Alejandro sintió que la paciencia se le agotaba. Respiró profundamente, tratando de mantener la calma antes de responder.—Abuelo, te equivocas —, dijo con voz firme, pero respetuosa. —Amelia no ha intrigado contra nadie. Fue Lisya quien cometió actos imperdonables contra nosotros. Ella misma lo confesó todo.Don Aurelio lo miró con incredulidad, su rostro enrojecido por la furia.—¡Imposible! Lisya jamás haría algo así. Ella me dijo que la involucraron, tú por creerle todo a esta —insistió colérico—, no te creí que fueses un hombre débil que se dejara llevar por una mujer como esta, pero parece que lo eres —gruñó con molestia.Alejandro sintió cómo la furia lo invadía, pero intentó mantener la calma, aunque su voz temblaba de rabia contenida.—¡Basta, abuelo! —exclamó Alejandro, dando un paso al frente, sin apartarse de Amelia—. No voy a permitir que nos hables de esa manera y mucho menos que ataques a mi mujer. Si no puedes respetarla, entonces no me dejas otra opción.Don Aurelio
Comenzaron a caminar hacia las escaleras, decidido a empezar los preparativos para mudarse. Sin embargo, antes de que pudieran llegar al primer escalón, la voz de don Aurelio los detuvo.—¡Esperen! —gritó desde lo alto de las escaleras, su rostro pálido y preocupado. —, Alejandro, hijo.Alejandro y Amelia se detuvieron en seco, intercambiando miradas de preocupación. —No se vayan… por favor, les prometo que no me voy a meter en sus vidas, y hablaré siempre con ustedes —pronunció en tono suplicante.Alejandro suspiró y miró a Amelia, apretando suavemente su mano.—Hablaremos después abuelo, en estos momentos no estoy de humor para conversar contigo —dijo con voz firme.Don Aurelio asintió, aunque la angustia en su rostro era evidente. Amelia miró a Alejandro, intentando leer en sus ojos si realmente era el momento de irse y dejar todo atrás.—Alejandro, no está bien dejarlo solo —susurró Amelia, con la mirada aún fija en el abuelo—. Mira su cara… está sufriendo.Alejandro suspiró pr
Anaís comenzó a sollozar más fuerte. Su pequeño cuerpo temblaba, no solo por el cansancio, sino por el miedo que ahora sentía. Alexandre, aunque agotado, la abrazó con fuerza, intentando transmitirle algo de seguridad.—Te protegeré —dijo Alexandre con el lenguaje de señas, aunque su propio miedo era evidente en sus gestos.Los truenos comenzaron a retumbar a lo lejos, y Alexandre levantó la vista hacia el cielo y aunque ella no escuchó sí pudo sentir como se estremeció la tierra. Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, y Alexandre supo que no tenían mucho tiempo antes de que una tormenta los alcanzara. Miró a su alrededor con desesperación, buscando algún refugio en el bosque.Finalmente, sus ojos se posaron en un viejo tronco de árbol caído, parcialmente hueco. Aunque no era un refugio ideal, serviría para protegerlos de la lluvia que comenzaba a caer con más fuerza.—Tienes que subir a mi espalda —señaló Alexandre con urgencia, moviendo sus manos rápidamente—. Tenemos que l
La carta temblaba entre las manos de Alejandro mientras caminaba apresurado por el pasillo. Su mente giró en torno a la idea de que Alexandre y Anaís se encontraban solos en medio de la tormenta. La furia del viento, los truenos se escuchaban cada vez más cercanos y las gotas de lluvia que golpeaban con fuerza aumentaban su desesperación.Entretanto, Esmeralda, con los ojos llenos de lágrimas, se aferró al brazo de Amelia.—Anaís… por favor, que esté bien, no sé qué haría si le pasara algo. Soy una irresponsable.Amelia la abrazó rápidamente y luego asintió, decidida.—Los encontraremos, Esmeralda. Los traeremos de vuelta.Alejandro comenzó a dar instrucciones con firmeza.—Naomi, infórmale a Berta que llame a todos los empleados, incluso los de seguridad que los espero en la sala.Mientras Naomi corrió para cumplir su orden, él comenzó a hacer llamadas por teléfono, y cuando bajó organizó en grupos para que buscaran a los niños por el jardín por y los alrededores de la casa. Y él dir
