Tras la ceremonia de graduación, Alicia volvió a Madrid a casa de sus padres, que vivían en uno de los barrios más exclusivos, mientras esperaba que le comunicaran si al final iría destinada a Distrito Este, tal y como ella había pedido.
Su padre, Luis de Santiago era el fundador del bufete «De Santiago y asociados». Se trataba de un prestigioso abogado de empresas, lo que le permitía llevar una vida acomodada. Su madre era Sofía Alonso, una abogada, que había dejado de ejercer cuando nació ella y que, desde entonces, se dedicó a cuidar de su hogar y su familia. Su origen era humilde, pero conoció a Luis cuando trabajaba como pasante en un bufete y empezaron una relación.
De puertas para afuera y ante su hija eran la pareja perfecta. Ese tipo de parejas que todos envidiaban en las reuniones y fiestas donde no daban muestra de tener problemas, pero cuando estaban solos la cosa cambiaba.
En la intimidad o discutían todo el tiempo o se ignoraban, yendo cada uno por su lado, hasta el punto de que ella había pedido los papeles del divorcio.
Alicia a la espera de la carta que le asignara destino, iba a comisaría para irse familiarizando con la forma de trabajar y en esas visitas se había hecho amiga de Ana López, una joven policía que hacía poco que se había incorporado y colaboraba con Encarna Carrasco en la UDAC (Unidad de Ayuda al Ciudadano).
Ana era muy humana y sensible. Se ocupaba del primer contacto con mujeres que habían sido víctimas de malos tratos, pues su trato era muy cercano y cordial, algo muy necesario para el contacto con las víctimas.
Encarna, desde que entró, fue destinada a la UDAC por su trato cordial, su paciencia, su empatía y su mano izquierda, lo cual era importantísimo para atención al ciudadano, al igual que tener algo de psicología.
—Hola Ana, te apetece tomar un café —dijo Alicia.
—Cuando venga Encarni me puedo ir. ¿Quieres contarme algo importante? —le preguntó Ana.
—Necesito hablar de una cosa contigo, pero puedo esperar.
—Espérame en el bar de enfrente que cuando llegue Encarna voy.
Alicia fue al bar «La Perla», lugar de reunión de muchos policías y vecinos del barrio. Su propietaria era María, que era muy buena tratando con la gente. Tenía contratada una camarera llamada Salima, de padres musulmanes, pero ella al nacer en España, estaba plenamente integrada.
Alicia pidió un café y se sentó en una mesa. Antes de que llegara el café llegó Ana que pidió un refresco y un pincho de tortilla, la especialidad de la casa.
—Dime Alicia ¿qué quieres contarme?
—Me da un poco de miedo como seré recibida en la comisaría.
—No te preocupes, somos como una familia y todos nos llevamos muy bien —respondió Ana mientras le acariciaba la mano para tranquilizarla.
—Pero soy la nueva y también vengo de un barrio muy distinto a este, por eso tengo tanto respeto —comentó Alicia.
—No te preocupes, aquí todos son muy amables y reciben muy bien a todo el mundo, fíjate en mí —dijo Salima mientras servía lo que habían pedido.
Alicia quedó más tranquila. En ese momento entró la inspectora Morales y aprovechando que estaba allí, le comunicó que había sido admitida en la comisaría y que empezaba al día siguiente. Ana pagó la consumición y Alicia se fue a su casa.
Esa noche casi no pudo dormir por los nervios que tenía y fue testigo de una fuerte discusión de sus padres. Le pilló por sorpresa ya que pensaba que se llevaban fenomenal. Nunca había oído a sus padres levantarse la voz, nunca les había oído decirse esas cosas que se estaban diciendo, lo cual todavía la puso más nerviosa.
Por la mañana desayunaron juntos, como hacían siempre, y Alicia no dijo nada de lo que había escuchado, por lo que los padres no se podían imaginar que ella había oído toda la discusión, pues siempre se cuidaban de que no se enterara de nada. Se despidió de los dos y se dirigió a la comisaría, pues no quería llegar tarde al ser el primer día de trabajo.
Era el día en que se incorporaban los nuevos agentes. A parte de ella, comenzaba en la unidad de delitos informáticos, Lorena García y una inspectora que había venido desde Colombia, llamada Anastasia Guevara, pues había pedido el traslado a España.
—Hoy se incorporan tres nuevas inspectoras: Alicia de Santiago, Anastasia Guevara y Lorena García que se entrará en la UIT. Quiero que las tratéis como a todos y les ayudéis en todo lo que podáis —dijo la inspectora Morales.
—¿Con quién van a patrullar? —preguntó Ricardo Bautista, un oficial que se había criado en el barrio.
—Alicia patrullará contigo y Anastasia con Elías.
—Pero, sabes que me gusta trabajar solo —dijo Elías, que era un oficial curtido en la calle y algo conflictivo.
—Debes acostumbrarte a trabajar en equipo y además puedes enseñarle muchas cosas y ella a ti te dará esa calma que a veces te falta. ¿Alguna queja más? Respondió Vanesa. —Yo no quiero patrullar con esa pija —dijo Ricardo
—Alicia fue la primera de su promoción y te puede ayudar con su intuición y tú a ella le puedes enseñar cómo debe moverse en las calles. Alicia ¿Tienes tú algún problema?
