Capítulo XXXIII: Una nueva puerta abierta

Adair no se movió. Sus miradas se sostuvieron; mientras se quedaron paralizados. Los ojos de Caeli casi salían de su órbita; en tanto alzaba la palangana sobre su cabeza. Sus piernas estaban separadas, puestas firmemente sobre el suelo, dejando que su parte colgara libremente.

Pasando del susto, Adair bajó los brazos y enderezó la espalda. Sonrió tranquilamente - Soy yo - susurró. Las cejas de Caeli se tensaron. Sin bajar la mano. Su mirada se oscureció deseando darle un golpe al intruso. Adair sabía que ya lo había reconocido; pero le resultaba incómodo el silencio. Así que dio un paso más cerca y preguntó como si estuviera confuso - ¿Caeli? - soportó la risa al preguntar - ¿te asusté?.

El chico bajó la mano; pero no respondió. En su lugar preguntó - ¿qué haces aquí? - su ceño aún estaba fruncido.

-Shh - co

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