Guisselle abrió los ojos lentamente, y lo primero que percibió fue un blanco deslumbrante. Un zumbido persistente acompañaba el sonido rítmico de los monitores, golpeando en su mente como un martillo constante. Parpadeó varias veces, tratando de enfocar su vista y ubicarse, pero todo lo que la rodeaba era desconocido. Se sintió perdida, atrapada en un lugar que no reconocía. Intentó moverse, pero una presión en su mano la detuvo. Instintivamente, su cuerpo se tensó, y su corazón comenzó a latir con una velocidad que provocó que las alarmas del monitor se dispararan.El pánico se apoderó de ella. La última vez que había estado amarrada, su vida había sido un infierno. Su mente volvió a ese lugar oscuro, a ese pasado donde no era más que una prisionera de su propio cuerpo. El miedo la invadió como una ola que la arrastraba hacia el abismo, y el impulso de escapar era tan fuerte que apenas pudo contener el grito que amenazaba con salir de su garganta.— Estás bien. Estás a salvo — una vo
El sol de la tarde se filtraba a través de las cortinas del hospital, llenando la habitación con una luz suave y cálida. Guisselle, con su cabello suelto y una expresión de cansancio, observaba por la ventana mientras esperaba que Fabio terminara de hablar con el médico. Aunque había insistido en que estaba bien para caminar por su cuenta, Fabio no quería escuchar razones.La puerta se abrió, y él entró, luciendo tan impecable como siempre, pero con un destello de preocupación en sus ojos. Se acercó a la cama y la miró con una mezcla de alivio y seriedad.— ¿Estás lista para irte? — preguntó, aunque su tono indicaba que no aceptaría un "no" por respuesta.Guisselle asintió, y antes de que pudiera decir algo más, Fabio la levantó con cuidado, como si fuera de cristal. La forma en que la sostenía, con esa mezcla de fuerza y ternura, hizo que su corazón diera un vuelco.— Fabio, de verdad, puedo caminar sola… — protestó débilmente, pero él solo negó con la cabeza, sin dejar de sostenerla
Fabio salió de la mansión con pasos firmes, pero su mente estaba en un torbellino de pensamientos. No podía dejar de pensar en Guisselle y en la conversación que habían tenido momentos antes. Necesitaba asegurarse de que la mujer con la que Guisselle quería hablar no representaba ningún peligro para ella, aunque sus investigaciones previas no hubieran revelado nada preocupante. Fabio era un hombre de control, y la incertidumbre lo carcomía.Llegó a la empresa de Jazmín Belmont cuando el sol ya se había ocultado, y el edificio parecía casi desierto. Apenas unos pocos empleados seguían trabajando, y la atmósfera tranquila del lugar contrastaba con la inquietud que se apoderaba de él. Un hombre pálido y delgado, que parecía más una sombra que una persona, se le acercó con una expresión de sorpresa al reconocerlo.— Señor, el edificio está cerrado y… señor Rymer — dijo el hombre, su tono cambiando de inmediato al darse cuenta de con quién estaba hablando —. Sígueme — continuó, sin esperar
El aire nocturno estaba cargado de una tranquilidad inusual en la oficina de Jazmín Belmont. Sentada detrás de su amplio escritorio, su presencia irradiaba una mezcla de autoridad y serenidad. Leandro, su esposo, estaba a su lado, revisando unos documentos, mientras que Daniel, su abogado y amigo de confianza, se recostaba en un sillón cercano. A pesar de la hora, ninguno parecía apurado por regresar a casa.Jazmín sacó su teléfono y, con una sonrisa suave, marcó el número de la niñera.— ¿Cómo está nuestro pequeño? — preguntó con ternura. Tras escuchar las noticias, se relajó un poco más —. Gracias, Sophie. Avísame si hay alguna novedad, pero creo que será una noche tranquila.Colgó el teléfono y volvió a concentrarse en los documentos que tenía delante. Igual, Leandro había colocado cámaras en toda la casa, y cada cierto tiempo lo revisaba para asegurarse que todo estuviera bien.El silencio se rompió cuando Daniel, observando las expresiones de ambos, decidió hablar.— Si realment
