Sigue amenazando a Gil el Arconte Mayor. Todos al escucharlo comprenden lo que está sucediendo y giran la cabeza para ver a Gil, queriendo saber quién tuvo tamaño atrevimiento sabiendo de quién se trata de poseerla. Gil al fin sale de atrás de Enril y se inclina ante el Arconte Mayor. Para luego avanzar amenazante hacía el dios Anuxis, que la mira por un momento para luego arrodillarse ante ella.—Perdón mi alma, escúchame, todo es un malentendido—, pero no obtiene el perdón que solicita ante la mirada de sorpresa de todos. A cambio recibe otra enorme descarga de energía.—¡Gil no hagas eso—le pide Jan colocándose delante de su padre— él te acaba de salvar!—¡Apártate hijo, por culpa de este mujeriego yo he pasado todo esto!— Grita con una voz que no es la de Gil.—¡Ailit! —exclaman todos.—¿Mamá…? ¿Eres tú dentro de Gil? ¿Cómo saliste de mí? —pregunta Jan tocándose el cuerpo asombrado. Serafín se adelanta y se coloca delante de Gil, que lo mira e inclina la cabeza ante él, pero si
Ailit al fin se decidió a salir temerosa, es transparente. Se arrodilló delante del Arconte Mayor de Aren. Con Anuxis y Jan a su lado, mientras el Arconte de Zoran la fulminaba con la mirada, al igual que el Arconte de Enver que ahora se había colocado delante de Gil, protegiéndola de todos. También mirando con furia a Ailit por el tamaño atrevimiento de haber ofendido a su pequeña así.—Perdón Gil, perdón mi hermano, perdóname Enver —seguía hablando ella. — En ningún momento irrepesté el cuerpo de mi sobrina. Mi Arconte Mayor, aceptaré mi castigo por hacer lo que hice en mi ceguera y furia con mi sobrina Gil, perdón por haber utilizado a su Luna, no lo hice premeditado. —No me pidas perdón que no te lo daré —dijo el Arconte Mayor de Aren que todavía no dejaba que nadie viera a Gil. —Pero escucharemos tu historia—agregó ante la mirada que le dio Serafí. Ailit asintió y continuó contando. No sabía lo que pasaba, a pesar de escuchar todo, hace un tiempo que debido a que el sirviente
La imponente cueva subterránea rebosaba una energía tensa y sombría. Las antorchas proyectaban luces titilantes sobre los semblantes adustos de los Arcontes, que aguardaban impacientes alrededor de la fuente central. En el estanque de mármol, las aguas burbujeaban inquietas, reflejando la ira contenida de Zoran y Enver, padres de Gil. Junto a ellos, Aren apretaba los puños, con la mandíbula tensa por la furia hacia quien había profanado a su amada. Los padres de Aren, Aoron y Etta, tenían miradas glaciales cargadas de reproche.Por encima de todos se alzaba la imponente figura del Arconte Mayor Serafín, flanqueado por su esposa Nara. Su semblante era una máscara imperturbable, pero su aura irradiaba autoridad incuestionable sobre los demás.En el centro, arrodillada Ailit mantenía la cabeza gacha. Su largo cabello ocultaba su expresión. Junto a ella se encontraba de pie la imponente figura del dios Anuxis, con su hijo Jan a su lado. Su semblante oscuro estaba surcado por una mueca, m
Mientras escuchaba atentamente el relato, Serafín permanecía impasible, aunque su poderosa presencia llenaba la cueva.—Muy bien Ailit, sigue. Está claro que te atraparon porque sabían que Anuxis te había embarazado y así su sirviente Honoré tendría de quien extraer poder y para poner de su parte al bruto de tu esposo que no se dio cuenta de que su hijo era Jan y que tú estabas dentro de él.—Perdón por eso, estaba muy molesto y no me puse a analizar nada. Tiene razón maestro, todos estos años yo he sentido a Jan y a Ailit, pero no presté la atención que debía porque creía que ella estaba muerta. Estuve esperando que pasara su tiempo y que pudiera revivir en otro ser para encontrarla.—Todo fue un plan muy bien desarrollado. Podías escuchar, dijiste Ailit. ¿Qué escuchaste?—Una vez la escuché desde dentro de Jan, hablando con el sirviente Honoré. Él le decía que estaban más cerca de apoderarse de los Arcontes de Aren y Enril, que el dios iba a estar feliz de al fin hacerse del Arconte
