Antes siquiera de que el abrumador peso de que sus palabras cayera sobre ellos, un chico con cabello castaño y rizado corrió a escribir “SÍ” en el pizarrón con un trozo de tiza.
¿Pero qué carajos le pasaba a ese tipo? Si te preguntan si un salón lleno de personas inocentes deben morir la respuesta obvia es “no” ¿cierto? No había ni que pensárselo, no tenía la menor intención de cargar en su consciencia con esas muertes, pero ese tipo había decidido, para colmo sin consultar al resto, que quería llenarse las manos de sangre.
— ¿Pero que m****a? ¿Cómo puedes decidir por tu cuenta que queremos que maten a quince personas? Maldito psicópata.
Exclamó Alana tras levantarse con la intensión de borrar la respuesta y reemplazarla con “NO”. ¿Cómo era posible que el resto se quedara sentado tan tranquilo en esas circunstancias? ¡Estaban hablando de personas!
Tan pronto el castaño vio que estiraba la manga del uniforme para usarla como borrador, la tomó con fuerza de la muñeca para impedirlo.
— ¿Pero qué haces, subnormal? ¿Prefieres que muramos nosotros a que muera la gente del salón de enfrente?
— ¡No todo el mundo está tan loco como tú! ¿Por qué responderían que sí a matar a quince personas que ni siquiera conocen?
— No lo sé, subnormal, tal vez porque si lo hacen se duplican sus posibilidades de ganar este maldito juego o porque no van a correr el riesgo de que a nosotros se nos ocurra esa opción antes que a ellos y los matemos a todos.
Alana se quedó helada ante tales argumentos. Tenía sentido, no iba a negarlo, pero ¿Realmente era tan fácil decidir asesinar a tanta gente? ¡Es que ni siquiera fingió pensárselo un segundo! ¿De verdad los integrantes del otro equipo respondieron que sí a su muerte con tanta frialdad? Después de todo eran seres humanos hablando de vidas humanas, los valores debían caber en algún lado dentro de esa conversación ¿O no?
— ¿Y no se te ha ocurrido que puede haber personas con consciencia? ¿Que los dos grupos podríamos responder “No” y evitar muertes innecesarias?
— No tenemos ninguna certeza de que vayan a elegir “No” y el riesgo es demasiado alto. Sólo espero que no hayan escrito “Sí” antes que nosotros.
Intervino otra chica, muy alta, de complexión atletica y cabello obscuro y rizado, tomándola de la mano para hacerla volver a su lugar.
— ¿Ustedes no van a decir nada? ¿Van a quedarse cayados y ver cómo matan a quince personas?
Dijo dirigiéndose al resto del grupo en busca de apoyo.
— Dime una cosa, ¡Oh brújula de la moral!, ¿Qué m****a haces aquí? Me imagino que sabías de qué se trataba todo esto antes de venir ¿No? ¿Por qué aceptaste participar si no estabas dispuesta a hacer lo que hiciera falta para sobrevivir? ¿No se te había ocurrido que si por algún milagro llegas a ganar vas a tener que matar humanos constantemente para alimentarte, subnormal?
— ¡Estas muertes pueden evitarse!
— Sí, si las remplazamos con las nuestras, pero no estoy dispuesto a morir sólo para que puedas seguir diciéndote a ti misma que eres una buena persona, así que ve a sentarte o abre la puerta, ve al otro salón y dale a alguien más tu lugar aquí.
La otra chica que había intervenido la tomó del brazo y tiró de ella con algo más de firmeza para hacerla volver a su asiento.
— Lo siento, de verdad. Es un asco, pero en el fondo tiene razón, es muy peligroso confiar a ciegas en su buen corazón.
Le susurró mientras la conducía a su lugar, en el mismo tono condescendiente en el que le hablaría a un niño.
De muy buena gana se habría sacudido su brazo y habría empezado a gritar hasta que el resto no pudiera ignorar lo que estaba pasando y se vieran obligados cuando menos a decir en voz alta que estaban de acuerdo en asesinar a quince personas inocentes para pasar a la siguiente ronda, pero si hacía escandalo quedaría como una loca irracional y todos sus argumentos serían invalidados en automático, así que le dirigió una ultima mirada envenenada y volvió a sentarse.
Como si apenas en ese momento acabaran de calarles en los huesos las implicaciones de la decisión que habían tomado, o que habían permitido a alguien más tomar que al final era lo mismo, se habían quedado en absoluto silencio y no se atrevían siquiera a hacer contacto visual entre ellos.
