La noche envolvía la ciudad con su manto oscuro mientras Leandro se dirigía hacia la vieja casa que una vez compartió con Julieta. El piso que habían adquirido en el pasado y la dirección que marcaba el GPS. El viento soplaba frío, llevando consigo un eco de sus recuerdos pasados y la promesa de un enfrentamiento inevitable. Al llegar al edificio, Leandro se detuvo frente a la entrada, observando la fachada desgastada y las luces parpadeantes que apenas iluminaban el camino. Un escalofrío recorrió su espalda cuando recordó los días felices que había pasado en ese lugar, antes de que todo se desmoronara. Con paso firme, Leandro ascendió por las escaleras hasta el piso donde se encontraba la puerta. Cada paso resonaba en el silencio de la noche, acompañado por el latido acelerado de su corazón. Sabía que estaba a punto de enfrentarse a su pasado, a los fantasmas que aún acechaban en las sombras. Al llegar al pasillo, Leandro se detuvo frente a la puerta, respirando profundamente antes
La noche era tranquila cuando Jazmín encendió el televisor, buscando algo de distracción después de un largo día. Sin embargo, lo que encontró en las noticias la dejó sin aliento. El presentador hablaba con solemnidad mientras mostraban imágenes de un edificio en llamas. El nombre de Leandro resonó en la habitación, y Jazmín sintió que su corazón se detenía por un momento. ¿Qué estaba pasando? La desesperación se apoderó de su mente mientras escuchaba atentamente las noticias. Hablaban de un incendio en un edificio, donde se había reportado que varias personas estaban atrapadas dentro, incluido su esposo. Las imágenes mostraban a los bomberos luchando contra las llamas, mientras la gente observaba con horror desde la calle. Sin pensarlo dos veces, Jazmín se levantó de un salto del sofá, sintiendo el pánico apoderarse de ella. La niñera estaba en la habitación contigua cuidando a su hijo, pero Jazmín apenas la escuchaba cuando le pedía que se quedara con él. Necesitaba salir de allí,
Leandro sostuvo con ternura a su pequeño bebé en brazos mientras conversaba con Jazmín en el acogedor salón de su hogar. La luz suave de la tarde se filtraba por las cortinas, creando una atmósfera tranquila y serena. — ¿Sabes qué día es hoy? — preguntó Leandro con una sonrisa mientras acariciaba suavemente la cabeza del bebé. Jazmín miró a su esposo con cierto pesar en los ojos, pero sonrió y asintió. — Sí — respondió —. ¿Quieres ir a visitarlo? — Deberíamos. Compraremos flores en el camino — dijo el hombre. Era el cumpleaños de su difunto hermano y aunque ya no estuviera en la tierra, ese no sería motivo para no visitarlo a su tumba y aprovechar para presentarle a su primogénito. La conversación continuó de manera ligera y relajada mientras Leandro y Jazmín compartían anécdotas del día y planes para el futuro. Sin embargo, en un momento dado, Leandro decidió abordar un tema más delicado. — Leandro, hay algo que quería preguntarte — comenzó la joven esposa, su tono se volvió un
La pareja estaba parados frente a la lápida de hermano, dejando un ramo de flores en ella. Hace tiempo que Leandro no iba, por los recuerdos bueno que le causaban nostalgia, pero era momento de dejarlo ir. Lo hizo, pero siempre evitando asumir la realidad. Jazmín empujó el carro del bebé una vez que su esposo le indicó que era hora de marcharse. — Quiero llevarte a un lugar — dijo Leandro, tomando la mano de su esposa —. Antes de que preguntes, es una sorpresa. — No me gustan las sorpresas porque me ponen ansiosa — respondió ella, cargando al niño y colocándolo en su silla en el auto, mientras Leandro guardaba su carro en el portabultos —, así que, dímelo. Leandro cerró y se asomó a mirarla desde atrás de la camioneta, con una sonrisa. — Esa forma de ordenar no me convence — respondió. Se acerca a ella, deja un suave beso en sus labios, y luego, abre la puerta —. Sube, porque no tienes otra opción que tragarte la curiosidad. Sorpresa es sorpresa. — ¡Auch! Eso fue cruel — dijo la
