La señora se giró. La vista de Adair se quedó fija en Caeli; mientras la señora se acercaba a él - Oh, pequeño Caeli, ¿tu padre está enfermo otra vez? - su voz era como si estuviera hablando con un niño.
-No hay nada de que preocuparse.
Sin darse cuenta, Adair se quedó paralizado en su posición. Analizando las expresiones de Caeli; mientras intercambiaba saludos con la señora. Por un leve instante, los ojos de Caeli se toparon con los suyos; pero sutilmente, desvió la mirada. Adair lo supo. Estaba enojado. Había alcanzado a escuchar los comentarios de la señora hace un momento; pero lo disimuló a la perfección.
Mientras se trababa c
El niño dirigió sus ojos furiosos a Caeli. Adair frunció el ceño. No le gustaba esa mirada - Quédate si quieres - Caeli habló tranquilamente. Adair lo volteó a ver, sin poder creer lo que escuchaba.-Pero será sólo por un rato - la señora le informó para ser fulminada por los ojos del niño - tengo que regresar en un momento. Después te irás conmigo - el niño no respondió - ¿de acuerdo? - dobló la cintura para hablarle más cerca.La frente del niño estaba sumamente arrugada. Miró al suelo - Está bien - su voz fue baja, conteniendo la molestia expresada por sus gestos.La señora volvió a su posición - Bueno, entonces, nos vemos en un momento - se despidió. Dio varios pasos cuando se detuvo - oh, mi monedero - recordó - lo dejé en la mesa.-Iré por él - Caeli
Como algo extraño, en el interior de la casa no se escuchó ningún sonido. Adair se mantuvo quieto, agudizando el oído. Después de un tiempo, sin lograr escuchar ni siquiera el ligero sonido del metal raspado contra el suelo, se giró. Bajó los brazos. Caminó hacía el interior. Desde un costado del pasillo, vio a Caeli cerca de la pila. Luego, barrió su vista alrededor. Caminó hacía él y bajó las gradas, silenciosamente.Los hombros de Caeli se movían; mientras raspaba un objeto. Conforme se fue acercando, sus manos quedaron al descubierto. Con un cepillo con puntas metálicas, rasgaba una pieza plateada. Quitando los restos impuros de la superficie pulida. Sus largos dedos apretaban con fuerza el objeto, deteniéndolo en su lugar. Al llegar a su espalda, Adair aprovechó el momento - ¿necesitas ayuda?.El cuerpo de Caeli se agitó; pero al instante se recompuso. La
El niño dio un último golpe. Luego, alzó los brazos sobre su cabeza. Enfocando a Caeli en la mira. Automáticamente, Adair gritó con el corazón en la garganta - ¡Oye! - su voz fue profunda y gruesa; la cual no sólo asustó al niño, sino que también a Caeli. Su furia estaba en un lugar inalcanzable. Se acercó a Daniel. Tomó las pinzas y las arrebató de sus manos. Con la otra palma, sujetó un brazo del niño - ¡en tu vida te vuelvas a comportar así con él! - desvío la fuerza de su mano a sus dientes, aprestándolos hasta que amenazaron con romperse.El niño lo vio asustado. Sus ojos se ampliaron; en tanto las lágrimas comenzaron a acumularse. Siendo agitado de un brazo, abrió la boca grandemente y soltó el llanto. Sus gritos irritaron más a Adair; puesto que no eran más que un intento de llamar la atención para terminar haciendo lo que se le viniera en gana. Jaló más el brazo. Los pies del niño estaban a punto de desp
La habitación quedó envuelta en un silencio sepulcral. Una gota de sudor se formó en una cien de Adair. Lentamente se deslizó por su mejilla hasta caer en su clavícula. Tragó saliva, para intentar humedecer su garganta seca. De pronto, una risa ronca se escuchó. Un escalofrío subió por toda la columna vertebral de Adair. Sus vellos se erizaron desde la nuca hasta la parte baja de su espalda. La risa era baja producida por una voz gruesa que rebotaba a través de las paredes. Era como si saliera de la oscuridad donde ella misma la tragaba para dejarla salir en otro lugar.Los ojos de Adair se abrieron tanto que estuvieron a punto de caer al suelo. Rígidamente, volteó hacía don Nicolás. El bulto temblaba, movido por las carcajadas. El sonido se detuvo. Nicolás se aclaró la garganta - Cada vez te haces más digno de mi confianza - su rostro estaba oscuro, sus ojos eran como dos piedras n
