Flor de la Luna.TRIGÉSIMO. Cada paso que daba hacia aquella casa era un pedazo de su corazón haciéndose añicos, al saber que tendría que hacer.Tomo varias respiraciones, intentando llenarse de un valor que realmente no tenia.¿Cómo le explicaría?, como le explicaría a aquella madre que su hijo probablemente no volvería, que jamás lo vería de nuevo, llevado por el deseo de tenerla. Llenándola de una culpa que no le pertenecía.Toco el frío del picaporte con los dedos, dando varias respiraciones antes de entrar.Abrió la puerta, encontrándose con todos aquellos rostros tan queridos. No pudo evitar que los orbes se le llenaran de lagrimas, cada mirada estupefacta estaba dirigida hacia ella, el aroma verdadero de su sangre.—Némesis.Mey fue la primera en hablar, no pudo dirigiré la mirada. No aún, no podía verla romperse frente a todos los espectadores.—¿Encontrarte a Sirio?.Había lagrimas contenidas en los orbes ancianos, Némesis carraspeo.—Hablaremos de eso en un momento. — Dirig
Introducción. ❝hasta las peores bestias se enamoran, me dijo al oído una de las peores bestias... ❞ |•Carlos Kaballero•| Prólogo. No sabia si esta seria la ultima vez que podria saborear la libertad en la punta de mis dedos.El destino dependia de mi, un mundo entero pendiendo de mis deciciones.Era demasiada presion o lo fue en su momento.Ahora, tirada a los pies de aquel oscuro ser, no pude hacer nada mas que recordar cada momento que habia vivido en este lugar. Cada lagrima, cada sonrisa, todos los secretos revelados.Recorde mi vida entera, añore tener un segundo más para disfrutar de este mundo.Una sonrisa llena de paz surco mis labios.Levante la cabeza, observando directo a los ojos a aquel ser.Y estalle en un cumulo de poder que hizo temblar al mundo entero.|•MissPeregrine•|
Capítulo uno. El hedor a muerte se tornó insoportable, adentrándose en las fosas nasales arañándole la Garganta, dejando una sensación de quemazón incómoda.Aún así la tristeza era mucho más grande anulando sus otros sentidos.Tomo el pedazo de tela que le ofreció Sirio y entro al pequeño establecimiento cubriéndose sus vías respiratorias.—¿Cuántos?.—Tres nuevos casos esta mañana. Cincuenta muertos y setenta pareciendo.Maldijo. La fiebre negra azotaba nuestras tierras olvidadas por el Rey, un trastornó que se expandía con rapidez consumía los cuerpos desde dentro hacía afuera cocinándolos, colapsando poco a pocos cada órgano, dejando los miembros del tono del ébano mientras mataba lentamente. No había cura alguna.La razón era muy conocida para ella, Abassy, seres oscuros, malignos, muy difíciles de matar, hijos de Angra Mainyu el señor de las tinieblas. Nunca se había enfrentado con uno, pero conocía historias, un sinfín de habladurías que no podías escuchar sin un estómago fue
Capítulo dos. Némesis.Despertó en una habitación que no reconocía, con el cuerpo cansado y entumecido.Todo a su alrededor era lujoso, desde el lecho en el que estaba perfectamente acomodada y podría albergar a tres personas más, hasta las paredes altas de color hueso. Intentó levantarse con rapidez dispuesta a escapar pero una punzada en su mente la mando hacia atrás, los recuerdos comenzaron a llegar como ráfagas de un viento feroz.Se veía a ella misma luchando con los Abassy, dejando todo su poder en libertad, no era suficiente las criaturas parecían ser más y más cada vez. Habían logrado rodearla, sintió las garras de la muerte tocándola con sutileza, recordó el último pensamiento dirigido a Sirio, su pueblo. Y luego lo sintió, esa masa de Luz moviéndose en su interior con vida propia, no la calmo, la dejo ir con un grito desgarrador. El bosque helado se baño en color plata, el aroma a carne quemada azotó el aire y luego su mente se apagó.No sabía cómo había podido salir de a