El ambiente en la casa estaba cargado de tensión, como si la tormenta que rugía fuera se hubiera colado en cada rincón, en cada respiro contenido. El repiqueteo incesante de la lluvia contra las ventanas y el rugido lejano de los truenos llenaban el espacio, pero lo que más asfixiaba era el silencio desesperado que envolvía a todos mientras observaban a Alexandre, inmóvil en el sofá, apenas respiraba.El pequeño siguió inconsciente, su piel pálida y el tono morado de su rostro eran señales evidentes de que algo terrible estaba ocurriendo. La angustia era palpable, colgando en el aire como un peso que ninguno podía soportar.Anaís se levantó del sofá, sus ojos llenos de miedo y lágrimas. Se acercó a su amigo, su pequeño cuerpo temblando, aunque ya no por el frío, sino por el miedo.Alejandro, con las manos temblorosas, se inclinó sobre Alexandre y colocó dos dedos sobre su cuello, buscando un pulso que no encontraba. El pánico comenzó a apoderarse de su rostro.—No está respirando —mu
Naomi se quedó estática, incapaz de moverse ni de articular palabra. La intensidad en los ojos de ese hombre la congelaba, pero lo que realmente la desconcertaba era algo más profundo. Ese rostro... era una versión adulta de su sobrino Alexandre. La misma estructura facial, la diferencia eran los ojos, los de su sobrino eran verdes, y los de este hombre eran gris plomo, se veían oscuros llenos de furia. ¿Cómo era posible que ese extraño se pareciera tanto? Pensó, sin embargo, la verdad surgió como un relámpago en su mente, la única explicación es que ese hombre fuera el padre de Alexandre, Sergio Castillo. Sus piernas temblaron como gelatina, pero en vez de salir corriendo de allí, la curiosidad por saber más le impidió huir. —Te hice una pregunta —gruñó el hombre, interrumpiendo sus pensamientos. Su tono no dejaba lugar a dudas de que no estaba acostumbrado a esperar respuestas.Naomi sacudió la cabeza ligeramente, saliendo de su estado de shock, y murmuró una disculpa torpe.—Lo
Naomi llegó a la sala de emergencias pediátricas, donde estaba su sobrino, con el corazón a punto de salirse de su pecho. Después de lo que acababa de vivir con Sergio Castillo y las mentiras que había dicho para conocerlo y proteger a Alexandre.La ansiedad y el miedo se mezclaron en su interior, haciendo que cada paso fuera más pesado que el anterior. Sintió un nudo en el estómago, y su mente no dejaba de repasar las palabras de Marina.“Mi hijo despertó hoy y más tardar mañana será dado de alta". El temor de que esa mujer pudiera convencer a Sergio para que pudiera reclamar a Alexandre como su hijo no la dejaba en paz.Cuando por fin llegó a la puerta de emergencia pediátrica donde había ingresado a Alexandre, respiró hondo y se obligó a serenarse. Al entrar, un médico salió a conversar con ella, con una expresión grave, aunque no desesperada.—¿Cómo se encuentra mi niño? —inquirió con una expresión de evidente angustia.—El niño está estable, pero ha desarrollado una neumonía —inf
La mujer vio a Alejandro entrando a la habitación y por eso no dudó en ir tras él. Por su parte, Naomi escuchó la voz de Marina resonar con firmeza en la habitación, y una ola de pánico la envolvió. Su cuerpo tembló mientras intentaba tomar una decisión: salir o quedarse oculta. No sabía qué hacer, pero luego decidió que lo mejor era que no la viera y mantenerse oculta. Sin embargo, necesitaba saber que diría Alejandro ante las palabras de Marina. Con la respiración contenida, entreabrió la puerta poco a poco, asomándose lo suficiente para observar sin ser vista.Marina se encontraba de pie, al lado de la cama de Alexandre, con los ojos fijos en el rostro del pequeño. Su expresión estaba marcada por una mezcla de sorpresa, certeza y algo parecido a la furia. Alejandro, de pie al otro lado de la cama, tenía el ceño fruncido, pero no había dicho nada. El silencio en la habitación se hizo insoportablemente pesado.—Te lo dije, Alejandro —dijo Marina, esta vez más suave, aunque su tono s