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LAS APARIENCIAS ENGAÑAN

Alicia pidió a Lorena que intentara encontrar las imágenes del polígono de la fecha de la muerte de su madre. Era una petición extraoficial y, por supuesto, sin el permiso de la Inspectora Jefe ni del comisario, pero aun así Lorena dijo que lo haría en cuanto pudiese.

Cuando tuvo las imágenes, llamó a la inspectora de Santiago para enseñárselas y, descubrió que media hora después del accidente, pasó por el polígono el coche de Pablo Carvajal, con un bulto en el asiento trasero que parecía un hombre. En el momento en que veía las imágenes apareció en el despacho de Lorena, Vanesa Morales que, como es lógico, se enfadó.

—Entiendo que quieras descubrir las causas del accidente de tu madre, pero debes seguir los cauces legales y mientras la inspectora García trabaja para ti, está dejando de investigar otros delitos.

—Lo he hecho en mi tiempo libre y no he dejado de realizar mi trabajo —dijo Lorena.

—Gracias Lorena, pero Vanesa tiene razón. No se preocupe, no volverá a suceder —respondió Alicia.

—Eso espero —acabó diciendo la inspectora Morales.

Alicia volvió a su puesto y comenzó a ponerse al día del caso de los robos en el barrio. En ese momento llegó Ricardo.

—¿Dónde estabas? —le preguntó a él.

—Haciendo una cosa —contestó un con tono brusco que la sorprendió a ella.

Vale, no hace falta que te pongas así, puedes hacer lo que quieras.

—Faltaría más, a ver si sólo tú vas a hacer lo que quieras.

Alicia molesta con el tono de su compañero salió enfadada hacia «La Perla» para tomar un café.

—¿Qué te pasa Alicia? —le preguntó Sergio Mayoral que pasaba por allí, pues iba a ver a un detenido.

—Nada, mi compañero que se cree que puede hablarme como le apetezca.

—Pasa de él. Es un cretino, no se merece que te enfades con él. —Dijo con cierto tono de celos, pues sabía que, si le molestaban las cosas, debía ser por algún motivo.

—Tienes razón. ¿Te quieres tomar un café? —le preguntó ella.

—No puedo. Otro día.

Se despidieron y Alicia entró en el bar.

—¿Qué vas a tomar? —le preguntó María cuando se sentó frente a la barra.

—Venía a tomar un café, pero mejor ponme una tila —dijo

Alicia.

—Cuéntame qué te pasa —respondió María mientras Salima preparaba la infusión.

—Ricardo, que me ha contestado mal y no creo que le haya hecho nada.

—Es muy buen chico, tiene un poco de carácter, pero tiene buen fondo. Mira, ahí le tienes.

—Perdóname Alicia, no tenía que haberte tratado así. Venía de ver a mi hermano y he discutido con él, encima me entero de que has visto las imágenes sin decirme nada, entonces no te contesté de la mejor manera. —dijo Ricardo, cuya voz mostraba arrepentimiento sincero.

—No quería que tuvieras problemas con Morales, por eso no te lo dije —expuso Alicia el motivo por lo que no se lo había dicho.

—Somos compañeros y te apoyaré para lo bueno y lo malo, te rogaría que la próxima vez me lo contaras.

Se dieron un abrazo y quedó todo totalmente zanjado. Ella se terminó la tila y salieron a interrogar al dueño de una fábrica que había sufrido un robo.

Mientras iban para el polígono se encontraron a una chica desorientada. Se pararon para ver qué le pasaba.

—Me han violado —susurró la chica.

La subieron en el coche patrulla y la llevaron al centro de salud para un reconocimiento.

La reconoció Santiago Ocaña, el médico de familia del barrio y marido de Vanesa Morales.

Tenía las lesiones lógicas de una violación y el consiguiente miedo, por lo que la recetó unos ansiolíticos, para la ansiedad.

La llevaron a comisaría para tomarla declaración y para poner la denuncia correspondiente. La atendió Ana López, como responsable de la UFAM, con la asistencia de la Inspectora Morales.

—¿Nos puede hacer una descripción del agresor?

—Estaba oscuro y no veía bien, pero recuerdo que llevaba una máscara y tenía un olor como a productos químicos.

—¿No recuerda nada más? —preguntó la inspectora Morales.

—No recuerdo nada más —contestó la chica.

Se puede ir. Si recuerda algo más nos lo dice —dijo Ana mientras la acompañaba a la puerta.

