La noche pasó sin fiestas ni bullicios. Medreth se recuperaba en su cama con las atenciones de los médicos hallstatios y los cuidados mágicos de Sadrach. Lupercus practicaba con su espada en los jardines y los turanios proseguían con sus prácticas licenciosas.
Lupercus decidió descansar de la práctica y se fue a dormir, aunque algo lo interrumpiría camino a su habitación.
Su olfato era prácticamente lobuno y cuando el hedor de un turanio le llegó a su nariz, algo le hizo sospechar...
—Turanios... —se dijo— por aquí... Pero sus habitaciones están lejos. La única habitación cercana es... ¡Dioses! —Lupercus corrió hacia los aposentos de Medreth que estaban cerca.
Se asomó por la ventana y observó tres figuras encapuchadas que se introducían furtivamente en la lóbrega
Mi espíritu se removió inquieto, a medida que retrocedía en el tiempo a periodos recónditos, profundos, perdidos en los incalculables abismos cronológicos. Retrocedí era tras era, más allá del alcance de la ciencia, donde sólo la sangre guarda memoria; aunque fuera la entumida y envenenada sangre de los modernos humanos. Cuando finalmente mi mente llegó hasta una encarnación previa, cuya consciencia rudimentaria desperté aletargada, me encontraba en un mundo primitivo hace incontable cantidad de eras. Cuando la humanidad era muy joven, un fenómeno reciente, nuevo y surgido súbitamente. En una época en la cual había aún continentes enteros sin que un pie humano los hubiera pisado. Parajes enormes y gigantescos donde jamás se había visto un hombre, y exuberantes bosques y selvas vírgenes dentro de las cuales se ocultaban todavía civilizaciones enteras de antiguas criaturas más antiguas que el hombre por muchos eones. Era en esta desolada tierra inhóspita do
No sé bien por qué razón lo hicimos así. Supongo que era contrario a los instintos supersticiosos de aquellas épocas. Pero nos dirigimos confiadamente hacia aquellas desoladas tierras desiertas...El lugar era sin duda mágico. Una tierra cargada por aromas agridulces, donde el brillo de las estrellas era mayor y más enigmático que en otras regiones. Dicho brillo iluminaba místicamente los follajes y las plantas, dándoles un extraño brillo plateado.Acampamos en un mágico paraje, un claro en el bosque rodeado por exuberante vegetación, que formaban un semicírculo. Una parte del semicírculo, cual diamante en una sortija, era una pequeña laguna con una hermosa caída de agua cuyo constante repicar en las piedras al caer, provocaba un hipnótico zumbido.Hicimos el amor y luego dormimos (siempre alertas) toda la noche.
Mezclen mi polvo con la marca ardiente, Dispérsenlo libre al cielo Arrójenlo amplio sobre la arena del océano, De picos donde vuelan los buitres. Robert E. Howard Palmira, capital del Reino de Sarcustán. —¡Grandioso y poderoso es el Rey Corath de Sarcustán! —proclamaba Evakros, sumo sacerdote y primer ministro frente al trono del soberano. Corath, sin embargo, aunque rodeado de su corte real, nutrida por ministros, consejeros y militares sumisos y relamidos, tenía el rostro afligido, azotado por el dolor y la pena. Tan hondo y severo era su dolor, que ordenaba la ejecución de veinte jóvenes varones y veinte doncellas cada día. Todo como una forma de que su amargura fuera compartida por todo el pueblo. Sin embargo, los cuarenta mozos infortunados no eran asesinados antojadizamente, pues eran las víctimas que Evakros inmolaba al dios Malloch, como
Lupercus, Melith, Shak y Colmillo procedieron a realizar el regreso a Palmira. Pero encontraron la ciudad capital del estepario país en una situación muy distinta. Charcos de sangre corrían por las calles en medio de alborotadas multitudes, así que Lupercus ocultó a Melith entre unos callejones.—Colmillo —dijo al lobo— cuida a Melith, y mata a Shak si intenta escapar.Se adentró entre los angostos pasillos pedregosos de la ciudad. Tomó por el cuello a un mercader, y lo interrogó.—¡Han derrocado al Rey Corath! —anunció— estaban cansados de su tiranía y de los sacrificios que realizaba diariamente.—¿Qué hicieron con Corath?—Lo decapitaron ayer y colocaron su cabeza sobre una pica en la plazoleta central.—¿Y con Evrakos, que ocurrió?&m
