Leía sintió que las fuerzas la abandonaban mientras observaba a la criatura acercarse. No podía ser real. Debía ser una pesadilla. Rogó por despertar pronto, antes de que esa abominación infernal posara sus garras sobre ella. Retrocedió lentamente, alejándose del extraño ser que avanzaba implacable.Miró a su alrededor con desesperación, esperando que Enril apareciera para rescatarla. ¿Dónde estaba? ¿Por qué la había dejado sola con ese ser infernal? ¿Qué estaba pasando realmente? La criatura se acercaba cada vez más mientras Leía seguía retrocediendo. Su mente estaba nublada por el miedo, pero hizo un esfuerzo por mostrarse firme.—¿Quién es usted? —preguntó, haciendo que su voz resonara con falsa entereza — ¿Dónde está el Beta Enril? Aunque intentaba mostrarse valiente, por dentro temblaba ante la visión de esa criatura salida de una pesadilla. Rogaba porque Enril llegara pronto, antes de que fuera demasiado tarde. No podía creer que la hubiera dejado sola ante ese peligro. ¿Acaso
RECHAZO Todos miran a Jan que retrocede, y se niega rotundamente a que su padre lo una con Lúa, la quinta hija de la Luna. —Hijo no es así —trata de explicarle Ailit— ella es tu mitad, solo es un poco caprichosa, pero verás que cuando sus energías divinas se unan. La amarás, dale una oportunidad.—¡No quiero! ¡Ella no es mi mitad, no lo es! La mía es Gil, ella es mi mitad, yo soy un hombre lobo, no puedo ser mitad de una diosa. Continúa negándose a recibir a Lúa, que lo mira extrañada por primera vez. Pero Anuxis la desaparece en su bastón. Mientras los demás luchan por salvar a Gil, que sigue gritando de dolor. El Arconte Mayor la mira con unos rayos que desprenden sus ojos, todo su cuerpo hasta detenerse de nuevo en el corazón de Gil.—Alfa Zoran, ¿puede extraer eso que le implantó a mi Luna?—¿Qué cosa? Yo no le he implantado nada, solo le di el poder del fuego—. Responde Zoran desesperado sin saber cómo ayudar a su pequeña.—¿Qué es lo que ves Aren? —le pregunta el Arconte May
Todos miran a Jan con comprensión, saben que es un buen chico, pero también entienden que ha tenido que asimilar muchos cambios difíciles en muy poco tiempo.—Vamos a ver, hijo —lo toma Ailit del brazo con cariño y se lo lleva aparte—. Si no la conoces, ¿por qué crees que la vas a rechazar? No juzgues antes de tiempo.Jan baja la mirada, apenado.—Los he escuchado a todos. Yo siempre he odiado a las chicas que se comportan de esa manera tan frívola. A todas las chicas así en la manada las alejé de mí. No me gustan, no me gusta tratar con chicas así, por favor mamá, no me obliguen —suplica Jan con angustia.—Nadie te obliga, hijo —lo tranquiliza Ailit—. Pero ya te explicamos lo que le pasará a ella si la rechazas. Es tu decisión el destino de ella, hijo. Dale una oportunidad, ¿no crees que es muy joven para morir? —opina Ailit con tacto—. Anuxis, saca a Lúa y conéctala con Jan para que no se escape.Jan suspira resignado. Sabe que no tiene alternativa. Debe darle una oportunidad a Lúa,
Retrospectiva:Serafín entra en la habitación de la pequeña Gil y encuentra un gato a su lado. Lo mira con ojos rojos antes de alejarse. Serafín toma a la niña y decide que dormirá con ellos.—¿Qué estás haciendo, Serafín? —pregunta Nara.—Acabo de encontrar un gato negro en su cuna —responde él.—Ah, sí. Viene cada noche y duerme con ella.—¿Por qué no me lo habías mencionado? Ese no es un gato común, Nara. Vi cómo sus ojos cambiaron a un rojo oscuro, casi negro, como el de los demonios.—Querido, tienes que dejar de ver amenazas en todas partes.—No me gusta y no quiero que se acerque a Gil. A partir de esta noche, ella dormirá entre nosotros.—Como desees —acepta Nara.A partir de ese día, el gato negro observaba atentamente cada vez que dejaban a Gil en soledad, lo que también comenzó a suscitar sospechas en Nara. Por ello, decidió no volver a dejarla sola. Todo cambió cuando un lobo negro atacó al gato, que desde ese incidente no volvió a aparecer durante años.Al mudarse a la ci
