Una hora después aconteció el encuentro entre Grodh y Gilwen. Mientras que el cerdo turanio sólo tuvo el apoyo de sus diez seguidores y unos pocos turanios presentes en el Coliseo, la elfa recibió una calurosa ovación de aplausos.
Gilwen saludó a Grodh con una leve reverencia propia de los elfos y Grodh simplemente escupió el suelo diciendo:
—¡Vas a morir, perra!
El combate se suscitó muy pronto, pero Grodh era obeso y pesado y su espada difícilmente podía siquiera aproximarse a Gilwen quien la esquivaba con una velocidad sobrehumana. La mujer se alejó un poco y extrajo algunas flechas de su funda y las colocó sobre su arco. Su puntería era más que excelente, especialmente por su visión de águila heredada de su sangre élfica, pero las flechas eran retenidas por el grueso escudo del turanio, quien aún as&iacut
Una hora después ocurrió el combate entre Medreth y el centauro Ekiros.La Hija del Dragón recibió un fuerte aplauso y una acalorada bienvenida del público. El centauro tuvo respaldo sólo de los otros centauros.La lucha empezó casi de inmediato ambos utilizando sus espadas, si bien el centauro tenía un arco con flechas reposando en sus espaldas. Para cualquiera era tarea difícil combatir a un centauro por su tamaño y peso, pero Medreth no era una rival ordinaria y fue capaz de contrarrestar adecuadamente los embates del híbrido.Éste optó por alejarse cabalgando de la wilusiana y cuando estuvo algo alejado preparó su arco y sus flechas y bombardeó a Medreth con ellas.Medreth se cubrió con su escudo pero las flechas de Ekiros no eran comunes; eran grandes y gruesas como lanzas, así que una de ellas hirió su
La noche llegó y cada combatiente afrontó de forma diferente el descanso de la dura faena del día. Aunque todos recibieron atención médica de los mejores expertos de Midgard traídos con ese propósito a Hallstatt, sus actividades nocturnas variaron mucho.Shing-Lao, la Tigresa de los Bosques de Bambú, meditaba apaciblemente en su habitación sentada en posición de loto y con abundante incienso frente a la imagen de sus dioses orientales. Aún cuando parecía concentrada en su meditación, la katana que yacía en la funda en su espalda estaba más que preparada para resurgir contra cualquier enemigo...Valkor el Búfalo ya tenía sus heridas vendadas y presentaba cierta dificultad para caminar, pero se emborrachaba alegremente con su familia y amigos, así como con muchos admiradores que llegaron a felicitarlo. Los enanos que acompañaban
Todo el día siguiente lo pasaron en medio de la cotidianeidad. Hasta los turanios parecían cansados del bullicio y el exceso. Se realizaron ritos fúnebres para todos los guerreros caídos el día anterior, cuyos cuerpos serían enviados a sus familias al final del Torneo —para así enviar los once cuerpos de los perdedores juntos.Lupercus despertó sólo, pues Ofidia había partido antes del amanecer y se dedicó a entrenar. Medreth y Shing-Lao continuaron cultivando su amistad, y Valkor compartió con su familia lo que quizás fueran sus últimos momentos.Al amanecer del siguiente día se dio nuevamente la rifa de combates con el siguiente resultado anunciado por el Rey:—Valkor y Grodh, Lupercus y Ofidia, Medreth y Shing-Lao...Esas fueron las irónicas condiciones de los nuevos enfrentamientos; Medreth debía li
La noche pasó sin fiestas ni bullicios. Medreth se recuperaba en su cama con las atenciones de los médicos hallstatios y los cuidados mágicos de Sadrach. Lupercus practicaba con su espada en los jardines y los turanios proseguían con sus prácticas licenciosas.Lupercus decidió descansar de la práctica y se fue a dormir, aunque algo lo interrumpiría camino a su habitación.Su olfato era prácticamente lobuno y cuando el hedor de un turanio le llegó a su nariz, algo le hizo sospechar...—Turanios... —se dijo— por aquí... Pero sus habitaciones están lejos. La única habitación cercana es... ¡Dioses! —Lupercus corrió hacia los aposentos de Medreth que estaban cerca.Se asomó por la ventana y observó tres figuras encapuchadas que se introducían furtivamente en la lóbrega
