La imponente cueva subterránea rebosaba una energía tensa y sombría. Las antorchas proyectaban luces titilantes sobre los semblantes adustos de los Arcontes, que aguardaban impacientes alrededor de la fuente central. En el estanque de mármol, las aguas burbujeaban inquietas, reflejando la ira contenida de Zoran y Enver, padres de Gil. Junto a ellos, Aren apretaba los puños, con la mandíbula tensa por la furia hacia quien había profanado a su amada. Los padres de Aren, Aoron y Etta, tenían miradas glaciales cargadas de reproche.Por encima de todos se alzaba la imponente figura del Arconte Mayor Serafín, flanqueado por su esposa Nara. Su semblante era una máscara imperturbable, pero su aura irradiaba autoridad incuestionable sobre los demás.En el centro, arrodillada Ailit mantenía la cabeza gacha. Su largo cabello ocultaba su expresión. Junto a ella se encontraba de pie la imponente figura del dios Anuxis, con su hijo Jan a su lado. Su semblante oscuro estaba surcado por una mueca, m
Mientras escuchaba atentamente el relato, Serafín permanecía impasible, aunque su poderosa presencia llenaba la cueva.—Muy bien Ailit, sigue. Está claro que te atraparon porque sabían que Anuxis te había embarazado y así su sirviente Honoré tendría de quien extraer poder y para poner de su parte al bruto de tu esposo que no se dio cuenta de que su hijo era Jan y que tú estabas dentro de él.—Perdón por eso, estaba muy molesto y no me puse a analizar nada. Tiene razón maestro, todos estos años yo he sentido a Jan y a Ailit, pero no presté la atención que debía porque creía que ella estaba muerta. Estuve esperando que pasara su tiempo y que pudiera revivir en otro ser para encontrarla.—Todo fue un plan muy bien desarrollado. Podías escuchar, dijiste Ailit. ¿Qué escuchaste?—Una vez la escuché desde dentro de Jan, hablando con el sirviente Honoré. Él le decía que estaban más cerca de apoderarse de los Arcontes de Aren y Enril, que el dios iba a estar feliz de al fin hacerse del Arconte
Serafín había realizado la pregunta, deseando continuar con el objetivo porque el que todo había bajado Ailit lo miró con duda, pero al final reveló otra verdad estremecedora. —Bueno yo sé que a Lúa, la ayudaron a bajar e introducirse en Enver cuando estaba embarazada. Y que Liyanni es quien le tiene un hechizo y está a la espera de que Lúa se apodere del Arconte de Gil, para a través de ella darle todo el control al dios que la utilizará para apoderarse de Aren. —Entiendo— dice Serafín convertido en el Arconte Maestro— diabólico plan. —Murmuró Serafín, con el ceño fruncido. Su tono denotaba gran preocupación. —¿Qué entiende de eso maestro, por qué dijo eso?—pregunta Aren sintiendo que algo anda mal. —Aren, no debes marcar a tu Luna por ahora —dice muy serio el alfa Aoron. —¿Por qué papá? Yo quiero que lo haga, no deseo que nadie más me tome—. Protesta Gil abrazándose de Aren. Tiene ahora un gran miedo de que otro ser extraño la atrape. —Gil, linda ven aquí —la llama Serafín,
87. LEÍA Leía se adentraba con cautela en el bosque, cubierto por un denso manto de nieve que amortiguaba sus pasos. Los enormes pinos y robles parecían vigilantes silenciosos, ataviados con suaves tocados de escarcha que centelleaban con la tenue luz del atardecer. El aire gélido teñía sus mejillas de carmín e inflamaba su pecho con cada respiración.Un torrente de emociones en conflicto inundaba su mente. Su corazón aún saltaba desbocado y una tibia felicidad brotaba en su pecho al recordar cómo Enril la había defendido frente a esas crueles chicas rubias que solían burlarse de ella. Desde niña, los hirientes comentarios sobre su piel trigueña habían hecho mella en su autoestima. Que él finalmente la respaldara la llenaba de una profunda gratitud. Seguía a Enril tímidamente, con miedo y esperanza al mismo tiempo por entre las ramas de los árboles de las cuales colgaban largas barbas de hielo, tintineando suavemente, como si fueran campanillas anunciando su presencia. Bajo la nieve
