VIGÉSIMO NOVENO. Llegaron a la corte de fuego envueltos en un silencio tenso, pensativo.Némesis camino hacia uno de los sofás del salón, sacudiendo una mano para volver a vestirse con normalidad.Dejando aquella ropa extravagante bien guardada.—Némesis…La voz de Magnus fue una caricia tierna que logró derretir parte de su corazón, no el suficiente para hacerla olvidar lo que estaba pasando.La razón por la que Sirio se había entrando al mal. Ella era la culpable por no poder darle lo que el tanto ansiaba.Clavó la mirada en el fuego de la chimenea, negándose a las lágrimas que querían bajar por su rostro. De nada valdrían sus lágrimas a estas alturas.Pensó en Mey, pensó la forma en la que le contaría lo que paso con su hijo, el hecho de que quizás no lo volvería a ver nunca más.El corazón le dio un vuelco adolorido.—No es tu culpa.Magnus se acercó, sentándose a su lado. Brindándole un calor que nadie más podría.Se inclino contra el, buscando que su fuego extinguiera el frío
VIGÉSIMO NOVENO. 2Se quedaron unos segundos más allí, sin dirigirse la palabra.Simplemente mirando hacia el fuego, sintiendo lo que el otro atraves de un vínculo a medio completar.—Tenemos que comenzar a actuar, esta tarde recibimos la confirmación necesaria. El vendrá hacia aquí, no podemos defender a nuestra gente.Tenia toda la razón, serian un estorbo en la batalla, un punto débil que solo haría que perdieran. Los civiles no podían quedarse en aquellas tierras que ya no era seguras para ellos.—¿Hacia donde?.Clavó la mirada en Magnus, permitiéndose saborear su aroma. Deleitarse con la perfección de su rostro, todo el hacia que el corazón comenzará a latirle con fuerza.—La corte de los suspiros. Siempre tuvimos una buena relación con ellos, Clara conoce a muchos integrantes.Némesis recordó a la amiga de la susodicha, aquella mujer con orbes de niebla que la miraba como si conociera su secreto. No lo dudaba.—¿Cuándo?Pensó en Clara, en el estado en el que se encontraba. Enloq
Flor de la Luna.TRIGÉSIMO. Cada paso que daba hacia aquella casa era un pedazo de su corazón haciéndose añicos, al saber que tendría que hacer.Tomo varias respiraciones, intentando llenarse de un valor que realmente no tenia.¿Cómo le explicaría?, como le explicaría a aquella madre que su hijo probablemente no volvería, que jamás lo vería de nuevo, llevado por el deseo de tenerla. Llenándola de una culpa que no le pertenecía.Toco el frío del picaporte con los dedos, dando varias respiraciones antes de entrar.Abrió la puerta, encontrándose con todos aquellos rostros tan queridos. No pudo evitar que los orbes se le llenaran de lagrimas, cada mirada estupefacta estaba dirigida hacia ella, el aroma verdadero de su sangre.—Némesis.Mey fue la primera en hablar, no pudo dirigiré la mirada. No aún, no podía verla romperse frente a todos los espectadores.—¿Encontrarte a Sirio?.Había lagrimas contenidas en los orbes ancianos, Némesis carraspeo.—Hablaremos de eso en un momento. — Dirig
Introducción. ❝hasta las peores bestias se enamoran, me dijo al oído una de las peores bestias... ❞ |•Carlos Kaballero•| Prólogo. No sabia si esta seria la ultima vez que podria saborear la libertad en la punta de mis dedos.El destino dependia de mi, un mundo entero pendiendo de mis deciciones.Era demasiada presion o lo fue en su momento.Ahora, tirada a los pies de aquel oscuro ser, no pude hacer nada mas que recordar cada momento que habia vivido en este lugar. Cada lagrima, cada sonrisa, todos los secretos revelados.Recorde mi vida entera, añore tener un segundo más para disfrutar de este mundo.Una sonrisa llena de paz surco mis labios.Levante la cabeza, observando directo a los ojos a aquel ser.Y estalle en un cumulo de poder que hizo temblar al mundo entero.|•MissPeregrine•|
