Una vez más Alana no había podido conciliar el sueño en todo el día y cuando anunciaron que tendrían que salir en diez minutos para volver a jugarse la vida y probablemente ser responsable de más muertes estaba agotada y además hambrienta, pues apenas tuvo el estomago para comer algo de toda la maravillosa comida que pusieron a su disposición después de haberla obligado a ver como quince personas eran degolladas.
No debió de haber reaccionado así, no era ninguna novedad que tendría que ver gente morir para poder conseguir lo que quería, pero la primera ronda fue brutal, había tenido que tomar la responsabilidad directa de la muerte de quince personas apenas empezar el torneo. No sabía como podrían ponerse más tétricas las cosas, pero sospechaba que lo averiguaría pronto.
Se obligó a apartar la mirada de las camas vacías en su dormitorio, que le estuvieron gritando todo el día para impedir que conciliara el sueño, y se apresuró a alistarse a tropezones para no lucir como un caso perdido al salir al pasillo.
En silencio y perfecto orden se integró en la fila que seguía al hombre vestido de negro, esta vez fueron conducidos directamente al patio.
Al llegar los formaron a todos en juntos, al menos de momento estaban en el mismo grupo y no estaba segura de si eso le gustaba o no.
— ¡Bienvenidos a la segunda ronda! Esta vez nos remontaremos a nuestra niñez con un juego clásico, vamos a jugar al escondite. Presten atención a las reglas: Vamos a seleccionar al azar a 3 personas que van a contar hasta cien en voz alta mientras el resto se esconde, y en cuanto terminen van a tomar uno de estos — La vampiresa rubia tomó un rifle para mostrarlo tanto a los jugadores como a la audiencia— y van a empezar a buscar, van a dispararle a quién encuentren después de decir “1, 2, 3 por ti”. Tienen un tiempo limite de una hora para encontrar a las doce personas escondidas, si lo logran pasarán a la siguiente ronda, de lo contrario serán ejecutados y aquellos a quienes no hayan encontrado serán quieres se vayan a disfrutar tranquilos de su cena ¿Están claras las reglas?
Le dio la impresión de que esperaba una especie de respuesta a esa pregunta, justo como un profesor que se dirige a su clase, pero estaba demasiado helada como para hablar.
Odiaba ese maldito juego, incluso de niña, y ahora tendría que pasar una hora encogida en algún rincón temblando en silencio y rezando por que no la encontraran para coserla a tiros.
Nadie más se atrevió a abrir la boca, así que continuó.
— Muy bien, entonces voy a seleccionar al azar a tres personas que según su expediente han utilizado armas de fuego alguna vez… Héctor, Alicia y Raúl, vengan conmigo por favor.
Dijo tras sacar tres nombres de una bolsa de terciopelo negro.
Los nombrados se acercaron al podio, dos de ellos agobiados, otro visiblemente complacido de ser él quién llevaba el rifle en la mano.
Les vendaron los ojos a los tres.
— Pueden empezar a contar, el resto ya sabe lo que tiene que hacer ¡Vayan! Todo el campus es su patio de juegos.
Ordenó.
— 1, 2, 3, 4…
Empezaron a contar al unisono.
Todos salieron corriendo y se dispersaron, mientras ella se quedó de pie con la mente en blanco.
Tenía que largarse de ahí también, pero ¿A dónde carajos debía irse? Ni siquiera conocía completamente la escuela en ruinas en la que los habían metido.
Era el peor momento para quedarse paralizada por el miedo, así que se obligó a echar a correr, confiando en que su mente fuera más rápida que sus piernas y descubriera a donde iba en algún punto.
Lo primero que pensó fue en buscar un lugar lo más lejos posible del patio, así que siguió corriendo tan rápido como le era posible hasta llegar al ultimo piso del edificio donde estaban sus dormitorios y abrió la puerta de la habitación al final del pasillo.
Lo hizo inicialmente por mero instinto, alejarse del peligro tanto como era posible, pero pensándolo bien pudo haber sido una buena idea considerando que lo más lógico era que empezaran a buscar en los sitios que quedaban más cerca del punto de partida y si eran lo suficientemente meticulosos y ella afortunada, tal vez no tuvieran tiempo de llegar hasta allá.
Al parecer la habitación había sido usada anteriormente como dormitorio y no se habían tomado la molestia de renovarla, estaba prácticamente en ruinas.
No tenía mucho tiempo para buscar dónde esconderse, así que de nuevo dejó que el instinto tomara el control y terminó metiéndose en el pequeño baúl que estaba a los pies de la cama del fondo.
