Guissell y Fabio estaban sentados, la conversación fluyendo de manera más íntima y personal que nunca. Fabio la miraba con curiosidad, interesado en conocer más sobre ella.— Entonces, ¿te dedicas a preparar y servir cafés hace más de cinco años? — preguntó Fabio, con un tono que denotaba interés genuino —. ¿Nunca has aspirado a algo más?Guissell quería decirle que sí, que claro que había soñado con algo más, pero no podía. No podía porque estaba atrapada, marcada por un tatuaje que era como un contrato de sangre que la obligaron a firmar. Soltó un suspiro, tratando de mantener la compostura.— Para personas como nosotros no hay un futuro... — susurró, la voz cargada de resignación.Fabio la miró con una mezcla de compasión y curiosidad, pero antes de que pudiera decir algo, Guissell miró su celular. Vio un mensaje de su asqueroso jefe y forzó una sonrisa.— El deber llama — dijo, levantándose lentamente.— ¿Tienes que irte ya? Apenas serán las ocho — preguntó Fabio, notando la ho
Guissell sintió cómo su corazón latía con fuerza, como si intentara escapar de su pecho. La mirada de Fabio, intensa y cargada de emociones conflictivas, la mantenía atada a ese momento. Sabía que sus palabras eran sinceras, pero también que conllevaban un peso que ella aún no estaba lista para sostener por completo. A pesar de todo, asintió con la cabeza, confirmando lo que Fabio decía. No podía culparlo por estar herido. Después de todo, ella le había mentido, y eso era algo que no podía cambiar.“No le has mentido. No podías decirle la verdad sin conocerlo.”La habitación a su alrededor se sentía más pequeña, el aire más denso. Fabio estaba allí, no para tomar sus servicios, sino porque había algo más, algo que había cambiado desde que ella había renacido. Desde aquel día en que su vida había tomado un giro inesperado, se había sentido atrapada, sin poder hablar con libertad.Con cada movimiento, Guissell comenzó a desvestirse lentamente, sintiendo la vulnerabilidad que la inundab
Fabio ayudó a Guisselle a bajar del auto con una mirada distante, pero intensa, como si estuviera buscando algo más allá de su rostro sereno. No pronunció palabra alguna mientras ella se acomodaba la ropa, ni cuando la guio hacia la puerta principal de su imponente mansión. La mansión era una estructura majestuosa, con una fachada de mármol blanco que brillaba bajo la luz de la luna. Los jardines eran tan perfectos que parecían irreales, con fuentes que burbujeaban suavemente y flores dispuestas en patrones geométricos. Pero todo ese esplendor no parecía afectar a Guisselle, quien mantenía su expresión neutral, casi vacía.Al contrario de todo lo que debería hacerla feliz, ella repudiaba las flores, los jardines y ni hablar de los jardineros. Odiaba las mariposas. Todo ello le recordaba su vida.Entraron en la mansión, y el silencio se hizo más denso a medida que caminaban por los pasillos decorados con arte clásico y muebles antiguos. Fabio la condujo directamente a su oficina, una h
Jazmín se encontraba en la oficina de su esposo, Leandro, dando vueltas al asunto que la tenía tan inquieta. La imagen de Guisselle persistía en su mente, pero no lograba recordar de dónde le era familiar. Leandro estaba sentado en su escritorio, concentrado en unos papeles, mientras que Gabriel, su asistente, permanecía de pie junto a la puerta, con una expresión de preocupación.— Quizás es un rostro difícil de olvidar — dijo Leandro sin levantar la vista de su trabajo.Jazmín miró a Gabriel con impaciencia.— ¿Qué obtuviste de ella, además de su nombre? — preguntó.Gabriel, que había estado investigando a fondo, comenzó a hablar mientras sacaba unos papeles de su carpeta.— Como dijo que preparaba café, busqué a todas las Guisselles que trabajen en una cafetería y… no existe ninguna Guisselle.Leandro dejó de observar el documento frente a él y miró a Gabriel con una mezcla de curiosidad y preocupación.— ¿Qué quieres decir? — preguntó Leandro.Gabriel asintió lentamente.— Sin emb