Ese mismo día, llegó un nuevo vecino al barrio. Era Gonzalo, un exseminarista que había venido a ayudar en la ONG del barrio. Su aspecto era desaliñado, con el pelo largo y rizado y su comportamiento algo sospechoso.

Hubo otra víctima de violación que fue directamente a la comisaría y dio la misma descripción que la primera, por lo que el comisario decidió convocar una rueda de prensa para pedir a los ciudadanos que tuvieran cuidado.

Cuando llegó la hora de las preguntas hubo un periodista, llamado Manolo Martín, que hizo las preguntas más comprometedoras, ya que daba detalles de las violaciones que tan solo sabía la policía.

Manolo era un periodista «freelance», que trabajaba para un periódico digital, aunque vendía sus artículos a cualquier periódico o medio digital siempre que le hicieran una buena oferta. Era un carroñero y un periodista amarillista cuyos artículos no dejaban indiferente a nadie.

Mientras tanto, Santiago hizo muy buenas migas con Salima, la camarera de «La Perla».

Hubo un tercer intento de violación, pero esta vez no se consumó, pues la chica cortó al agresor con el cuchillo que llevaba el mismo. La víctima era la hija de la inspectora Morales, que se llamaba Carmen. Cuando llegó a casa, dio la misma descripción que las otras víctimas, pero esta vez dijo que la careta era de un payaso y el corte de la mano, muy significativo.

A la mañana siguiente de la agresión Carmen se cruzó con Gonzalo. Por el olor y el vendaje en la mano, dijo a su madre que podría ser el agresor. Al registrar la sede de la ONG encontraron una careta de payaso, por lo que procedieron a su detención. Esa detención fue un golpe para Salima, pues se estaba empezando a enamorar de él.

Durante el interrogatorio, el comisario tenía claro que Gonzalo era el violador por sus contradicciones, pero la inspectora Morales decía que no le veía capaz de cometer unos actos tan bien preparados.

Mientras se estaba produciendo el interrogatorio, Alicia había ido a ver la tumba de su madre y encontró sobre ella sus flores favoritas, por lo que pensó que eran de su amante y decidió intentar descubrir cuál era su nombre.

Cuando ella volvió a comisaría, le comentó a Ricardo lo que había encontrado. La relación entre ellos era cada vez más cercana y se entendían sin apenas decir nada, eran un binomio perfecto.

Cuando Ricardo salió para ir a acompañar a Alicia a las floristerías, para averiguar el nombre de quién había comprado las flores, le estaba esperando Sergio Mayoral. Le provocó y esté le empujó, haciendo que se cayera. Alicia al verlo, se cabreó con Ricardo, y se fue con Sergio al hospital.

Mientras tanto, apareció el cuerpo de una mujer que había sido asesinada y violada, por lo que se demostró que Gonzalo era inocente como él decía y creía Morales. Salima, cuando soltaron a Gonzalo, se puso muy contenta. Pero todavía quedaba por descubrir el motivo por el que había venido a Madrid.

Alicia pidió a Sergio que no denunciara a Ricardo por lo que había pasado y él puso como condición que salieran juntos, a lo que ella se negó, pues no estaba preparada para tener una relación.

—Seguro que te vas a ir con ese quinqui —dijo él.

—Te he dicho que no estoy preparada para tener ninguna relación con nadie. Te rogaría que no insistieras más —dijo ella.

Sergio se fue cabreado a su casa y a la mañana siguiente fue a comisaría a denunciar a Ricardo por la agresión.

Cuando Alicia le vio le pidió que, por favor, no pusiera la denuncia y éste le dijo que ya era tarde. Cuando llegó Ricardo le pidió perdón por lo que había pasado, pero no lo aceptó.

—Debes tener cuidado y no caer en las provocaciones, pues tu carácter te pierde —le dijo Alicia.

—Tienes razón, pero me estaba calentando y le di un empujón, pero no como para que se cayera —dijo él.

—Por favor no lo estropees, me ha gustado mucho que le pidieras perdón, te honra, pero que no se convierta en costumbre, por favor —le contestó ella.

—¿Sabes algo de las flores de la tumba de tu madre?

—Tengo un nombre y con la ayuda de Lorena ya sé dónde se aloja, así que iré a verlo.

—Si quieres mañana te acompaño —dijo Ricardo mientras la daba un abrazo.

—Gracias por siempre estar a mi lado y nunca pedirme nada — contestó ella.

A veces las apariencias engañan y no hay que dar nada por supuesto, pues las personas te sorprenden y no son lo que parece. En eso consiste ser un buen policía: tener intuición y no fiarse de las apariencias.

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