Capítulo tres. Nemesis. Se encontraba otra vez allí, en ese maldito estudio, no sabía con certeza la hora, únicamente que no había podido pegar ojo en lo poco que transcurrió de la noche. Estuvo horas intentando recibir alguna palabra, sonido, o cualquier signo de vida a través del enlace que compartía con Sirio. De el otro lado nada había emitido palabra. Algo andaba mal su hermano jamás le haría sentir tal desesperación como la que la embargaba en aquel momento.—Magnus vendrá enseguida.Asintió con la cabeza hacia un Bastián adormilado en ropas de dormir, agradeció que este saliera por la puerta dejándola sola con sus pensamientos. Prefería aquello a sumergirse en un sentimiento de incomodidad por la poca tolerancia que sentía hacia todos los habitantes de aquella corte.Cuando la puerta del estudio se abrió no le bastó la anticipada preparación ante el aroma de Magnus, la esencia almizclada se adentro por sus fosas nasales volviendo cada nervio a la vida. Quizás si no estuviera
Capítulo cuatro. Sus ojos no divisaban nada más que devastación, las antiguas casitas de madera se habían convertido en cimientos carbonizados, el lugar parecía más muerto que nunca. Némesis no tuvo que analizar demasiado el entorno, ninguna otra criatura que no fuesen los Abassy podían dejar en tal ruina un lugar.Y si ellos habían pasado por allí quería decir que todo su pueblo…No, se negaba a creer que su familia había tenido aquel trágico final. Aun sintiendo la presencia de Magnus a su espalda, dejó libre un vago vestigio de su poder dejándolo circular por el enlace que compartía con Sirio, forzándolo. En medio de el silencio que abrazaba aquel lugar en su mente una palabra pulula con debilidad. [Crisol].—Némesis, ¿a donde vas?.Las palabras le sonaron lejanas, ya había empezado a correr cuesta abajo en dirección a lo que parecía ser una cueva lejana. Veinte años atrás amenazados por la presencia de los Abassy y criaturas mucho menos poderosas pero no mortales, ella y su pue
Capítulo cinco.Despertó por un sonido extraño filtrándose por la ventana abierta, eran risas… risas de niños, aquel sonido llenó el alma de felicidad. Con rapidez se levantó del lecho y miró por la ventana. Frente a la casa a unos metros más allá se encontraba lo que parecía ser una institución para lobeznos, niños de todas las edades corren de aquí para allá bajo el hermoso sol primaveral. Némesis no se dio cuenta de que lloraba hasta que las lágrimas bajaron por su mentón. No había tristeza en aquel llanto, alegría de ver a esos pequeños seres inocentes dando brillo al mundo.No supo cuánto tiempo estuvo así, ensimismada observando y quizás se hubiese quedado unos minutos más si los nudillos que golpearon en su puerta no la hubiesen traído nuevamente a la realidad.—Némesis. las ancianas están preparando el desayuno. Quieren que nos sentemos todos juntos en la mesa, por primera vez.Sonrío, imaginando a esos veinte seres compartiendo un espacio al que al fin podía llamar hogar.—E
Capítulo sexto parte uno.Siguió a Bastián por el camino de grava hacia las callecitas de adoquín, al final los esperaban dos corceles comiendo hierba esmeralda y fresca que crecía por allí. Némesis jamás había visto un lugar con tanta vida, colores y belleza como lo era aquel.—Hola preciosa Laya.Acaricio con amor el pelaje ónix del animal, está pareció reconocerla emitiendo un suave relinchar.—Al parecer le has caído bien.Levantó la mirada, sin dejar de pasar los dedos entre el fino pelaje.—¿Por qué lo dices como si te costara creerlo?Bastián sonrió, el gesto jamás llegó a sus ojos. Allí se encontraba ese sentimiento de tristeza que tanto le llamaba la atención, con seguridad si ellos fueran medianamente cercanos Némesis no dudaría en sentarse a escucharlo desahogarse. Pero ese no era el caso.—Porque nadie se ha montado en ella desde que la madre de Magnus se fue.Némesis frunció el entrecejo. —Por qué motivo fue elegida para mi entonces?La miró con una de esas expresiones i