87. LEÍA Leía se adentraba con cautela en el bosque, cubierto por un denso manto de nieve que amortiguaba sus pasos. Los enormes pinos y robles parecían vigilantes silenciosos, ataviados con suaves tocados de escarcha que centelleaban con la tenue luz del atardecer. El aire gélido teñía sus mejillas de carmín e inflamaba su pecho con cada respiración.Un torrente de emociones en conflicto inundaba su mente. Su corazón aún saltaba desbocado y una tibia felicidad brotaba en su pecho al recordar cómo Enril la había defendido frente a esas crueles chicas rubias que solían burlarse de ella. Desde niña, los hirientes comentarios sobre su piel trigueña habían hecho mella en su autoestima. Que él finalmente la respaldara la llenaba de una profunda gratitud. Seguía a Enril tímidamente, con miedo y esperanza al mismo tiempo por entre las ramas de los árboles de las cuales colgaban largas barbas de hielo, tintineando suavemente, como si fueran campanillas anunciando su presencia. Bajo la nieve
Mientras Enril, sin soltar la mano de Leía, entró con ella en el salón del trono. Al cerrarse la puerta tras ellos, la abrazó muy fuerte y la besó apasionadamente. Se moría de ganas de hacerlo, desde que Serafín le borrara las memorias, no había podido. Al separarse, ella lo miró toda sonrojada.—¿Qué haces? —preguntó, aún sin poder creer lo que estaba pasando y alejándose un poco de él. Enril la observaba embobado. Realmente la encontraba preciosa así, tan tímida y ruborizada, tan distinta a como siempre se comportaba con él, desafiante y huraña.—Esto no es una broma, ¿verdad? —preguntó Leía sonrojada. —No te estás burlando de mí, ¿no, Enril?—No, Leía. No me burlaría con algo tan serio. Lo que dije es verdad: eres mi mitad. Lo sé desde que éramos niños —contestó él, tomándole nuevamente las manos y atrayéndola hacia sí. —¿Por qué me miras así?—Nada, creía que lo de que era tu mitad era para defenderte y escapar de esas locas— responde todavía sin creer lo que está pasando, alej
Pregunta Leía asustada, tomando su cabello desconcertada al ver que se ha vuelto completamente azul, ya no es solo un mechón y mirando a Enril, que le sonríe.—Sería por el beso, creo que si me lo devuelves regresará a su color. Explica queriendo que ella al fin lo acepte, pero también porque la encuentra realmente preciosa, sabe que fue su Arconte quien hizo eso. Y no se molesta que lo haya hecho sin decirle, porque en verdad su mitad es la mujer más bella que ha visto y con su color, la encuentra aún más hermosa.—¿Lo dices de verdad o es solo que quieres que te bese?—Sigue desconfiando, aunque ahora le pregunta sonriendo coquetamente.—Las dos cosas —le contesta honestamente—, ven linda, deja que te bese y veras que vuelve a tu color, pero Leía no debes decirle a nadie —le advierte. Ha enseñado demasiadas cosas de su arconte y no sabe si debió hacerlo. Aunque, tanto él como su arconte están decididos a convencerla a como dé lugar. La extrañan mucho, sobre todo sus besos de novio
Leía sintió que las fuerzas la abandonaban mientras observaba a la criatura acercarse. No podía ser real. Debía ser una pesadilla. Rogó por despertar pronto, antes de que esa abominación infernal posara sus garras sobre ella. Retrocedió lentamente, alejándose del extraño ser que avanzaba implacable.Miró a su alrededor con desesperación, esperando que Enril apareciera para rescatarla. ¿Dónde estaba? ¿Por qué la había dejado sola con ese ser infernal? ¿Qué estaba pasando realmente? La criatura se acercaba cada vez más mientras Leía seguía retrocediendo. Su mente estaba nublada por el miedo, pero hizo un esfuerzo por mostrarse firme.—¿Quién es usted? —preguntó, haciendo que su voz resonara con falsa entereza — ¿Dónde está el Beta Enril? Aunque intentaba mostrarse valiente, por dentro temblaba ante la visión de esa criatura salida de una pesadilla. Rogaba porque Enril llegara pronto, antes de que fuera demasiado tarde. No podía creer que la hubiera dejado sola ante ese peligro. ¿Acaso
