HIJOS DE LA LUNA
HIJOS DE LA LUNA
Por: ANALI
1

No quería estar aquí.

No quería ver los árboles hundidos en la niebla, ni las casas de madera que crujían con el viento como si susurraran secretos entre ellas. No quería sentir el aire húmedo de Greystone Hollow pegándose a mi piel como un recordatorio constante de que ya no tenía salida.

Pero aquí estaba.

Obligada a mudarme a este pueblo que parecía detenido en el tiempo, por una razón que ni siquiera tenía que ver conmigo. Todo era por mi madre. Su salud, dijeron. Su equilibrio emocional. Su necesidad de volver a sus raíces. Como si eso fuera una cura para la tristeza que la perseguía desde hacía años, como un espectro que nunca la soltaba.

Yo solo era el daño colateral.

—Llegamos —dijo mi madre desde el asiento del conductor, con los dedos temblorosos sobre el volante.

Su voz era suave, como si hablara desde otro lugar, otro tiempo. Desde que habíamos salido de la ciudad, no había dicho más que dos o tres frases. Sus ojos, sin embargo, no dejaban de observar el paisaje, reconociendo las curvas del camino como quien reencuentra una cicatriz antigua.

Miré por la ventanilla.

Greystone Hollow era… diferente. Viejo, gris, cubierto por una neblina que no se movía, como si fuera parte del pueblo y no un fenómeno pasajero. Las casas estaban separadas por árboles que parecían demasiado altos, demasiado densos, como si quisieran proteger el lugar de las miradas externas… o impedir que alguien saliera.

—¿Aquí creciste? —pregunté, sin esperar una respuesta real.

Ella asintió apenas. Ni siquiera me miró.

Solo bajó del coche y comenzó a sacar las maletas.

La casa era una cabaña antigua en las afueras del pueblo, al pie de una colina. Nada moderna, ni acogedora. Todo crujía, desde los escalones de madera hasta las bisagras oxidadas de la puerta. Pero lo que más me perturbaba era el bosque que la rodeaba. Denso. Silencioso. Y demasiado oscuro para ser apenas las cuatro de la tarde.

En cuanto entramos, un olor a humedad y leña vieja me golpeó la cara.

—Vas a acostumbrarte —murmuró mamá, mientras caminaba hacia el interior como si lo conociera aún de memoria.

Yo no estaba tan segura.

Ni siquiera quería intentarlo.

Las horas pasaron lentas.

Desempacar, fingir que todo estaba bien, sonreírle a una madre que ya no parecía la misma. Me encerré en la habitación del segundo piso. La única que tenía vista al bosque. Aunque “vista” no era exactamente la palabra correcta. Era más una sensación. Como si el bosque me mirara a mí.

Me senté frente a la ventana. Las ramas se mecían lentamente. El viento no era fuerte, pero había algo en su movimiento que me daba escalofríos. Como si algo más, algo que no era el viento, las moviera desde dentro.

—Estás exagerando —me dije en voz baja.

Pero ni yo me creía.

A la mañana siguiente, mi madre me llevó al instituto local.

Pequeño. Antiguo. Con paredes de ladrillo que parecían al borde del colapso. La directora me recibió con una sonrisa forzada y una carpeta con mi horario. No había más de cien alumnos en todo el lugar, lo cual significaba que no iba a pasar desapercibida. Odiaba eso.

Cuando entré a mi primera clase, todas las miradas se giraron hacia mí. No me sorprendió, pero sí me incomodó. Busqué una silla vacía en la parte de atrás y bajé la cabeza, deseando que el día acabara rápido.

—Eres la hija de la loca, ¿no?

Me giré.

Una chica rubia, delgada como una rama seca, me observaba con una sonrisa ácida. No esperó mi respuesta.

—Todo el mundo lo sabe. Tu madre se fue hace años y ahora vuelve como si nada. Como si Greystone olvidara.

No respondí. ¿Qué podía decir?

Ella sonrió, complacida con mi silencio, y volvió a girarse.

Fue entonces cuando lo sentí.

Una mirada. Intensa. Fría. Como un cuchillo que rozaba mi piel.

Levanté la vista… y ahí estaba él.

Sentado en la esquina opuesta del aula, con la capucha puesta, los ojos oscuros clavados en mí. No había duda de que me observaba. No disimulaba. No parpadeaba. Solo me miraba como si me conociera. Como si supiera algo que yo no.

Tragué saliva. Algo se movió dentro de mí. Algo que no sabía nombrar.

El profesor entró y todos fingieron normalidad. Menos él.

Él siguió mirándome durante toda la clase. Y por alguna razón, yo no podía mirar hacia otro lado.

—¿Ese es Ronan? —pregunté más tarde en el pasillo.

Una chica de primer año me miró con los ojos abiertos como platos.

—No hables con él —susurró—. Es peligroso.

—¿Por qué?

—Nadie lo sabe. Pero no es como los demás. Vive en el límite del bosque, solo. Y… pasan cosas raras cuando él está cerca.

No tuve tiempo de preguntar más.

Él apareció justo detrás de mí.

Y por un instante, juro que el aire se congeló.

—No deberías estar aquí —dijo en voz baja, sin mirarme directamente.

—¿Perdón?

—Este lugar no te quiere.

Y tampoco te necesita.

Dicho eso, se alejó con paso firme, perdiéndose entre los alumnos como si nunca hubiera estado allí.

Me quedé helada.

Esa noche no podía dormir.

Me giraba una y otra vez en la cama, con la sensación punzante de que algo no encajaba. Como si el pueblo entero estuviera construido sobre un secreto del que nadie hablaba, pero todos conocían. Como si me hubieran traído aquí por una razón que aún no entendía.

La luna brillaba a medias entre las ramas.

Me levanté, atraída por la necesidad de mirar hacia el bosque.

Y entonces lo vi.

Una figura.

De pie entre los árboles. Inmóvil. Observándome.

No podía distinguir su rostro. Solo su silueta alta y quieta. Pero sabía que no era parte del bosque. No era un árbol. No era un animal. Era alguien. Alguien que estaba allí para mí.

Retrocedí. Cerré las cortinas con manos temblorosas.

Mi corazón latía como loco. No quería mirar otra vez, pero mis piernas se movieron solas. Cuando abrí una rendija, ya no había nada. Vacío. Solo la bruma y los árboles.

—Estoy perdiendo la cabeza —susurré.

Y en ese instante, un aullido largo y desgarrador rompió el silencio de la noche.

Tan cerca, tan real, que sentí que venía desde dentro de la casa.

Me giré lentamente hacia la puerta cerrada de mi habitación.

El aullido se repitió.

Y esta vez, no vino solo.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP