Capítulo XXI: Perdido

El agua chapoteaba con cada paso apresurado. Las gotas se esparcían alrededor. Como si estuvieran abriendo camino recibiendo a Adair con gusto. El liquido se miraba oscuro. Las rocas en el fondo producían un resplandor blanco. Como si fueran un millón de ojos que aseguraban que Adair cayera en la locura. Manipulado por el hechizo del bosque. Retenido por las ramas de los árboles. Atrapando su mente y envolviéndola en el dolor para que nunca pudiera escapar.

Conforme se hundía, sus piernas se volvieron pesadas. Haciendo difícil correr. Llegó a la mitad del lago, donde la profundidad alcanzaba la mitad de sus piernas. Los dedos de sus pies se entumecieron por el frío. Cada bello de su cuerpo estaba erizo. Tomando una gran bocanada de aire, dejó que su cuerpo cayera de espaldas. El agua subió por sus costados, atrapando su cuerpo. Llevándose el calor que emanaba. Pronto, su cara se sumergió, hasta que no quedó ni u

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