Capítulo uno. El hedor a muerte se tornó insoportable, adentrándose en las fosas nasales arañándole la Garganta, dejando una sensación de quemazón incómoda.Aún así la tristeza era mucho más grande anulando sus otros sentidos.Tomo el pedazo de tela que le ofreció Sirio y entro al pequeño establecimiento cubriéndose sus vías respiratorias.—¿Cuántos?.—Tres nuevos casos esta mañana. Cincuenta muertos y setenta pareciendo.Maldijo. La fiebre negra azotaba nuestras tierras olvidadas por el Rey, un trastornó que se expandía con rapidez consumía los cuerpos desde dentro hacía afuera cocinándolos, colapsando poco a pocos cada órgano, dejando los miembros del tono del ébano mientras mataba lentamente. No había cura alguna.La razón era muy conocida para ella, Abassy, seres oscuros, malignos, muy difíciles de matar, hijos de Angra Mainyu el señor de las tinieblas. Nunca se había enfrentado con uno, pero conocía historias, un sinfín de habladurías que no podías escuchar sin un estómago fue
Capítulo dos. Némesis.Despertó en una habitación que no reconocía, con el cuerpo cansado y entumecido.Todo a su alrededor era lujoso, desde el lecho en el que estaba perfectamente acomodada y podría albergar a tres personas más, hasta las paredes altas de color hueso. Intentó levantarse con rapidez dispuesta a escapar pero una punzada en su mente la mando hacia atrás, los recuerdos comenzaron a llegar como ráfagas de un viento feroz.Se veía a ella misma luchando con los Abassy, dejando todo su poder en libertad, no era suficiente las criaturas parecían ser más y más cada vez. Habían logrado rodearla, sintió las garras de la muerte tocándola con sutileza, recordó el último pensamiento dirigido a Sirio, su pueblo. Y luego lo sintió, esa masa de Luz moviéndose en su interior con vida propia, no la calmo, la dejo ir con un grito desgarrador. El bosque helado se baño en color plata, el aroma a carne quemada azotó el aire y luego su mente se apagó.No sabía cómo había podido salir de a
Capítulo tres. Nemesis. Se encontraba otra vez allí, en ese maldito estudio, no sabía con certeza la hora, únicamente que no había podido pegar ojo en lo poco que transcurrió de la noche. Estuvo horas intentando recibir alguna palabra, sonido, o cualquier signo de vida a través del enlace que compartía con Sirio. De el otro lado nada había emitido palabra. Algo andaba mal su hermano jamás le haría sentir tal desesperación como la que la embargaba en aquel momento.—Magnus vendrá enseguida.Asintió con la cabeza hacia un Bastián adormilado en ropas de dormir, agradeció que este saliera por la puerta dejándola sola con sus pensamientos. Prefería aquello a sumergirse en un sentimiento de incomodidad por la poca tolerancia que sentía hacia todos los habitantes de aquella corte.Cuando la puerta del estudio se abrió no le bastó la anticipada preparación ante el aroma de Magnus, la esencia almizclada se adentro por sus fosas nasales volviendo cada nervio a la vida. Quizás si no estuviera
Capítulo cuatro. Sus ojos no divisaban nada más que devastación, las antiguas casitas de madera se habían convertido en cimientos carbonizados, el lugar parecía más muerto que nunca. Némesis no tuvo que analizar demasiado el entorno, ninguna otra criatura que no fuesen los Abassy podían dejar en tal ruina un lugar.Y si ellos habían pasado por allí quería decir que todo su pueblo…No, se negaba a creer que su familia había tenido aquel trágico final. Aun sintiendo la presencia de Magnus a su espalda, dejó libre un vago vestigio de su poder dejándolo circular por el enlace que compartía con Sirio, forzándolo. En medio de el silencio que abrazaba aquel lugar en su mente una palabra pulula con debilidad. [Crisol].—Némesis, ¿a donde vas?.Las palabras le sonaron lejanas, ya había empezado a correr cuesta abajo en dirección a lo que parecía ser una cueva lejana. Veinte años atrás amenazados por la presencia de los Abassy y criaturas mucho menos poderosas pero no mortales, ella y su pue