El sol matutino bañaba la clínica con una luz suave y cálida, reflejándose en los ventanales del edificio moderno. Daniel llegó al estacionamiento sintiendo una mezcla de ansiedad y curiosidad. Había pasado toda la noche inquieto, pensando en la conversación con Jazmín y Leandro, y en lo que podía estar tramándose en la sombra. Aun así, la perspectiva de ver a su ahijado lo llenaba de una extraña calma.Cuando entró al vestíbulo de la clínica, sus ojos recorrieron el espacio hasta encontrar a Jazmín y Leandro, quienes ya estaban allí, esperándolo. Jazmín lo vio primero, y una amplia sonrisa iluminó su rostro.— ¡Viniste! — exclamó, visiblemente emocionada mientras se acercaba a él con los brazos abiertos.Daniel se sintió reconfortado por la calidez de su bienvenida y devolvió el abrazo con afecto. Leandro, siempre más contenido, asintió con una sonrisa que, aunque discreta, denotaba su aprecio.— Por supuesto, no me perdería esto por nada — respondió Daniel.Los tres se dirigieron ju
La mansión Rymer, rodeada de jardines perfectamente cuidados y un aire de majestuosidad, parecía envolver todo en un aura de tranquilidad. Pero dentro de la sala principal, el ambiente era tenso, cargado de expectación. Guisselle, sentada en uno de los sofás de cuero oscuro, no podía evitar tamborilear nerviosamente los dedos sobre sus rodillas mientras esperaba. La inquietud no solo provenía de la grandiosidad del lugar, sino de la conversación que estaba a punto de tener. Las paredes adornadas con retratos antiguos parecían vigilarla mientras miraba a su alrededor.El sonido del timbre resonó en la distancia, y Guisselle se puso de pie de inmediato, acomodándose el vestido como si con ello pudiera apaciguar el remolino de emociones que la invadía. Escuchó los pasos de una mujer acercándose lentamente por el pasillo, y su corazón latió más rápido. Pero no solo fue ese ruido el que rompió el silencio; el chasquido de una puerta del despacho cerrándose también llegó a sus oídos, indicá
— A la noche puedo llevarte a ver a ese hombre — dijo Jazmín en voz baja, ignorando por completo la furia que aún ardía en los ojos de Fabio.Guisselle asintió, sabiendo que lo que acababa de presenciar era solo el comienzo de algo mucho más profundo y oscuro.Jazmín salió de la mansión Rymer con paso firme, dejando atrás el caos emocional que había sembrado dentro. Subió al coche, y su guardaespaldas, Oliver, se acomodó al volante. Una vez adentro, el ambiente se llenó de un silencio tenso, mientras Jazmín observaba el camino a través del parabrisas. Las hojas de los árboles se mecían suavemente bajo la brisa, como si el mundo exterior estuviera ajeno a la tormenta interna que se desarrollaba entre los muros de la mansión.A medida que el coche avanzaba por la carretera solitaria, Jazmín sonrió para sí misma, sus pensamientos vagando entre recuerdos dolorosos y sus más recientes confrontaciones. Finalmente, rompió el silencio.— ¿Te has percatado de que nos están siguiendo desde que
Jazmín se ajustó el cuello de la blusa mientras atravesaba el pasillo iluminado que la llevaba a su oficina. Había recibido una llamada de Leandro hacía apenas unos minutos, informándole que iría a la central y que, si todo iba bien, pasarían a cenar juntos al salir del trabajo. Esa era la rutina en los últimos tiempos, una normalidad que Jazmín valoraba más de lo que admitía. Las tragedias recientes los habían marcado de maneras que ninguno de los dos podía ignorar, pero ambos seguían adelante, con la firmeza que les había permitido sobrevivir y resurgir de la muerte, literalmente en el caso de Jazmín.Cuando llegó a su oficina, cerró la puerta detrás de ella con un ligero empuje y se acomodó en su silla de cuero, cruzando las piernas con elegancia. Justo en ese momento, las puertas de su despacho se abrieron de golpe, y el sonido de un cuerpo impactando el suelo resonó en la habitación. Gabriel, su joven asistente, fue arrojado hacia el suelo como si fuera un muñeco de trapo.— Lo s