Dejarlo así uno o dos minutos más hubiera sido una tortura bastante efectiva, pero exactamente diez minutos después de que recibieron las instrucciones de esa primera ronda, sonó una campana como la que anunciaba el final de un periodo en las escuelas y se escuchó una voz anunciar que el tiempo había terminado.
La puerta se abrió y salieron en una fila ordenada para seguir a un hombre vestido de negro que los llevaría a través de los pasillos y escaleras viejas hacia el patio, donde creía estaba su audiencia aguardando para el gran final de los eventos de la noche.
En el pasillo se habían cruzado con el otro grupo y aunque su primer instinto había sido apartar la mirada, no fijarse en sus rostros para que no aparecieran en sus sueños, la curiosidad le ganó y los vio, tratando de descubrir en su apariencia o su actitud algo que comprobara o desmintiera la suposición del cretino que había corrido a anotar la respuesta.
Poco podía decirse de la personalidad de alguien sólo por su apariencia, especialmente cuando llevaban un uniforme en vez de su propia ropa y les habían quitado todas sus pertenencias, sólo había descubierto que todos estaban al rededor de los veintes y aunque no los contó le pareció a simple vista que aproximadamente la mitad eran hombres y el resto mujeres.
Sus expresiones, sin embargo, eran mucho más elocuentes, parecía que todos llevaban puesta una mascara de seriedad fúnebre, pálida y rígida como si su rostro se hubiera convertido en cera.
Había un silencio sofocante que resultaba inesperado en un pasillo abarrotado de gente y, al igual que los miembros de su grupo, no se atrevían a ver a nadie a la cara, muchos incluso mantuvieron la vista clavada en sus propios zapatos durante todo el trayecto.
Tal vez sólo estaba viendo lo que quería ver para aliviar un poco la culpa, pero al llegar al patio a formarse, como en las ceremonias de los lunes cuando estaba en el colegio, estaba convencida de que el psicópata había acertado.
Se quedó perfectamente quieta, conteniendo el impulso de temblar, en parte por el frío de la noche que las sencillas prendas que les habían proporcionado no lograban mitigar.
Estaba a punto de comprobar su suposición y sobre todo de averiguar si el castaño había actuado lo suficientemente rápido.
Grace estaba en el podio, que en ese momento estaba instalado en el centro del templete que habían instalado en el patio principal del antiguo internado que había seleccionado como locación del torneo de ese año, lista para anunciar los resultados de la primera ronda y luego proceder con las ejecuciones correspondientes.Algunos de los vampiros que habían presenciado a través de las cámaras lo sucedido en los salones habían tenido el mal gusto de cuestionar el juego que eligió para abrir el torneo “¿Estás segura de que es una buena idea deshacerte de tantos en la primera noche?”… “Voy a serte sincero, esperaba algo más… vistoso” Era lamentable que hubiera inmortales incapaces de apreciar la sutileza de lo que había hecho y cómo eso decidiría el tono de los juegos a partir de ese momento.Ella al menos ya tenía claro
Una vez más Alana no había podido conciliar el sueño en todo el día y cuando anunciaron que tendrían que salir en diez minutos para volver a jugarse la vida y probablemente ser responsable de más muertes estaba agotada y además hambrienta, pues apenas tuvo el estomago para comer algo de toda la maravillosa comida que pusieron a su disposición después de haberla obligado a ver como quince personas eran degolladas.No debió de haber reaccionado así, no era ninguna novedad que tendría que ver gente morir para poder conseguir lo que quería, pero la primera ronda fue brutal, había tenido que tomar la responsabilidad directa de la muerte de quince personas apenas empezar el torneo. No sabía como podrían ponerse más tétricas las cosas, pero sospechaba que lo averiguaría pronto.Se obligó a apartar la mirada de las camas vacía
Sonó como si alguien entrara al cuarto dando tropezones mientras gimoteaba.Se sintió confundida por un segundo y su mente empujó el terror a un rincón para poder concentrarse y tratar de entender lo que estaba pasando.Los sollozos claramente eran femeninos ¿Se trataba de la chica que estaba buscando? ¿Por qué estaría llorando? Bueno, seguramente ella no estaría muy feliz si le pusieran un arma en las manos y la mandaran a cazar personas.Arrastraron algo pesado por el suelo de madera a medio pudrir, se dejaron de escuchar los pasos y el llanto sonaba amortiguado, como si se hubieran tapado la boca para acallarlo.Tras unos segundos de silencio comprendió que no la estaban buscando por el momento, tal vez otra de las jugadoras no había podido esconderse todavía cuando empezaron los disparos y entró en pánico, por eso estaba llorando.Por desgrac
