Lupercus se había unido a una liga de mercenarios nómadas. En esos momentos se encontraban en la ciudad de Gharidia, un funesto refugio de ladrones y prostitutas, disfrutando del pago de una violenta misión contra los turanios. Él y sus compañeros mercenarios se emborrachaban en una posada de la ciudad, cantando épicas canciones, peleando y gruñendo sus hazañas en batalla.
La mayoría de los mercenarios eran de diferentes razas y lenguas. Algunos negros como el ébano, y otros blancos como la nieve. Otros como el propio Lupercus, tenían pieles morenas y cabellos negros, pero todos eran altos y fornidos como osos. La posada retumbaba por los estentóreos clamores de los mercenarios, quienes bebían galones de vino hasta emborracharse, comían cerdo asado y otros manjares, abrazaban a las múltiples meretrices semidesnudas y cantaban con gran estrépito.
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Los bosques pictos no habían sido escrutados desde que Midgard existía. Eran insondables tierras indómitas aún habitadas por duendes, hadas, unicornios y otros seres mágicos, así como uno que otro monstruo.En medio de estas recónditas inmensidades, Lupercus escapó de los fomorianos. Tras poner al menos tres millas entre la ahora destruida Fortaleza del Oso y su persona, cayó exhausto al suelo.Boqueaba casi muerto por el cansancio y el dolor de sus heridas. Tenía hambre y sed, pero era incapaz de proporcionarse alimento. Pasó toda la noche agonizante, atormentado por pesadillas de ansia y dolor, con Colmillo velando su agonía.A la mañana siguiente despertó en un lecho de hojas frescas, con el perfume de flores recién cortadas muy cerca de él. Cálidos rayos solares le calentaban el rostro. Sus heridas habían sido curada
Sucedió que en medio de la noche llegó Shamanna al lado de Lupercus. Éste tuvo la instintiva acción de rechazarla cortés y cariñosamente consciente de que Alsabar estaba durmiendo bajo el mismo techo. Pero Shamanna insistió, y finalmente hicieron el amor, aunque la naturaleza del encuentro era muy diferente al sublime enlace que sostuviera con Shamanna en medio del bosque. Ahora se sentía como un coito frenético y lujurioso más similar al sexo que había disfrutado con las prostitutas de Gharidia que al sublime acto que compartió con la joven e inocente bruja.En medio del frenesí sexual con Shamanna, esta se colocó sobre el cuerpo de Lupercus y modificó su aspecto convirtiéndose en la misma esclava que vio en la visión y que habitaba una dimensión de tinieblas donde pululaban demonios horripilantes. Igual de hermosa pero con un resplandor rojo in
El lugar lógico para encontrar una voz de otros tiempos es un cementerio de otros tiemposH.P. LovecraftEn medio de las aterradoras estepas de Kushan, se erguía ominoso un lúgubre castillo-cripta. Se trataba de una estructura maldita y escalofriante, que se alzaba rodeada de unas tierras desérticas de grises arenas, donde brotaban árboles muertos y retorcidos. El castillo mismo era de piedra curtida, atalayas cual picudas lanzas y una atmósfera que helaba la sangre por su asfixiante horror. Oscuros nubarrones impedían el paso del menor rayo solar, sumiendo en tinieblas perennes el espantoso lugar.Era en esta tierra de pesadilla donde vivía la malvada hechicera Shadre, hija del Rey de los Demonios, el dios Cronos, la deidad más oscura y malévola del Cosmos. Dentro de su lóbrego castillo podían escucharse los alaridos desesperados de