—No tengo ninguno jefa, será un honor patrullar con Ricardo.
—Entonces ahora a salir a detener a los malos. Ricardo y Alicia quedaos un momento —acabó diciendo la Inspectora Jefe.
—Díganos inspectora —intervino Alicia.
—Creo que vais a ser una pareja perfecta, ahora podéis pensar que no, pues sois muy distintos, pero os parecéis más de lo que podáis pensar, pero sobre todo sois el complemento perfecto lo que le falta a uno lo tiene el otro, así que no quiero ningún problema entre vosotros, ¿entendido? Asintieron al unísono y salieron de la sala.
Mientras tanto, en casa de Alicia, sus padres seguían discutiendo.
—Te voy a pedir el divorcio, no te aguanto más —le dijo Sofía muy enfadada.
—Mejor, ya es hora de que nos quitemos las caretas, ya está bien de fingir que todo va bien.
—Sí, ya estoy cansada de que todo el mundo piense que eres perfecto.
—¡Vete y no vuelvas más! —dijo Luis, saliendo de casa dando un portazo.
Alicia llegó a casa después de trabajar y ya no estaban sus padres, por lo que cenó sola y se fue a dormir.
Sobre la una de la madrugada recibió una llamada de su madre diciéndole que había tenido un accidente y antes de que pudiera responder nada, la llamada se cortó. Se quedó pensando y preocupada pues se oía una respiración de fondo, por lo que estaba convencida que no había sido un accidente. Llamó a la comisaría informando de lo ocurrido y a su padre, el cual no le cogió el teléfono.
A la mañana siguiente el padre llegó borracho y cuando ella le comentó lo del accidente, éste se derrumbó y se echó la culpa por la discusión que habían tenido. Pero la culpa no la tuvo aquella disputa.
Al rato Alicia recibió la llamada de Vanesa Morales para informarla sobre el accidente y notificarle que su madre había fallecido.
Alicia prometió que investigaría el accidente y encontraría al culpable.
En verdad la madre no era ninguna santa y más adelante Alicia se llevaría una sorpresa, pero en ese momento lo único que deseaba era encontrar al culpable del accidente.
Tras, mínimamente, recuperarse de la muerte de su madre, Alicia se reincorporó al trabajo, donde todos fueron muy cariñosos y amables con ella. —Alicia, ven a mi despacho, por favor —le dijo Vanesa Morales. —Ahora voy —contestó Alicia mientras dejaba la chaqueta y el bolso en su silla. —Te acompaño en el sentimiento y puedes contar conmigo para lo que necesites —le dijo su compañero Ricardo, mientras le daba un abrazo. —Gracias de corazón. Voy a hablar con Morales y luego me pones al día. Se dirigió al despacho de la Inspectora Jefe, llamó a la puerta y entró. También estaba allí el comisario Ramón Bordón que lo primero que hizo fue darle el pésame y ofrecerle todo su apoyo. —Aquí tienes el informe del accidente de tu madre. Te lo enseño por deferencia, pero no puedes investigar sobre ello. La investigación la está llevando el oficial Carvajal —le dijo Vanesa. —Pero si esa noche no estaba de guardia, pues salió al mismo tiempo
Alicia pidió a Lorena que intentara encontrar las imágenes del polígono de la fecha de la muerte de su madre. Era una petición extraoficial y, por supuesto, sin el permiso de la Inspectora Jefe ni del comisario, pero aun así Lorena dijo que lo haría en cuanto pudiese.Cuando tuvo las imágenes, llamó a la inspectora de Santiago para enseñárselas y, descubrió que media hora después del accidente, pasó por el polígono el coche de Pablo Carvajal, con un bulto en el asiento trasero que parecía un hombre. En el momento en que veía las imágenes apareció en el despacho de Lorena, Vanesa Morales que, como es lógico, se enfadó.—Entiendo que quieras descubrir las causas del accidente de tu madre, pero debes seguir los cauces legales y mientras la inspectora García trabaja para ti, está dejando de investigar otros delitos.