Serafín había realizado la pregunta, deseando continuar con el objetivo porque el que todo había bajado Ailit lo miró con duda, pero al final reveló otra verdad estremecedora. —Bueno yo sé que a Lúa, la ayudaron a bajar e introducirse en Enver cuando estaba embarazada. Y que Liyanni es quien le tiene un hechizo y está a la espera de que Lúa se apodere del Arconte de Gil, para a través de ella darle todo el control al dios que la utilizará para apoderarse de Aren. —Entiendo— dice Serafín convertido en el Arconte Maestro— diabólico plan. —Murmuró Serafín, con el ceño fruncido. Su tono denotaba gran preocupación. —¿Qué entiende de eso maestro, por qué dijo eso?—pregunta Aren sintiendo que algo anda mal. —Aren, no debes marcar a tu Luna por ahora —dice muy serio el alfa Aoron. —¿Por qué papá? Yo quiero que lo haga, no deseo que nadie más me tome—. Protesta Gil abrazándose de Aren. Tiene ahora un gran miedo de que otro ser extraño la atrape. —Gil, linda ven aquí —la llama Serafín,
87. LEÍA Leía se adentraba con cautela en el bosque, cubierto por un denso manto de nieve que amortiguaba sus pasos. Los enormes pinos y robles parecían vigilantes silenciosos, ataviados con suaves tocados de escarcha que centelleaban con la tenue luz del atardecer. El aire gélido teñía sus mejillas de carmín e inflamaba su pecho con cada respiración.Un torrente de emociones en conflicto inundaba su mente. Su corazón aún saltaba desbocado y una tibia felicidad brotaba en su pecho al recordar cómo Enril la había defendido frente a esas crueles chicas rubias que solían burlarse de ella. Desde niña, los hirientes comentarios sobre su piel trigueña habían hecho mella en su autoestima. Que él finalmente la respaldara la llenaba de una profunda gratitud. Seguía a Enril tímidamente, con miedo y esperanza al mismo tiempo por entre las ramas de los árboles de las cuales colgaban largas barbas de hielo, tintineando suavemente, como si fueran campanillas anunciando su presencia. Bajo la nieve
Mientras Enril, sin soltar la mano de Leía, entró con ella en el salón del trono. Al cerrarse la puerta tras ellos, la abrazó muy fuerte y la besó apasionadamente. Se moría de ganas de hacerlo, desde que Serafín le borrara las memorias, no había podido. Al separarse, ella lo miró toda sonrojada.—¿Qué haces? —preguntó, aún sin poder creer lo que estaba pasando y alejándose un poco de él. Enril la observaba embobado. Realmente la encontraba preciosa así, tan tímida y ruborizada, tan distinta a como siempre se comportaba con él, desafiante y huraña.—Esto no es una broma, ¿verdad? —preguntó Leía sonrojada. —No te estás burlando de mí, ¿no, Enril?—No, Leía. No me burlaría con algo tan serio. Lo que dije es verdad: eres mi mitad. Lo sé desde que éramos niños —contestó él, tomándole nuevamente las manos y atrayéndola hacia sí. —¿Por qué me miras así?—Nada, creía que lo de que era tu mitad era para defenderte y escapar de esas locas— responde todavía sin creer lo que está pasando, alej
Pregunta Leía asustada, tomando su cabello desconcertada al ver que se ha vuelto completamente azul, ya no es solo un mechón y mirando a Enril, que le sonríe.—Sería por el beso, creo que si me lo devuelves regresará a su color. Explica queriendo que ella al fin lo acepte, pero también porque la encuentra realmente preciosa, sabe que fue su Arconte quien hizo eso. Y no se molesta que lo haya hecho sin decirle, porque en verdad su mitad es la mujer más bella que ha visto y con su color, la encuentra aún más hermosa.—¿Lo dices de verdad o es solo que quieres que te bese?—Sigue desconfiando, aunque ahora le pregunta sonriendo coquetamente.—Las dos cosas —le contesta honestamente—, ven linda, deja que te bese y veras que vuelve a tu color, pero Leía no debes decirle a nadie —le advierte. Ha enseñado demasiadas cosas de su arconte y no sabe si debió hacerlo. Aunque, tanto él como su arconte están decididos a convencerla a como dé lugar. La extrañan mucho, sobre todo sus besos de novio