De repente, la idea de que Jessica juegue con los sentimientos de Santiago le aterró. Era una locura. Tenía más miedo de las acciones de su mejor amiga que de su mismo escolta. Caminó hacia donde se habían marchado creyendo que nadie los seguía, y entonces los vio, besándose como si fueran dos almas necesitadas de afecto. Su amiga, pegada a la pared, con aquel hombre callado apretándola. Jazmín sonrió, porque ya tenía algo con que burlarse, y sintiendo que necesitaban privacidad, se volteó para marcharse, pero entonces su amiga la llamó. — Jazmín… — Apenas era un susurro —. No es lo que piensas. La joven no pudo resistirse y soltó una carcajada, se volteó y vio a ambos con el rostro acalorado. — ¿Esto es un juego? No lo pregunto por metiche, pero ambos me importan y mucho — Ninguno respondió, entonces observó a Santiago —. ¿Qué piensas al respecto? — ¿Puedo ser sincero? — La joven asintió —. Que es terca. Le he dicho que hablaría con su padre. He intentado darle el tiempo… — ¿Je
Jazmín se encontraba sumergida en la montaña de papeles que ocupaba su escritorio en la oficina. Con su bebé, tranquilo y dormido en su carrito a un lado, intentaba concentrarse en su trabajo, aunque sus pensamientos a menudo se desviaban hacia su pequeño hijo y las responsabilidades que implicaba la maternidad.La entrada de su asistente interrumpió su concentración, y levantó la mirada para ver quién había llegado.— ¿Quién es? — preguntó Jazmín con curiosidad, ajustando la posición de su bebé en el carrito.— Dice ser tu prima… Camila — respondió la asistente, asomando la cabeza por la puerta —. Dice que necesita hablar contigo con urgencia.Jazmín frunció el ceño ligeramente, sorprendida por la visita inesperada de su prima, y aunque no confiaba en ella lo suficiente, aprobó su entrada.— Está bien, déjala pasar — dijo, indicando con un gesto a la asistente que la dejara entrar.Camila entró en la oficina con una expresión preocupada en el rostro.— Hola Jazmín, lamento interrumpi
La mansión Belmont se alzaba majestuosa frente a Leandro y Jazmín cuando llegaron. Era una imponente estructura rodeada de exuberantes jardines y árboles frondosos. La pareja se había propuesto disfrutar de unos días de descanso en la lujosa residencia, compartiendo tiempo con los jóvenes Belmont y aprovechando para relajarse. Mentira. Jazmín venía por un motivo, y su esposo solo la observaba esperando que le confiese aquello, pero durante todo el trayecto, la mujer no dijo nada. Su mente parecía divagar en cualquier parte del universo, menos en la realidad. Al entrar en la mansión, fueron recibidos con entusiasmo por la joven anfitriona. — ¡Tío, tía! ¡Que agradable sorpresa que estén aquí! — exclamó la joven con una sonrisa —. ¿Cómo estuvo el viaje? — Bien. Sabes que ya estamos acostumbrados a los viajes — respondió Leandro —. ¿Y tu hermano? — En la empresa. Se ha tomado muy en serio el trabajo — respondió con una sonrisita —. Estoy segura que estará feliz de verlos. — Espero n
La casa de los tíos de Jazmín se alzaba imponente frente a ella, evocando recuerdos dolorosos y emociones encontradas. Había vivido allí durante mucho tiempo, soportando maltratos emocionales y, en ocasiones, físicos. Ahora, se encontraba frente a esa misma puerta, sintiendo un nudo en el estómago y el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. Con un suspiro profundo, Jazmín tocó la puerta, sintiendo la madera bajo sus dedos temblorosos. Unos momentos de espera se hicieron eternos antes de que la puerta se abriera lentamente, revelando la figura de su tía en el umbral. La expresión perpleja de su tía se congeló por un instante antes de que una sonrisa artificial se extendiera por su rostro. — ¡Jazmín! ¡Qué sorpresa verte aquí! — exclamó su tía, abriendo los brazos para abrazarla. Leandro arqueó las cejas, por la forma tan falsa de saludar a su esposa, aunque no debería sorprenderse, pues ya había visto de todo en ese cruel mundo. Jazmín se sintió como si estuviera petrificada en e