Fabio salió de la mansión con pasos firmes, pero su mente estaba en un torbellino de pensamientos. No podía dejar de pensar en Guisselle y en la conversación que habían tenido momentos antes. Necesitaba asegurarse de que la mujer con la que Guisselle quería hablar no representaba ningún peligro para ella, aunque sus investigaciones previas no hubieran revelado nada preocupante. Fabio era un hombre de control, y la incertidumbre lo carcomía.Llegó a la empresa de Jazmín Belmont cuando el sol ya se había ocultado, y el edificio parecía casi desierto. Apenas unos pocos empleados seguían trabajando, y la atmósfera tranquila del lugar contrastaba con la inquietud que se apoderaba de él. Un hombre pálido y delgado, que parecía más una sombra que una persona, se le acercó con una expresión de sorpresa al reconocerlo.— Señor, el edificio está cerrado y… señor Rymer — dijo el hombre, su tono cambiando de inmediato al darse cuenta de con quién estaba hablando —. Sígueme — continuó, sin esperar
El aire nocturno estaba cargado de una tranquilidad inusual en la oficina de Jazmín Belmont. Sentada detrás de su amplio escritorio, su presencia irradiaba una mezcla de autoridad y serenidad. Leandro, su esposo, estaba a su lado, revisando unos documentos, mientras que Daniel, su abogado y amigo de confianza, se recostaba en un sillón cercano. A pesar de la hora, ninguno parecía apurado por regresar a casa.Jazmín sacó su teléfono y, con una sonrisa suave, marcó el número de la niñera.— ¿Cómo está nuestro pequeño? — preguntó con ternura. Tras escuchar las noticias, se relajó un poco más —. Gracias, Sophie. Avísame si hay alguna novedad, pero creo que será una noche tranquila.Colgó el teléfono y volvió a concentrarse en los documentos que tenía delante. Igual, Leandro había colocado cámaras en toda la casa, y cada cierto tiempo lo revisaba para asegurarse que todo estuviera bien.El silencio se rompió cuando Daniel, observando las expresiones de ambos, decidió hablar.— Si realment
El sol matutino bañaba la clínica con una luz suave y cálida, reflejándose en los ventanales del edificio moderno. Daniel llegó al estacionamiento sintiendo una mezcla de ansiedad y curiosidad. Había pasado toda la noche inquieto, pensando en la conversación con Jazmín y Leandro, y en lo que podía estar tramándose en la sombra. Aun así, la perspectiva de ver a su ahijado lo llenaba de una extraña calma.Cuando entró al vestíbulo de la clínica, sus ojos recorrieron el espacio hasta encontrar a Jazmín y Leandro, quienes ya estaban allí, esperándolo. Jazmín lo vio primero, y una amplia sonrisa iluminó su rostro.— ¡Viniste! — exclamó, visiblemente emocionada mientras se acercaba a él con los brazos abiertos.Daniel se sintió reconfortado por la calidez de su bienvenida y devolvió el abrazo con afecto. Leandro, siempre más contenido, asintió con una sonrisa que, aunque discreta, denotaba su aprecio.— Por supuesto, no me perdería esto por nada — respondió Daniel.Los tres se dirigieron ju
La mansión Rymer, rodeada de jardines perfectamente cuidados y un aire de majestuosidad, parecía envolver todo en un aura de tranquilidad. Pero dentro de la sala principal, el ambiente era tenso, cargado de expectación. Guisselle, sentada en uno de los sofás de cuero oscuro, no podía evitar tamborilear nerviosamente los dedos sobre sus rodillas mientras esperaba. La inquietud no solo provenía de la grandiosidad del lugar, sino de la conversación que estaba a punto de tener. Las paredes adornadas con retratos antiguos parecían vigilarla mientras miraba a su alrededor.El sonido del timbre resonó en la distancia, y Guisselle se puso de pie de inmediato, acomodándose el vestido como si con ello pudiera apaciguar el remolino de emociones que la invadía. Escuchó los pasos de una mujer acercándose lentamente por el pasillo, y su corazón latió más rápido. Pero no solo fue ese ruido el que rompió el silencio; el chasquido de una puerta del despacho cerrándose también llegó a sus oídos, indicá