En la ciudad-estado de Kushan, Medreth y Sadrach fueron recibidos de buen grado por el Rey Shammok, quien era un hombre portentoso y fornido, como todos los habitantes kushanes de aquella época, que habían logrado someter a los vecinos kurgos. Las atenciones de los curanderos kushanes permitieron a Medreth recuperarse rápidamente de sus laceraciones.Pero, mientras estos héroes se reponían en Kushan, la malvada Shadre realizaba un ritual espantoso invocando a las más tenebrosas fuerzas del Infierno. Con un pacto de sangre y muerte, la hechicera revivió a los muertos momificados del ejército traidor. De entre los pantanosos páramos surgieron figuran putrefactas y cenagosas, cubiertas con viejas armaduras oxidadas y cotas de malla herrumbrosas. Sus cadavéricos cuerpos estaban pobremente cubiertos por piel verdosa y apergaminada. Mientras que sus rostros repulsivos mostraban simples rótulas vac&ia
Así, Sadrach consumió un antiguo mejunje mágico que le hizo caer en un profundo sueño, de manera que su alma se separó de su cuerpo con rumbo al Inframundo. Viajó por lóbregos túneles repletos de tinieblas asfixiantes, hasta aparecer en medio de un extraño paisaje desolado. Extensas mesetas de desierto gris se observaban hasta donde la vista era capaz de alcanzar. Sobre el cielo de color rojo, un sol ardiente bañaba con llamaradas de fuego que azotaban la piel con crueldad terrible.Sadrach caminó por estos desolados parajes, hasta que surgieron manos cadavéricas de entre las arenas del desierto que le aferraron las piernas e intentaron tragárselo dentro de las abismales entrañas arenosas. Usó toda su magia para liberarse y remontó el vuelo sobre el suelo, observando como de entre las arenas surgían esperpentos flacos y huesudos, de pieles callosas y ca
No todo oro reluce, ni toda la gente errante anda perdida.JRR TolkienCuentan las antiguas crónicas, que existió un esplendoroso reino de los elfos, que los minoicos llamaron Hiperbórea.Hiperbórea era un mundo de ensueños, cuya belleza y gloria es difícil de describir. Según las Crónicas Élficas, Hiperbórea siempre tenía un cielo cálido y azul, a pesar de estar situada muy en el norte, casi en el límite mismo de la Tierra. Tenía jardines exuberantes de enorme hermosura, con flores de perfumes deliciosos. Sus fuentes de aguas cristalinas enmarcaban las bellas ciudades de piedra blanca y resplandeciente, en las cuales se ubicaba el Palacio Dorado, el lugar más estupendo y sublime sobre Midgard. En Hiperbórea eran desconocidos la muerte, el dolor, la enfermedad y la maldad.Una tierra habitada p
Algún tiempo después, y seguramente gracias a los tiernos cuidados de Lupercus, despertó la mujer elfa de su agónica convalecencia que, al mirar a Lupercus profirió un gritó y se mostró sumamente asustada, derramando diatribas en élfico que Lupercus no entendió.El guerrero intentó calmarla y por medio de lenguaje corporal le hizo entender lo que pasó. Entonces la elfa habló en atlante, la lengua común en Midgard.—Mi nombre es Gawen, hija del Rey Melanor, de Apolonia, uno de los Reinos Élficos en las Tierras Nevadas.—Yo soy Lupercus, el Guerrero Lobo.Calentados por una cálida fogata, comiendo carne de unos conejos a los que Lupercus dio caza recientemente, contaron sus mutuas historias.Gawen relató que los elfos apolones son una de las más poderosas naciones élficas de las Tierra
Tras caminar una distancia grande, Lupercus llega al territorio de los gigantes. Una gruta montañosa con forma de acantilado donde estos enormes seres se asentaron. Por entre pedregosos peñascos situados como un murallón artificial que enmarcaban una llanura de laja, observó al clan.Todos eran similares en aspecto a los humanos, aunque de diez metros de altura. Los hombres eran toscos, gordos, bruscos y con largas barbas y greñas. Las mujeres eran menos toscas y de cuerpos voluptuosos, pero igual de brutales. Incluso había niños de entre tres y cinco metros retozando y jugando.Lupercus no entendía una palabra de lo que los gigantes expresaban en su gutural lenguaje pero si comprendía sus relaciones sociales tan similares a las de los humanos. Se calentaban ante una fogata que hubiera consumido una casa humana completa y se alimentaban de unos tres mamuts que habían cazado y cocinado.