La mansión Rymer, rodeada de jardines perfectamente cuidados y un aire de majestuosidad, parecía envolver todo en un aura de tranquilidad. Pero dentro de la sala principal, el ambiente era tenso, cargado de expectación. Guisselle, sentada en uno de los sofás de cuero oscuro, no podía evitar tamborilear nerviosamente los dedos sobre sus rodillas mientras esperaba. La inquietud no solo provenía de la grandiosidad del lugar, sino de la conversación que estaba a punto de tener. Las paredes adornadas con retratos antiguos parecían vigilarla mientras miraba a su alrededor.El sonido del timbre resonó en la distancia, y Guisselle se puso de pie de inmediato, acomodándose el vestido como si con ello pudiera apaciguar el remolino de emociones que la invadía. Escuchó los pasos de una mujer acercándose lentamente por el pasillo, y su corazón latió más rápido. Pero no solo fue ese ruido el que rompió el silencio; el chasquido de una puerta del despacho cerrándose también llegó a sus oídos, indicá
— A la noche puedo llevarte a ver a ese hombre — dijo Jazmín en voz baja, ignorando por completo la furia que aún ardía en los ojos de Fabio.Guisselle asintió, sabiendo que lo que acababa de presenciar era solo el comienzo de algo mucho más profundo y oscuro.Jazmín salió de la mansión Rymer con paso firme, dejando atrás el caos emocional que había sembrado dentro. Subió al coche, y su guardaespaldas, Oliver, se acomodó al volante. Una vez adentro, el ambiente se llenó de un silencio tenso, mientras Jazmín observaba el camino a través del parabrisas. Las hojas de los árboles se mecían suavemente bajo la brisa, como si el mundo exterior estuviera ajeno a la tormenta interna que se desarrollaba entre los muros de la mansión.A medida que el coche avanzaba por la carretera solitaria, Jazmín sonrió para sí misma, sus pensamientos vagando entre recuerdos dolorosos y sus más recientes confrontaciones. Finalmente, rompió el silencio.— ¿Te has percatado de que nos están siguiendo desde que
Jazmín se ajustó el cuello de la blusa mientras atravesaba el pasillo iluminado que la llevaba a su oficina. Había recibido una llamada de Leandro hacía apenas unos minutos, informándole que iría a la central y que, si todo iba bien, pasarían a cenar juntos al salir del trabajo. Esa era la rutina en los últimos tiempos, una normalidad que Jazmín valoraba más de lo que admitía. Las tragedias recientes los habían marcado de maneras que ninguno de los dos podía ignorar, pero ambos seguían adelante, con la firmeza que les había permitido sobrevivir y resurgir de la muerte, literalmente en el caso de Jazmín.Cuando llegó a su oficina, cerró la puerta detrás de ella con un ligero empuje y se acomodó en su silla de cuero, cruzando las piernas con elegancia. Justo en ese momento, las puertas de su despacho se abrieron de golpe, y el sonido de un cuerpo impactando el suelo resonó en la habitación. Gabriel, su joven asistente, fue arrojado hacia el suelo como si fuera un muñeco de trapo.— Lo s
Cuando Lorenzo desapareció finalmente por las puertas, Leandro soltó un suspiro y se volvió hacia su esposa.— ¿En qué m****a estabas pensando para enfrentarlo sola? — le espetó con una mezcla de frustración y miedo, su mano encontrando la espalda de ella como un ancla.— Apareció de la nada, Leandro. No tuve tiempo de reaccionar ni de esconderme. Aunque, sinceramente, no lo haría. ¿Por quién me tomas? ¿Por una cobarde? — dijo Jazmín con un tono más tranquilo, aunque sus ojos todavía brillaban con la adrenalina del momento.Leandro pasó una mano por su cabello, claramente intentando contener la oleada de emociones que lo inundaba. El miedo lo había golpeado con fuerza cuando supo que Lorenzo había aparecido en la oficina de su esposa. Al entrar, había visto las intenciones en los ojos de ese hombre. El pánico había sido casi paralizante.— Solo quería protegerte — dijo en voz baja, su frustración suavizándose mientras miraba a Jazmín a los ojos.Jazmín soltó un suspiro, dejando que sus