En medio del caos, Luna Enver y Zoran dejan de luchar y desaparecen con Gil. En ese instante, un sonido bajo y grueso emerge de las profundidades de la tierra. Todos se llevan las manos a la cabeza, gritando de dolor. Son los Desuellamentes, que están controlando sus mentes. Emergen de un agujero en el suelo, en compañía del Drider, y comienzan a devorar el cerebro de todos los que encuentran. Incluso el dios Anuxis y los otros Arcontes se retuercen de dolor.Con un grito unísono, todos se llevan las manos a la cabeza, sus caras retorcidas en muecas de dolor insoportable. Son los Desuellamentes, criaturas abominables que tienen el poder de invadir y controlar las mentes de sus víctimas. Emergen de un agujero en el suelo, una abertura oscura y amenazante que parece ser la puerta misma al inframundo.El Drider, una entidad igualmente aterradora, les acompaña. Su apariencia es una mezcla grotesca de araña y humanoide, con un cuerpo cubierto de pelos oscuros y patas largas y afiladas que
En ese instante, una nueva camada de demonios emerge del agujero en la tierra. Son criaturas horrendas, sus cuerpos retorcidos y deformes son un testimonio de su naturaleza maligna. Sin embargo, antes de que puedan unirse a la lucha, un poderoso aullido resuena en la lejanía.Es Aren, que se ha transformado en Oto, respondiendo al llamado. Su aullido es un grito de desafío, un anuncio de su llegada. La batalla está lejos de terminar, pero con la llegada de Aren, hay una nueva esperanza en el horizonte.Simultáneamente, todos los hombres lobo se transforman en sus formas lupinas, sus cuerpos se retuercen y cambian, adoptando la forma de bestias poderosas y temibles. Responden al aullido de Lúa, la Luna de la manada, los Arcanos Mayores. Su llamado es un eco en el viento, una convocatoria a la batalla que no puede ser ignorada.Junto a ella aparece una pareja de lobos, Aoron y Eta. Se conectan con los hombres lobo, buscando una pareja compatible en medio de la manada. Juntos, lanzan un
Oto mira a el Arconte Mayor, luego se acerca convertido en su humano Aren y le da un fuerte abrazo. Al separarse le dice.—Lo siento Arconte Mayor, quiero vivir mi vida. Puedo aceptar que de vez en cuando entres en mí, pero no es justo para nosotros depender de tu voluntad. Espero que me comprendas, siempre serás mi Arconte, pero deja que viva mi vida con la mujer lobo Gil, y tú con la Arconte. Así no tendremos que estar disputándonos su amor. Las palabras de Oto golpean al Arconte Mayor como un golpe físico. Su lobo, su compañero, su otra mitad, estaba pidiendo espacio, buscando su propia identidad. El Arconte Mayor siente un nudo en la garaganta, una mezcla de sorpresa, tristeza y, paradójicamente, un toque de orgullo.La sorpresa viene de lo inesperado del pedido. Aunque sabía que este día podría llegar, no estaba preparado para enfrentarlo. La tristeza surge de la perspectiva de perder la intimidad que compartían, esa conexión profunda y constante que los había unido durante tan
La tristeza de los Arcontes es un gran enemigo de ellos. Cuando un arconte entristece, pierde la voluntad de vivir, su luminosidad de a poco se pierde y si nos son rescatados a tiempo desaparecen como un suspiroEn el vasto universo de la fantasía, existen entidades de luz y sabiduría conocidas como Arcontes. Son seres etéreos, cuya existencia se basa en la armonía, la alegría y la luz. Su presencia ilumina los rincones más oscuros del cosmos, y su sabiduría guía a las criaturas más jóvenes y menos desarrolladas en su camino hacia la evolución. Pero existe un enemigo que amenaza su existencia, un enemigo contra el cual no pueden luchar con armas ni magia: la tristeza.La tristeza de los Arcontes es una fuerza oscura y siniestra, una entidad que se alimenta de su luz y alegría. Cuando un Arconte cae en la tristeza, su luminosidad comienza a desvanecerse. Su brillo, que una vez fue tan brillante como las estrellas más luminosas, comienza a atenuarse hasta convertirse en un pálido respla