La más agraciada entre todas las jugadoras no podía creer que realmente le hubieran dado armas a tres personas para que buscaran a sus compañeros para matarlos.Les habían dicho que el principal objetivo del torneo era entretener a los vampiros de la elite, en particular a los más longevos, pues al parecer incluso el lujo y los placeres pueden cansarte cuando tienes una cantidad virtualmente infinita de tiempo libre en tus manos, pero ella podría apostar a que había algo mucho más profundo de fondo.Los juegos no eran elegidos al azar, estaba segura de eso. La primer ronda parecía querer enseñarles que la clave para llegar a la final era lanzar el primer golpe, matar sin dudar a tu oponente antes de ser tu quién acabara en la guillotina. No era difícil suponer que esa era también la razón por la que los obligaban a presenciar las ejecuciones y que justo despu&e
Al estar abrazadas de esa forma Alana podía sentir el temblor en el cuerpo de esa chica. La pobre,que probablemente tuviera menos de veinte años, estaba muerta de miedo y, en el fondo de su corazón, que había resultado más ruin y egoísta de lo que había creído, se alegraba de que fuera así y de que estuvieran juntas, por que el instinto de mantener la calma para poder ofrecer algún consuelo a alguien que parecía más vulnerable que ella le había obligado a encontrar, o aparentar al menos, una entereza que en realidad no creía tener.Acarició el cabello largo y lacio de la chiquilla en un intento de calmarla, hasta que volvió a sonar el timbre de escuela.La vez pasada lo habían usado para indicar el termino del plazo que les habían dado para decidir si morían o se convertían en asesinos, por lo que cabía suponer q
Trató lo mejor posible de controlar las arcadas para que no la odiaran por arruinarle la cena a todos, pero todavía estaba casi tan pálida como sus propios anfitriones.Se sintió un poco mejor tan pronto como llegaron al comedor y tanto la sangre como quienes la derramaron quedaron fuera de su vista, aunque el aroma a comida no ayuda mucho cuando tienes nauseas y la apariencia del comedor le resultaba inquietante.Podía describirlo con una sola frase: Era una cafetería de escuela común y corriente. Tenía las mesas largas que en ocasiones más de un grupo de estudiantes se veían obligados a compartir, la barra en la que tenías que formarte, charola en mano, para recoger tu comida, incluso la pizarra en la que se colgaban carteles y anuncios.La única diferencia era probablemente el menú, mucho más amplio y atractivo del que ofrecían cuando ella iba a la escuela
Cuando escuchó el aviso de que tenía diez minutos para salir de la cama y alistarse fue inevitable recordar todas las mañanas en la que tuvo que recurrir a una fuerza de voluntad sobrehumana para no ignorar la alarma de su celular y seguir durmiendo en vez de abandonar la bendita calidez de su cama para dirigirse a un trabajo que la hacía miserable.Claro que no tenía la opción de “posponer” en esta ocasión y lo que estaba en juego era mucho más importante que el salario del día, así que, aunque no podría decir que salir a tomar parte en un juego perverso de matar o morir le agradara más que ir a trabajar, suspiró con fuerza y se levantó de un salto, tirando las sabanas al piso.Sabía por lo años de experiencia que si no salía de la cama de una sola vez, simplemente no lo haría, pero ese movimiento brusco no fue una buena idea.
De modo que el misterioso mecanismo de la plataforma consistía en dos taladros, cada uno apuntando a uno de los campeones, directamente a sus ojos, y se acercaban a ellos deslizándose por un riel.El ruido, parecido al de la fresa de los dentistas, le hacía rechinar los dientes y además no le era grato teniendo en cuenta que todavía tenía dolor de cabeza.La punta metálica del taladro cada vez más cerca de dejarla parcialmente ciega era una autentica imagen de pesadilla, aunque por suerte no era peor de lo que había imaginado, al menos no era una prueba para ver quién soportaba más dolor físico, todavía.Aún así, ¿Estaría dispuesta a sacrificar uno de sus ojos para salvar la vida de tres desconocidos?No, esa no era una pregunta que debería hacerse en ese momento. Tenía que tratar de pensar en otra cosa y c