Esta era probablemente la primera vez en su vida que se alegraba de su estatura y su complexión escuálida, alguien más cercano al promedio probablemente no cabría en ese espacio tan reducido, incluso ella sentía que apenas tenía espacio para respirar y que cada músculo de su cuerpo estaría dolorido después de una hora ahí, pero eso era preferible a que le dispararan y confiaba en que no se tomarían la molestia de buscar ahí.
Cerró los ojos para tranquilizarse, la habitación estaba tan obscura que apenas se alcanzaban a distinguir las siluetas de las cosas de todas formas.
Intentó tomar una respiración profunda para calmar sus nervios, pero se arrepintió de inmediato. El olor a madera podrida y todo el polvo que acababa de inhalar iban a terminar haciéndola estornudar y sería muy estúpido morir porque sus alergias la delataron.
Cubrió su nariz y su boca con la manga de su uniforme y trató de pensar en otra cosa, tenía que distraerse o iba a terminar volviéndose loca antes de que transcurriera una hora.
Gracias a Dios no era claustrofóbica, de hecho le gustaban los lugares reducidos, donde sólo cabía ella y no podían verla.
Cuando era niña tenía la costumbre de meterse en el pequeño cajón de su closet, en el que se suponía que guardara sus zapatos, cada que hacía enojar a su mamá o notaba que estaba molesta por algo. A veces llegaba a quedarse dormida ahí hasta que su padre volvía del trabajo y la sacaba.
Ojala pudiera simplemente quedarse dormida y soñar algo agradable hasta que esa pesadilla terminara, pero apenas se acomodó ahí resonó el primer disparo y por poco suelta un grito.
Al poco rato sonaron dos disparos más.
Estaba luchando por no soltarse a llorar en ese momento tan inoportuno, cuando escuchó a alguien acercarse corriendo por el pasillo.
No esforzarse por quedarse en silencio, involuntariamente contuvo el aliento y le pareció que su corazón se detuvo por un par de segundos a causa del pánico.
Nunca había sido muy devota y de hecho el que hubiera visto vampiros con sus propios ojos y nunca hubiera percibido una señal de la existencia de Dios en su vida ponía en tela de juicio todo lo que habían intentado enseñarle en el catecismo, pero en ese momento surgió desde el fondo mismo de su alma una plegaria para que esos pasos se alejaran.
Estuvo a punto de orinarse encima cuando escuchó el rechinido de la puerta que casi se caía en pedazos al abrirse.
Sonó como si alguien entrara al cuarto dando tropezones mientras gimoteaba.Se sintió confundida por un segundo y su mente empujó el terror a un rincón para poder concentrarse y tratar de entender lo que estaba pasando.Los sollozos claramente eran femeninos ¿Se trataba de la chica que estaba buscando? ¿Por qué estaría llorando? Bueno, seguramente ella no estaría muy feliz si le pusieran un arma en las manos y la mandaran a cazar personas.Arrastraron algo pesado por el suelo de madera a medio pudrir, se dejaron de escuchar los pasos y el llanto sonaba amortiguado, como si se hubieran tapado la boca para acallarlo.Tras unos segundos de silencio comprendió que no la estaban buscando por el momento, tal vez otra de las jugadoras no había podido esconderse todavía cuando empezaron los disparos y entró en pánico, por eso estaba llorando.Por desgrac
La más agraciada entre todas las jugadoras no podía creer que realmente le hubieran dado armas a tres personas para que buscaran a sus compañeros para matarlos.Les habían dicho que el principal objetivo del torneo era entretener a los vampiros de la elite, en particular a los más longevos, pues al parecer incluso el lujo y los placeres pueden cansarte cuando tienes una cantidad virtualmente infinita de tiempo libre en tus manos, pero ella podría apostar a que había algo mucho más profundo de fondo.Los juegos no eran elegidos al azar, estaba segura de eso. La primer ronda parecía querer enseñarles que la clave para llegar a la final era lanzar el primer golpe, matar sin dudar a tu oponente antes de ser tu quién acabara en la guillotina. No era difícil suponer que esa era también la razón por la que los obligaban a presenciar las ejecuciones y que justo despu&e
Al estar abrazadas de esa forma Alana podía sentir el temblor en el cuerpo de esa chica. La pobre,que probablemente tuviera menos de veinte años, estaba muerta de miedo y, en el fondo de su corazón, que había resultado más ruin y egoísta de lo que había creído, se alegraba de que fuera así y de que estuvieran juntas, por que el instinto de mantener la calma para poder ofrecer algún consuelo a alguien que parecía más vulnerable que ella le había obligado a encontrar, o aparentar al menos, una entereza que en realidad no creía tener.Acarició el cabello largo y lacio de la chiquilla en un intento de calmarla, hasta que volvió a sonar el timbre de escuela.La vez pasada lo habían usado para indicar el termino del plazo que les habían dado para decidir si morían o se convertían en asesinos, por lo que cabía suponer q