Mi espíritu se removió inquieto, a medida que retrocedía en el tiempo a periodos recónditos, profundos, perdidos en los incalculables abismos cronológicos. Retrocedí era tras era, más allá del alcance de la ciencia, donde sólo la sangre guarda memoria; aunque fuera la entumida y envenenada sangre de los modernos humanos. Cuando finalmente mi mente llegó hasta una encarnación previa, cuya consciencia rudimentaria desperté aletargada, me encontraba en un mundo primitivo hace incontable cantidad de eras. Cuando la humanidad era muy joven, un fenómeno reciente, nuevo y surgido súbitamente. En una época en la cual había aún continentes enteros sin que un pie humano los hubiera pisado. Parajes enormes y gigantescos donde jamás se había visto un hombre, y exuberantes bosques y selvas vírgenes dentro de las cuales se ocultaban todavía civilizaciones enteras de antiguas criaturas más antiguas que el hombre por muchos eones. Era en esta desolada tierra inhóspita do
No sé bien por qué razón lo hicimos así. Supongo que era contrario a los instintos supersticiosos de aquellas épocas. Pero nos dirigimos confiadamente hacia aquellas desoladas tierras desiertas...El lugar era sin duda mágico. Una tierra cargada por aromas agridulces, donde el brillo de las estrellas era mayor y más enigmático que en otras regiones. Dicho brillo iluminaba místicamente los follajes y las plantas, dándoles un extraño brillo plateado.Acampamos en un mágico paraje, un claro en el bosque rodeado por exuberante vegetación, que formaban un semicírculo. Una parte del semicírculo, cual diamante en una sortija, era una pequeña laguna con una hermosa caída de agua cuyo constante repicar en las piedras al caer, provocaba un hipnótico zumbido.Hicimos el amor y luego dormimos (siempre alertas) toda la noche.
Mezclen mi polvo con la marca ardiente, Dispérsenlo libre al cielo Arrójenlo amplio sobre la arena del océano, De picos donde vuelan los buitres. Robert E. Howard Palmira, capital del Reino de Sarcustán. —¡Grandioso y poderoso es el Rey Corath de Sarcustán! —proclamaba Evakros, sumo sacerdote y primer ministro frente al trono del soberano. Corath, sin embargo, aunque rodeado de su corte real, nutrida por ministros, consejeros y militares sumisos y relamidos, tenía el rostro afligido, azotado por el dolor y la pena. Tan hondo y severo era su dolor, que ordenaba la ejecución de veinte jóvenes varones y veinte doncellas cada día. Todo como una forma de que su amargura fuera compartida por todo el pueblo. Sin embargo, los cuarenta mozos infortunados no eran asesinados antojadizamente, pues eran las víctimas que Evakros inmolaba al dios Malloch, como
Lupercus, Melith, Shak y Colmillo procedieron a realizar el regreso a Palmira. Pero encontraron la ciudad capital del estepario país en una situación muy distinta. Charcos de sangre corrían por las calles en medio de alborotadas multitudes, así que Lupercus ocultó a Melith entre unos callejones.—Colmillo —dijo al lobo— cuida a Melith, y mata a Shak si intenta escapar.Se adentró entre los angostos pasillos pedregosos de la ciudad. Tomó por el cuello a un mercader, y lo interrogó.—¡Han derrocado al Rey Corath! —anunció— estaban cansados de su tiranía y de los sacrificios que realizaba diariamente.—¿Qué hicieron con Corath?—Lo decapitaron ayer y colocaron su cabeza sobre una pica en la plazoleta central.—¿Y con Evrakos, que ocurrió?&m