162 - Una debilidad.

La noche era oscura y el estacionamiento del hospital, apenas iluminado por débiles luces amarillentas, parecía el escenario perfecto para una escena de terror. Jazmín se adentró, su vestido elegante contrastando con el lúgubre entorno. Caminaba sigilosamente, manteniendo la calma, su rostro sereno y sus ojos alertas, buscando cualquier movimiento en las sombras.

— ¡Julieta! ¡Julietita! ¿O debería llamarte Juliet? — Su voz resonó en el silencio, cargada de una frialdad que solo un asesino en serie podría emular —. Ya llegué, Juliet — añadió, con un tono melódico pero afilado como un cuchillo — Con ese nombre era difícil de adivinar que fueras tú.

Sabía que la estaban siguiendo. Había sentido la presencia de Julieta desde que salió del restaurante. La intuición le había susurrado que Julieta no se detendría, que la buscaría hasta encontrarla. Así que ahora, en este estacionamiento casi desierto, Jazmín se enfrentaría a su enemiga.

— Por cierto — continuó Jazmín, su voz burlona resonand
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