco, y cuando lo hacía, lo hacía como si estuviera midiendo cada palabra. Como si ciertas verdades tuvieran filo. Me limité a observarla mientras me servía café sin azúcar y me evitaba con la mirada. Lo hacía cada vez que me notaba inquieta. Cada vez que sentía que estaba a punto de hacerle una pregunta que no quería responder.—Dormiste bien —dijo más como una afirmación que una pregunta.—Sí —mentí.Ella solo asintió y volvió a su taza, perdida otra vez.El instituto olía a papel húmedo y desinfectante barato. Era un lugar lleno de rincones oscuros, como si la luz del sol no quisiera colarse demasiado entre sus pared
El primer síntoma fue el oído. Una tarde cualquiera, sentada en clase de biología, escuché el zumbido de una mosca desde el extremo opuesto del laboratorio. Una tontería. Algo insignificante. Pero lo oí como si volara junto a mi oído.El segundo fue el olfato. Greystone Hollow siempre olía a bosque húmedo, pero esa mañana, distinguí entre el pino y la tierra mojada una nota dulce, como miel quemada. Provenía del pasillo. De alguien. Y sin querer, la seguí.El tercero fue peor. Estaba sola en mi habitación, intentando leer un libro, cuando sentí el latido de mi corazón en las yemas de los dedos. Luego en los oídos. Luego… en todo el cuerpo. Como si no fuera mío. Como si algo en mí reclamara ser escuchado.Dormí mal. Otra vez. Pero esta vez los sueños no eran niebla confusa. Eran imágenes nítidas. Claras. Atormentadoras. Lobos. Corriendo bajo una luna plateada.Sus patas golpeaban la tierra húmeda con furia, pero no era violencia. Era libertad. Era instinto. Era un llamado salvaje
Greystone Hollow no tenía muchas casas con historia. Tenía historia oculta.Y después de la advertencia de la anciana, no pude dejar de pensar en mi madre. En lo que había huido. En lo que me había negado saber durante toda mi vida.Así que comencé a buscar.Entre fotos viejas, documentos amarillentos y cajas olvidadas en el altillo de la cabaña donde vivíamos. No tenía mucho. Apenas unas cartas sin firmar, una medalla oxidada con una luna grabada… y un cuaderno de cuero raído que encontré escondido en el falso fondo de un baúl.El diario de mi madre.Las primeras páginas hablaban de su llegada al pueblo cuando era joven. Frases cortas, escritas a mano con una caligrafía dulce, casi tímida. Nostálgica.Pero a medida que avanzaba, las palabras se volvían urgentes. A veces caóticas."He visto sus ojos cambiar bajo la luna.""No somos como ellos.""La Luna Negra se acerca.""El Juramento de Sangre no se rompe. Ni con el tiempo.""Yo lo amé… y fue mi maldición."No entendía del todo, per
No sé cuántas veces al día me pregunté si me estaba volviendo loca.Pero esta semana ya perdí la cuenta.Desde que llegué a Greystone Hollow, mi vida se deshilacha como una tela vieja tironeada desde todos los extremos.Y yo soy el hilo del medio. A punto de romperme.Dormir se volvió un acto violento.Cada vez que cerraba los ojos, algo me empujaba hacia lugares que no conocía, pero que mi cuerpo recordaba.Soñaba con rituales, con luna llena, con sangre.Soñaba con mi madre… pero no era ella.Era una versión joven. Encapuchada. De pie en medio del bosque, con los brazos marcados por símbolos brillantes.Y yo despertaba empapada en sudor. Con el corazón latiendo fuera de compás.A veces llorando. A veces gritando.No entendía qué me estaba pasando.Pero el pueblo sí.Lo presentían.—Te estás desmoronando —me dijo Maggie, la dueña del café donde pasaba las tardes intentando encontrar algo de normalidad.Yo solo la miré.A veces, me preguntaba si en su mirada amable se escondía un sabe