La mañana se adentraba lentamente en la gran mansión Rymer, bañando con una luz dorada los lujosos interiores. Guisselle se encontraba en su habitación, mirando por la ventana mientras la cálida brisa jugaba con las cortinas. El silencio de la mansión le resultaba asfixiante, una jaula dorada donde se sentía cada vez más atrapada. Fabio ya se había marchado al trabajo, como solía hacerlo, y la había dejado sola una vez más. Desde que la trajo a vivir aquí, no habían salido juntos ni una sola vez. Esa soledad, combinada con el tedio de estar siempre vigilada, estaba empezando a afectarla.Se levantó de la cama, decidida a romper la monotonía. Abrió su armario, seleccionando un vestido sencillo, y se preparó rápidamente. Necesitaba salir, sentir el aire fresco en su rostro y perderse por un rato en sus propios pensamientos, lejos de la opresión de las paredes de la mansión.Mientras bajaba las escaleras, sintió la mirada de los guardias que siempre estaban presentes, aunque intentaban s
Guisselle caminaba en silencio, sus pensamientos atrapados en una maraña de confusión y desesperanza mientras la mansión de Rymer se acercaba en el horizonte. Sabía que su vida estaba en peligro, pero no tenía alternativas. Huir no era una opción; el control que ejercían sobre ella era total. Cuando el celular en su bolso comenzó a sonar, su primer instinto fue ignorarlo. Sabía quién estaba llamando, y lo último que quería era hablar con él. Sin embargo, cuando el teléfono dejó de sonar, un mal presentimiento se apoderó de ella.Apenas unos segundos después, un auto negro se estacionó bruscamente a su lado. El vidrio polarizado del asiento del conductor bajó lentamente, revelando el rostro serio y frío de Lorenzo, el hijo de Loretto, quien sería el heredero del imperio criminal.— Sube — ordenó Lorenzo con voz glacial.Guisselle se quedó congelada, su corazón martillando en su pecho. Sabía que no podía desobedecer, pero el simple hecho de estar cerca de Lorenzo la llenaba de pánico. N
— Voy a sacarte de aquí — prometió, su voz firme a pesar de la tormenta de emociones que lo atravesaba —. No dejaré que te hagan daño otra vez.Pero mientras Fabio intentaba ayudar a Guisselle a ponerse de pie, el sonido de un motor rugiendo a lo lejos los alertó. Lorenzo regresaba, y no estaba solo. Fabio vio los faros de otro vehículo acercándose rápidamente. Su mente trabajaba a mil por hora, buscando una salida, una forma de escapar.— Tenemos que irnos — dijo Fabio, tirando suavemente de Guisselle hacia su auto, pero ella se resistió, sus piernas apenas capaces de sostenerla.— Fabio, no puedes... No puedes hacer esto — susurró Guisselle, su voz llena de miedo y resignación —. No quiero que te hagan daño por mi culpa.— ¡No digas tonterías! — respondió Fabio con determinación, mientras la ayudaba a subir al auto —. No te dejaré aquí, no esta vez.Encendió el motor y dio un volantazo para girar en dirección opuesta, acelerando por el camino polvoriento. Los autos de Lorenzo y su a
Fabio se desplomó en la silla de lujoso pero sombrío hospital. El dolor en su cuerpo era como un fuego que no podía apagar, pero había cosas más importantes que el dolor. La herida de bala en su brazo, apenas vendada apresuradamente por uno de sus hombres, supuraba con cada movimiento. Aun así, Fabio no quería detenerse. Había demasiadas cosas en juego, y el tiempo no estaba de su lado.— Señor, debe dejar que lo atiendan — insistió uno de sus hombres de confianza, un hombre robusto y de rostro imperturbable llamado Marco —. No va a poder seguir así mucho tiempo.Fabio lo miró con un destello de fastidio en sus ojos.— Estoy bien, Marco. Hay cosas más importantes en este momento. ¿Por qué no sale nadie a darnos información de Guisselle?— No, no lo está — replicó Marco, con una firmeza inusual —. Si sigue ignorando esa herida, lo único que logrará es debilitarse más, y entonces no podrá hacer nada de lo que necesita, especialmente si desea salvar de esas personas a la señorita.Fabio