RECHAZO Todos miran a Jan que retrocede, y se niega rotundamente a que su padre lo una con Lúa, la quinta hija de la Luna. —Hijo no es así —trata de explicarle Ailit— ella es tu mitad, solo es un poco caprichosa, pero verás que cuando sus energías divinas se unan. La amarás, dale una oportunidad.—¡No quiero! ¡Ella no es mi mitad, no lo es! La mía es Gil, ella es mi mitad, yo soy un hombre lobo, no puedo ser mitad de una diosa. Continúa negándose a recibir a Lúa, que lo mira extrañada por primera vez. Pero Anuxis la desaparece en su bastón. Mientras los demás luchan por salvar a Gil, que sigue gritando de dolor. El Arconte Mayor la mira con unos rayos que desprenden sus ojos, todo su cuerpo hasta detenerse de nuevo en el corazón de Gil.—Alfa Zoran, ¿puede extraer eso que le implantó a mi Luna?—¿Qué cosa? Yo no le he implantado nada, solo le di el poder del fuego—. Responde Zoran desesperado sin saber cómo ayudar a su pequeña.—¿Qué es lo que ves Aren? —le pregunta el Arconte May
Todos miran a Jan con comprensión, saben que es un buen chico, pero también entienden que ha tenido que asimilar muchos cambios difíciles en muy poco tiempo.—Vamos a ver, hijo —lo toma Ailit del brazo con cariño y se lo lleva aparte—. Si no la conoces, ¿por qué crees que la vas a rechazar? No juzgues antes de tiempo.Jan baja la mirada, apenado.—Los he escuchado a todos. Yo siempre he odiado a las chicas que se comportan de esa manera tan frívola. A todas las chicas así en la manada las alejé de mí. No me gustan, no me gusta tratar con chicas así, por favor mamá, no me obliguen —suplica Jan con angustia.—Nadie te obliga, hijo —lo tranquiliza Ailit—. Pero ya te explicamos lo que le pasará a ella si la rechazas. Es tu decisión el destino de ella, hijo. Dale una oportunidad, ¿no crees que es muy joven para morir? —opina Ailit con tacto—. Anuxis, saca a Lúa y conéctala con Jan para que no se escape.Jan suspira resignado. Sabe que no tiene alternativa. Debe darle una oportunidad a Lúa,
Retrospectiva:Serafín entra en la habitación de la pequeña Gil y encuentra un gato a su lado. Lo mira con ojos rojos antes de alejarse. Serafín toma a la niña y decide que dormirá con ellos.—¿Qué estás haciendo, Serafín? —pregunta Nara.—Acabo de encontrar un gato negro en su cuna —responde él.—Ah, sí. Viene cada noche y duerme con ella.—¿Por qué no me lo habías mencionado? Ese no es un gato común, Nara. Vi cómo sus ojos cambiaron a un rojo oscuro, casi negro, como el de los demonios.—Querido, tienes que dejar de ver amenazas en todas partes.—No me gusta y no quiero que se acerque a Gil. A partir de esta noche, ella dormirá entre nosotros.—Como desees —acepta Nara.A partir de ese día, el gato negro observaba atentamente cada vez que dejaban a Gil en soledad, lo que también comenzó a suscitar sospechas en Nara. Por ello, decidió no volver a dejarla sola. Todo cambió cuando un lobo negro atacó al gato, que desde ese incidente no volvió a aparecer durante años.Al mudarse a la ci
En medio del caos, Luna Enver y Zoran dejan de luchar y desaparecen con Gil. En ese instante, un sonido bajo y grueso emerge de las profundidades de la tierra. Todos se llevan las manos a la cabeza, gritando de dolor. Son los Desuellamentes, que están controlando sus mentes. Emergen de un agujero en el suelo, en compañía del Drider, y comienzan a devorar el cerebro de todos los que encuentran. Incluso el dios Anuxis y los otros Arcontes se retuercen de dolor.Con un grito unísono, todos se llevan las manos a la cabeza, sus caras retorcidas en muecas de dolor insoportable. Son los Desuellamentes, criaturas abominables que tienen el poder de invadir y controlar las mentes de sus víctimas. Emergen de un agujero en el suelo, una abertura oscura y amenazante que parece ser la puerta misma al inframundo.El Drider, una entidad igualmente aterradora, les acompaña. Su apariencia es una mezcla grotesca de araña y humanoide, con un cuerpo cubierto de pelos oscuros y patas largas y afiladas que