Trató lo mejor posible de controlar las arcadas para que no la odiaran por arruinarle la cena a todos, pero todavía estaba casi tan pálida como sus propios anfitriones.Se sintió un poco mejor tan pronto como llegaron al comedor y tanto la sangre como quienes la derramaron quedaron fuera de su vista, aunque el aroma a comida no ayuda mucho cuando tienes nauseas y la apariencia del comedor le resultaba inquietante.Podía describirlo con una sola frase: Era una cafetería de escuela común y corriente. Tenía las mesas largas que en ocasiones más de un grupo de estudiantes se veían obligados a compartir, la barra en la que tenías que formarte, charola en mano, para recoger tu comida, incluso la pizarra en la que se colgaban carteles y anuncios.La única diferencia era probablemente el menú, mucho más amplio y atractivo del que ofrecían cuando ella iba a la escuela
Cuando escuchó el aviso de que tenía diez minutos para salir de la cama y alistarse fue inevitable recordar todas las mañanas en la que tuvo que recurrir a una fuerza de voluntad sobrehumana para no ignorar la alarma de su celular y seguir durmiendo en vez de abandonar la bendita calidez de su cama para dirigirse a un trabajo que la hacía miserable.Claro que no tenía la opción de “posponer” en esta ocasión y lo que estaba en juego era mucho más importante que el salario del día, así que, aunque no podría decir que salir a tomar parte en un juego perverso de matar o morir le agradara más que ir a trabajar, suspiró con fuerza y se levantó de un salto, tirando las sabanas al piso.Sabía por lo años de experiencia que si no salía de la cama de una sola vez, simplemente no lo haría, pero ese movimiento brusco no fue una buena idea.
De modo que el misterioso mecanismo de la plataforma consistía en dos taladros, cada uno apuntando a uno de los campeones, directamente a sus ojos, y se acercaban a ellos deslizándose por un riel.El ruido, parecido al de la fresa de los dentistas, le hacía rechinar los dientes y además no le era grato teniendo en cuenta que todavía tenía dolor de cabeza.La punta metálica del taladro cada vez más cerca de dejarla parcialmente ciega era una autentica imagen de pesadilla, aunque por suerte no era peor de lo que había imaginado, al menos no era una prueba para ver quién soportaba más dolor físico, todavía.Aún así, ¿Estaría dispuesta a sacrificar uno de sus ojos para salvar la vida de tres desconocidos?No, esa no era una pregunta que debería hacerse en ese momento. Tenía que tratar de pensar en otra cosa y c
Despertó a mitad del día a causa de una pesadilla. El día anterior, gracias al alcohol y el cansancio, se había quedado profundamente dormida y ni siquiera recordaba si había soñado algo, pero esa mañana le había costado mucho conciliar el sueño y cuando finalmente lo logró su mente decidió reproducir las terribles imágenes de las ultimas noches y el ruido del taladro que bien pudo haberla dejado tuerta. Cuando abrió los ojos se encontró en una habitación muy distinta a la que había ocupado toda su vida en casa de sus padres y las camas vacías hacían tanto escandalo al gritarle que estaba completamente sola a mitad de la nada que no fue capaz de volver a quedarse dormida. Tenía los ojos bien abiertos cuando les dieron el anuncio de los diez minutos, así que sólo suspiró resignada y se arrastró a lavarse la cara y ordenar su cabello. Salió en el tiempo estipulado. Le sorprendió que Darío la saludara con un gesto cuando se encontraron el pasillo
No bien estuvieron las dos formadas, Jackeline corrió a sus brazos con los ojos llenos de lágrimas. Alana le correspondió estrechándola con fuerza y, cómo no, empezó a llorar de nuevo, aunque está vez era más bien de alegría. Sí, a pesar del precio que había pagado le alegraba que su amiga estuviera a salvo, al menos una noche más. — ¡Te tardaste mucho en apretar el botón, m*****a! Estuve a nada de hacerme en los pantalones cuando quedaban dos segundos y no lo habías presionado todavía. Le reprochó medio en broma mientras la tomaba del brazo para caminar juntas al comedor. — Lo siento ¿Vale? Estuve en shock por unos segundos, no me esperaba que fueran a sacarse algo así de la manga, pero lo importante es que pulsé el maldito botón a tiempo y vamos poder a cenar juntas una noche más. — Hablando de, mueve tus piernitas que estoy famélica ¡Los desgraciados no nos dieron nada de comer anoche! Una sonrisa casi impercepti