224 - El amuleto.

El ambiente en la habitación se tornaba más denso con cada segundo que pasaba. El fuego de la chimenea lanzaba sombras danzantes en las paredes, pero no lograba disipar el frío que Fabio sentía en lo más profundo de su ser. Había algo oscuro, profundo y peligroso en todo aquello, y él lo sabía. Sin embargo, al ver la determinación en los ojos de Guisselle, supo que no podía detenerla. Tenía que dejarla seguir adelante, aunque no entendiera ni creyera en lo que estaba ocurriendo.

Jazmín, quien hasta ese momento había permanecido en silencio junto a su esposo, se acercó lentamente a Guisselle. La observó con una mezcla de compasión y solemnidad, como si entendiera el dolor que la joven estaba cargando. Con suavidad, colocó una mano en su hombro y le susurró:

— Esperaré afuera.

Guisselle asintió levemente, su rostro inexpresivo, como si ya estuviera comenzando a adentrarse en otro lugar, un espacio entre lo real y lo desconocido. Jazmín salió de la habitación con pasos silenciosos, de
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