Luis, el padre de Alicia, se incorporó al trabajo en el bufete y después de lo que había pasado tomó una decisión, aunque supusiera perder parte de los ingresos que tenía, pues no quería también perder a su hija. Llamó a Julio Fernández, pues era uno de los mejores clientes del despacho. —¿Para qué querías verme? —dijo Julio. —Voy a dejar de llevar tus negocios, poco legales, no puedo permitirme perder a Alicia si se llega a enterar —dijo Luis. —Pero somos amigos y a Sofía no le gustaría que lo hicieras. —No nombres a mi mujer, esto no tiene que ver con ella ni con nuestra amistad, es simplemente una decisión comercial y en el resto de asuntos te seguiré representando —contestó el abogado con voz firme. —Si es tu última palabra, entonces yo tomaré las medidas oportunas. —respondió Julio con voz amenazante mientras abandonaba el despacho. Alicia y Ricardo aprovecharon que habían ido a investigar unas pintadas en una iglesia cercana al h
El día después del registro, en la empresa de Julio Fernández, Ricardo decidió hablar con su hermano Jairo. —Jairo, ¿cómo es que trabajas en construcciones Fernández? preguntó Ricardo a su hermano, mientras desayunaban. —Es el único que me dio trabajo cuando nadie me lo daba y es el que ha confiado en mí —contesto Jairo. —Podías haber encontrado otro trabajo, porque vales muchísimo, hermano. —Nadie da una oportunidad a un chico del polígono y que encima ha estado en el reformatorio. Julio sin importarle me dio esa oportunidad. —Vale, pero cuidado con él, si le registramos ayer fue porque es sospechoso de narcotráfico. —Está limpio, nunca han encontrado nada, pero tendré cuidado hermano. Me voy a trabajar. —Yo también me voy, te acompaño —dijo Roberto mientras salían por la puerta de la casa. Por otro lado, llegó a trabajar en construcciones Fernández, un nuevo responsable de la seguridad, un antiguo aspirante a policía
Una vez descubierto quién era el violador de la máscara, la inspectora Morales empezó a preparar el operativo para encontrarle y capturarle, pero pronto recibiría una desagradable noticia. Pablo había comenzado a frecuentar «La Perla», donde Carmen había empezado a trabajar como ayudante de cocina, pues le encantaba y quería preparar el examen de la escuela. —¿Quieres probar unas magdalenas que acabo de hacer? le dijo Carmen a Pablo, que había ido a tomar un café. —Vale, preciosa, pero sólo una que tengo que cuidarme —le respondió él. Le puso el café y una magdalena casera, de esas que acababa de hacer. —Está muy buena, la verdad, con esto me voy mucho más animado a trabajar —pagó la consumición y volvió a su puesto en Construcciones Fernández. Mientras tanto, Sergio Mayoral, tenía pensado ofrecerse a Julio Fernández, para llevar sus negocios de tráfico de drogas, por lo que entró en el despacho de Luis, el padre de Alicia, para robarle los da
La inspectora Morales estaba nerviosa, se acercaba la hora de enfrentarse al malnacido de Pablo y dentro de sí quería decírselo a Elías Ochoa, pero no quería poner a su hija en peligro, por lo que se montó en el coche y se dirigió al lugar donde le había citado Pablo. Por otra parte, Alicia invitó a Ricardo a su casa, para hablar tranquilamente sobre el beso. —Ricardo, tenemos que hablar sobre lo que ha pasado durante la vigilancia. —Perdóname, si te ha molestado, fue un impulso, pero no me arrepiento porque me gustas, Alicia. —Me ha encantado, no te lo puedo negar, yo también tengo sentimientos hacia ti, pero ahora mismo necesito tiempo para asimilar todo lo que me ha pasado. —No te preocupes, preciosa, te entiendo y estoy dispuesto a adaptarme a tu ritmo. —Gracias de corazón, Ricardo, eres todo un caballero. En ese momento, apareció Luis, el padre de Alicia en casa y, tras las presentaciones y charlar un rato, Ricardo dio un
Después de capturar al violador de la máscara la inspectora Morales se fue unos días de vacaciones con su familia a la playa, para recuperarse de lo que había vivido. Su puesto, durante esos días, lo ocupaba Alicia de Santiago, supervisada por el comisario. El comisario Bordón cumplió su palabra y concedió una entrevista en exclusiva a Manolo Martín, por haber mantenido silencio y haberles ayudado cuando lo habían necesitado. —Hola comisario, vengo a hacerle la entrevista. —dijo Manolo. —Hola Manolo, por supuesto, ahora estoy libre —dijo Ramón. —¿Cómo se siente ahora que el violador de la máscara está muerto? —Me siento mucho más tranquilo, pues hay un delincuente menos en la calle. —¿Piensas que la inspectora Morales actuó con diligencia, al estar implicada su hija? —No he dudado nunca de la diligencia de la inspectora Morales y ha hecho lo que cualquiera en su caso hubiéramos hecho. —¿Cree que va a haber algún cambio en la co
Julio Fernández, quedó con Sergio Mayoral, para hablar con él y decirle que quería más dinero, ya que había aparecido un antiguo socio y necesitaba que le prestara un dinero. Sergio, se retrasó, pues debía terminar un asunto en el despacho de Luis de Santiago, pues era algo de un cliente muy importante del bufete. —Hola Julio —dijo Sergio cuando llegó al reservado. —Hola, me gusta que seas puntual y si te digo, a una hora, es esa hora. —Estaba terminando un asunto y en cuanto he podido he venido. —Bueno, necesito un millón de euros para mañana. —Es algo imposible, no puedo mover ese dinero tan rápido. —El dinero lo tengo, pero necesito que falsees una factura para poder sacar ese dinero sin despertar sospechas. —Vale, te haré una factura de parte de una de las sociedades pantalla de Panamá. —Mañana, a primera hora, sin falta la quiero. Se despidieron y Sergio se cruzó con Alicia que había ido hablar con