— A la noche puedo llevarte a ver a ese hombre — dijo Jazmín en voz baja, ignorando por completo la furia que aún ardía en los ojos de Fabio.Guisselle asintió, sabiendo que lo que acababa de presenciar era solo el comienzo de algo mucho más profundo y oscuro.Jazmín salió de la mansión Rymer con paso firme, dejando atrás el caos emocional que había sembrado dentro. Subió al coche, y su guardaespaldas, Oliver, se acomodó al volante. Una vez adentro, el ambiente se llenó de un silencio tenso, mientras Jazmín observaba el camino a través del parabrisas. Las hojas de los árboles se mecían suavemente bajo la brisa, como si el mundo exterior estuviera ajeno a la tormenta interna que se desarrollaba entre los muros de la mansión.A medida que el coche avanzaba por la carretera solitaria, Jazmín sonrió para sí misma, sus pensamientos vagando entre recuerdos dolorosos y sus más recientes confrontaciones. Finalmente, rompió el silencio.— ¿Te has percatado de que nos están siguiendo desde que
Jazmín se ajustó el cuello de la blusa mientras atravesaba el pasillo iluminado que la llevaba a su oficina. Había recibido una llamada de Leandro hacía apenas unos minutos, informándole que iría a la central y que, si todo iba bien, pasarían a cenar juntos al salir del trabajo. Esa era la rutina en los últimos tiempos, una normalidad que Jazmín valoraba más de lo que admitía. Las tragedias recientes los habían marcado de maneras que ninguno de los dos podía ignorar, pero ambos seguían adelante, con la firmeza que les había permitido sobrevivir y resurgir de la muerte, literalmente en el caso de Jazmín.Cuando llegó a su oficina, cerró la puerta detrás de ella con un ligero empuje y se acomodó en su silla de cuero, cruzando las piernas con elegancia. Justo en ese momento, las puertas de su despacho se abrieron de golpe, y el sonido de un cuerpo impactando el suelo resonó en la habitación. Gabriel, su joven asistente, fue arrojado hacia el suelo como si fuera un muñeco de trapo.— Lo s
Cuando Lorenzo desapareció finalmente por las puertas, Leandro soltó un suspiro y se volvió hacia su esposa.— ¿En qué m****a estabas pensando para enfrentarlo sola? — le espetó con una mezcla de frustración y miedo, su mano encontrando la espalda de ella como un ancla.— Apareció de la nada, Leandro. No tuve tiempo de reaccionar ni de esconderme. Aunque, sinceramente, no lo haría. ¿Por quién me tomas? ¿Por una cobarde? — dijo Jazmín con un tono más tranquilo, aunque sus ojos todavía brillaban con la adrenalina del momento.Leandro pasó una mano por su cabello, claramente intentando contener la oleada de emociones que lo inundaba. El miedo lo había golpeado con fuerza cuando supo que Lorenzo había aparecido en la oficina de su esposa. Al entrar, había visto las intenciones en los ojos de ese hombre. El pánico había sido casi paralizante.— Solo quería protegerte — dijo en voz baja, su frustración suavizándose mientras miraba a Jazmín a los ojos.Jazmín soltó un suspiro, dejando que sus
Daniel estaba nervioso mientras caminaba hacia el hospital. El ramo de flores en su mano parecía fuera de lugar en medio del bullicio de la ciudad, pero no le importaba. Hoy era el día que había decidido dar el primer paso para hablar con Luna. Aún no sabía mucho sobre ella, pero su dulzura y dedicación lo habían cautivado.— Hoy lo haré — murmuró para sí mismo, ajustándose el cuello de su camisa mientras cruzaba la calle.Al llegar a las puertas del hospital, la vio. Estaba a lo lejos, de pie junto a un hombre alto y robusto, que parecía enfadado. Una niña pequeña, que no debía tener más de cinco años, se aferraba al vestido de Luna. Daniel se detuvo en seco, su corazón comenzó a latir más rápido. > pensó, sintiendo una punzada de decepción.El ramo de flores en su mano de repente se sintió como una carga ridícula. Se quedó parado, observando, sin saber qué hacer.El rostro de Luna parecía tenso, su boca formaba una fina línea mientras hablaba co