Capítulo XXVII: Descubriendo su alma

Su aliento cálido traspasó la tela, calentando la piel de Adair. Sus brazos rodearon el cuerpo delgado, sintiéndose frágil en su agarre. Una mano cubría los hombros de Caeli; en tanto la otra sujetaba su espalda. El pequeño cuerpo se paralizó antes de que sus dedos se sujetaran de su camisa. Adair bajó la cabeza. Enterró la nariz en el cabello disperso e inhaló. El olor lo deleitó. Tenía un aroma fresco y limpio. Se sorprendió, porque a pesar de haber caminado por largo tiempo no había indicios de sudor en su cuerpo.

Agitó el pelo con su nariz antes de decir - Mantente ahí, yo te guiaré - La cabeza escondida asintió. Adair sonrió. Caeli levantó la cabeza, ocultando su rostro bajo su quijada. Los brazos de Adair se apretaron aún más. Luego, miró hacía el matorral - Ahí vamos - informó.

Luego, se agachó. Esquivó ramas que apuntaban a su cara. El cuerpo de Caeli

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