Mientras Enril, sin soltar la mano de Leía, entró con ella en el salón del trono. Al cerrarse la puerta tras ellos, la abrazó muy fuerte y la besó apasionadamente. Se moría de ganas de hacerlo, desde que Serafín le borrara las memorias, no había podido. Al separarse, ella lo miró toda sonrojada.—¿Qué haces? —preguntó, aún sin poder creer lo que estaba pasando y alejándose un poco de él. Enril la observaba embobado. Realmente la encontraba preciosa así, tan tímida y ruborizada, tan distinta a como siempre se comportaba con él, desafiante y huraña.—Esto no es una broma, ¿verdad? —preguntó Leía sonrojada. —No te estás burlando de mí, ¿no, Enril?—No, Leía. No me burlaría con algo tan serio. Lo que dije es verdad: eres mi mitad. Lo sé desde que éramos niños —contestó él, tomándole nuevamente las manos y atrayéndola hacia sí. —¿Por qué me miras así?—Nada, creía que lo de que era tu mitad era para defenderte y escapar de esas locas— responde todavía sin creer lo que está pasando, alej
Pregunta Leía asustada, tomando su cabello desconcertada al ver que se ha vuelto completamente azul, ya no es solo un mechón y mirando a Enril, que le sonríe.—Sería por el beso, creo que si me lo devuelves regresará a su color. Explica queriendo que ella al fin lo acepte, pero también porque la encuentra realmente preciosa, sabe que fue su Arconte quien hizo eso. Y no se molesta que lo haya hecho sin decirle, porque en verdad su mitad es la mujer más bella que ha visto y con su color, la encuentra aún más hermosa.—¿Lo dices de verdad o es solo que quieres que te bese?—Sigue desconfiando, aunque ahora le pregunta sonriendo coquetamente.—Las dos cosas —le contesta honestamente—, ven linda, deja que te bese y veras que vuelve a tu color, pero Leía no debes decirle a nadie —le advierte. Ha enseñado demasiadas cosas de su arconte y no sabe si debió hacerlo. Aunque, tanto él como su arconte están decididos a convencerla a como dé lugar. La extrañan mucho, sobre todo sus besos de novio
Leía sintió que las fuerzas la abandonaban mientras observaba a la criatura acercarse. No podía ser real. Debía ser una pesadilla. Rogó por despertar pronto, antes de que esa abominación infernal posara sus garras sobre ella. Retrocedió lentamente, alejándose del extraño ser que avanzaba implacable.Miró a su alrededor con desesperación, esperando que Enril apareciera para rescatarla. ¿Dónde estaba? ¿Por qué la había dejado sola con ese ser infernal? ¿Qué estaba pasando realmente? La criatura se acercaba cada vez más mientras Leía seguía retrocediendo. Su mente estaba nublada por el miedo, pero hizo un esfuerzo por mostrarse firme.—¿Quién es usted? —preguntó, haciendo que su voz resonara con falsa entereza — ¿Dónde está el Beta Enril? Aunque intentaba mostrarse valiente, por dentro temblaba ante la visión de esa criatura salida de una pesadilla. Rogaba porque Enril llegara pronto, antes de que fuera demasiado tarde. No podía creer que la hubiera dejado sola ante ese peligro. ¿Acaso
RECHAZO Todos miran a Jan que retrocede, y se niega rotundamente a que su padre lo una con Lúa, la quinta hija de la Luna. —Hijo no es así —trata de explicarle Ailit— ella es tu mitad, solo es un poco caprichosa, pero verás que cuando sus energías divinas se unan. La amarás, dale una oportunidad.—¡No quiero! ¡Ella no es mi mitad, no lo es! La mía es Gil, ella es mi mitad, yo soy un hombre lobo, no puedo ser mitad de una diosa. Continúa negándose a recibir a Lúa, que lo mira extrañada por primera vez. Pero Anuxis la desaparece en su bastón. Mientras los demás luchan por salvar a Gil, que sigue gritando de dolor. El Arconte Mayor la mira con unos rayos que desprenden sus ojos, todo su cuerpo hasta detenerse de nuevo en el corazón de Gil.—Alfa Zoran, ¿puede extraer eso que le implantó a mi Luna?—¿Qué cosa? Yo no le he implantado nada, solo le di el poder del fuego—. Responde Zoran desesperado sin saber cómo ayudar a su pequeña.—¿Qué es lo que ves Aren? —le pregunta el Arconte May