Adair se volteó. Caminó y subió las gradas. Cruzó el pasillo hasta la puerta, donde se detuvo. Giró ligeramente, para darle otro vistazo a Caeli; pero lo único que pudo ver fue la espalda de este concentrado en sus deberes. Realmente no le agradaba el hecho de dejarlo solo, aún menos con la carga de cuidar a su padre; sin embargo, no podía decidir simplemente quedarse para cuidarlo. No podía abusar de la confianza hasta tal punto; aunque su corazón ya se sentía culpable por don Nicolás.Por lo tanto, simplemente habló - ¡Caeli! - el chico lo miró desde un costado - ¿quieres que cierre la puerta?.Después de un momento, asintió con la cabeza - Por favor.Adair se sintió un poco más tranquilo. Independientemente de la respuesta, de cualquier manera iba a cerrar la puerta; pero ya que el chico aceptó, era más s
-¿qué estás diciendo? - su madre lo regañó - ¿te atreves a levantarme la voz?.Adair sacó el aire por la boca. Volteó hacía su madre, diciendo - Madre, ¿no te ha quedado claro? - mantuvo la voz moderada - en ningún momento he aceptado casarme.La porcelana resonó. Adair miró a Fabiola; quien dejó la taza en la mesa - Los preparativos ya están hechos, sólo faltan algunos detalles. ¿No crees que es muy tarde para cancelarlo todo? - su voz era un poco arrogante.La furia aumentó en Adair - Recuerdo haberlo dicho desde un principio - la enfrentó - ¿Quién te crees para decidir por mi? - dijo con los dientes apretados.-Adair - la voz de su madre fue como de costumbre - Los adornos ya están comprados, las flores ya están preparadas; incluso el vestido de la novi
Caminó hacía la orilla; mientras se pasaba las manos por la cara. La barba incipiente puyó sus palmas. Luego, se restregó el cabello hacía atrás. Aguardo hasta que el agua se había consumido en su piel para ponerse sus prendas. Fuera del bosque, la tierra se bañaba con los rayos del alba. Cubriendo el paisaje con una capa de amarillo suave. El viento frío corrió, provocando que se estremeciera. La gente del pueblo comenzaba su día. Preparando las ventas a lo largo de la calle. Algunas personas lo miraban extrañados. Como si no pudieran reconocerlo; pero después de un tiempo, cuando se daban cuenta que habían pasado mucho tiempo observando, bajaban el rostro, apenados.Adair sonrió. Provocando que su rostro apuesto se ganara unas cuantas vistas más. Sin la barba cubriendo su belleza, las muchachas que normalmente lo criticaban se quedaron perdidas por un momento antes de saber quien era. Los rumores de que había
El hierro se volvió a levantar. Adair cruzó los brazos sobre sus costillas, con los puños cerrados para cubrir su cabeza. Cerró los ojos.¡Pa!Su espalda ardió. Una sensación caliente subió por su garganta. El sabor a óxido inundó su boca; pero sus labios se mantuvieron cerrados. Sellados como una caja fuerte guardando secretos. Ni un sólo gemido escapó. Los golpes llovieron sobre su piel, junto con las maldiciones bajas que su padre escupía en su cara.De repente, un grito sonó - ¡¿qué está pasando?!, ¡Detente! - la voz parecía familiar; pero la conciencia de Adair ya había sido tomada por el dolor. Sus ojos se abrieron en una rendija fina. La figura de Nicolás se movía borrosa a un costado. Con una mano en la espalda se acercó para intentar dialogar - ¡Basta!, ¡es suficiente!.