Aunque victoriosos sobre tres más de los Demonios de Kordasha, lo cierto es que estaban espantados ante la magnitud y la peligrosidad de esta estirpe. Habían perdido todos sus víveres, así que sólo les restaba cabalgar sobre los caballos con la esperanza de que pudieran cazar algún animal de camino.—¡Maldito seas, Lupercus! —gruñó el enano. —Has compartido bien tu condenación. Ahora la zorra humana y yo estamos tan malditos como tú. Los Demonios de Kordasha vendrán contra nosotros también...—¡Eres un enano malagradecido! —espetó Lupercus.—¡Un cerdo! —insultó Sidre. —Nunca debiste salir de la madriguera ponzoñosa donde moran las sabandijas como tú.—Aunque debo admitir que luchas bien... —felicitó Lupercus.—Por miles
No hay registros plenos sobre lo aconteció entre la muerte del centauro y del gnomo, y el momento en que Lupercus era perseguido por una hueste de escorpiones gigantes, grandes como elefantes y negros como la noche misma. Eran unos quince, siendo el escorpión más grande de todos el que encabezaba la estampida arácnida y era montado por la Reina de los Escorpiones, una espeluznante mujer con seis brazos, toda vestida de negro, y con rostro deforme y arrugado exudante de malignidad.Perseguido por esta terrible hueste estaba Lupercus, escapando a toda velocidad en su caballo, al tiempo que Escórpica, la Reina de los Escorpiones vociferaba:¡Ven acá, bastardo cobarde! Pagarás caro el haber matado a mis hermanos...Lupercus no sabía como iba a derrotar a quince escorpiones gigantes. Y sabía que pronto su caballo se cansaría y caería al suelo exhausto a sufrir una mue
Cuando sueño, no soy la persona que soy ahora. Cuando sueño, mi espíritu es arrastrado por una fuerza incalculable, extraída de los más recónditos abismos de mi alma. Arrastrado atrás en el tiempo, donde sólo la memoria de la sangre puede llegar. Arrastrado por miles y miles de años. Adentrándome por los lóbregos laberintos más allá de los registros históricos, puedo desentrañar de las penumbras de los abismos del tiempo, épocas remotas muy distantes ya cuando el mundo era joven, y las tierras eran muy distintas, hace unos 12000 años, momentos en que la glaciación de Würm cubría la mayor parte del norte con espesa nieve. Ya no soy una simple burócrata que trabaja en las oficinas del gobierno, con un trabajo mediocre y aburrido. Ya no soy la autómata archivadora, que se dedica a una lacónica existencia sin emoción. En mi increíble visión ya no soy yo, pues me he convertido en una mujer guerrera diferente. De largos cabellos pelirrojos como el rubí, piel mu
Los turanios saquearon Wilusia y la devastaron extrayendo todo lo de valor, y destruyendo lo demás. Las ruinas de la ciudad se mantenían cual homenaje a la barbarie y la maldad.Los únicos wilusianos sobrevivientes fueron los niños menores de 12 años, de ambos sexos, que fueron convertidos en esclavos. La gran mayoría fueron vendidos por los turanios a diversas caravanas de esclavistas, y desperdigados por todo Midgard. Los wilusianos se convirtieron en una raza de esclavos que eran tratados con brutalidad y crueldad en muchas ciudades, caravanas de tribus nómadas y diversos países. Por su fuerza física, y por el poderío y gloria que otrora tuviera Wilusia, se volvieron un tipo de esclavo muy cotizado.De entre los pocos wilusianos que los turanios preservaron como sus esclavos, Medreth fue una de ellos. Desde la edad de diez años en que fue tomada cautiva, Medreth se convirti&oacu