Daniel estaba nervioso mientras caminaba hacia el hospital. El ramo de flores en su mano parecía fuera de lugar en medio del bullicio de la ciudad, pero no le importaba. Hoy era el día que había decidido dar el primer paso para hablar con Luna. Aún no sabía mucho sobre ella, pero su dulzura y dedicación lo habían cautivado.— Hoy lo haré — murmuró para sí mismo, ajustándose el cuello de su camisa mientras cruzaba la calle.Al llegar a las puertas del hospital, la vio. Estaba a lo lejos, de pie junto a un hombre alto y robusto, que parecía enfadado. Una niña pequeña, que no debía tener más de cinco años, se aferraba al vestido de Luna. Daniel se detuvo en seco, su corazón comenzó a latir más rápido. > pensó, sintiendo una punzada de decepción.El ramo de flores en su mano de repente se sintió como una carga ridícula. Se quedó parado, observando, sin saber qué hacer.El rostro de Luna parecía tenso, su boca formaba una fina línea mientras hablaba co
El camino hacia el encuentro con Jazmín y su esposo transcurría en un silencio tenso. Fabio manejaba el auto con los labios apretados y los ojos clavados en la carretera desierta. Guisselle miraba por la ventana, sus pensamientos un torbellino. Aunque había tratado de prepararse mentalmente para lo que estaba por suceder, no podía evitar sentir el peso de la incertidumbre aplastándola. Su vida había tomado giros que ni siquiera en sus peores pesadillas habría imaginado, y ahora se encontraba viajando hacia una reunión que no prometía respuestas claras, sino más misterios.— ¿Realmente crees que ese hombre va a poder ayudarte? — preguntó Fabio de repente, rompiendo el silencio con una mezcla de escepticismo y preocupación.Guisselle giró la cabeza lentamente para mirarlo. La luz del atardecer iluminaba su rostro, dándole un aspecto casi fantasmal. Sus ojos oscuros, siempre llenos de vida y determinación, parecían ahora agotados, cargados con el peso de lo inexplicable.— No lo sé —
El ambiente en la habitación se tornaba más denso con cada segundo que pasaba. El fuego de la chimenea lanzaba sombras danzantes en las paredes, pero no lograba disipar el frío que Fabio sentía en lo más profundo de su ser. Había algo oscuro, profundo y peligroso en todo aquello, y él lo sabía. Sin embargo, al ver la determinación en los ojos de Guisselle, supo que no podía detenerla. Tenía que dejarla seguir adelante, aunque no entendiera ni creyera en lo que estaba ocurriendo.Jazmín, quien hasta ese momento había permanecido en silencio junto a su esposo, se acercó lentamente a Guisselle. La observó con una mezcla de compasión y solemnidad, como si entendiera el dolor que la joven estaba cargando. Con suavidad, colocó una mano en su hombro y le susurró:— Esperaré afuera.Guisselle asintió levemente, su rostro inexpresivo, como si ya estuviera comenzando a adentrarse en otro lugar, un espacio entre lo real y lo desconocido. Jazmín salió de la habitación con pasos silenciosos, de
Lorenzo observaba desde las sombras, su mirada oscura fija en la casa que estaba a unos cuantos metros. La brisa fría de la noche se colaba entre los árboles, pero su mente estaba demasiado concentrada para sentir el frío. Desde aquella distancia prudente, él podía ver la entrada principal, donde el fuego de una chimenea apenas iluminaba el exterior, creando un contraste lúgubre con la oscuridad de la noche.La frustración en su pecho se mezclaba con la obsesión que lo consumía por dentro. Había perdido el control. Después de años, décadas, incluso siglos de tenerla bajo su control, Guisselle había logrado escaparse de sus garras. En esta vida, ella había sido más inteligente, más cautelosa. Pero Lorenzo sabía la verdad. Sabía que ellos dos estaban entrelazados de una forma que ni ella podía comprender. Sus destinos estaban conectados desde el principio de los tiempos, y esa conexión era inquebrantable, no importaba cuántas vidas vivieran.Lorenzo sonrió con amargura, sus labios tor