Jazmín se encontraba en su habitación, mirando al techo mientras su mente revolvía un torbellino de pensamientos. La reciente serie de eventos había sido abrumadora, y por más que se prometía mantener la cabeza en alto, se sentía exageradamente cansada. Todo lo que deseaba era un momento de paz, un respiro de la constante tensión y peligro que parecía acecharla a cada paso.Se giró en la cama y sus ojos se posaron en el cunero donde su hijo dormía plácidamente. Una sonrisa suave se dibujó en su rostro al recordar la primera vez que lo había sostenido en sus brazos, tan pequeño y frágil. La alegría de aquel momento había sido ensombrecida por el horror de que se lo arrebataran cuando apenas tenía horas de vida. Ese recuerdo aún la perseguía, un miedo latente que nunca desaparecía del todo. Sintió una punzada de temor al imaginar que algo similar pudiera ocurrir de nuevo. Se levantó y cerró la ventana con rapidez, asegurándose de que su hijo estuviera seguro.Afuera de la mansión, Erick
Horas más tarde, Jazmín estaba en su oficina revisando unos documentos importantes cuando decidió que era momento de enfrentar uno de los muchos cabos sueltos en su vida. Llamó a Gabriel, su asistente, y le dio una orden clara. — Haz pasar al señor Rymer apenas llegue, por favor.Pocos minutos después, Fabio Rymer entró en la oficina con una mezcla de elegancia y determinación. Sus ojos, llenos de admiración, se posaron en Jazmín como si estuviera ante la joya más preciosa del mundo. Gabriel, quien observaba la escena desde un rincón, sintió una punzada de compasión por el hombre.— Señor Rymer, ¿a qué se debe su visita? — preguntó Jazmín, sin levantar la vista de los documentos que tenía ante sí.Fabio sonrió, aunque sus ojos mostraban una mezcla de emociones. — ¿Le molesta mi presencia? — preguntó con suavidad.Jazmín dejó de revisar los papeles y levantó la mirada para enfrentarlo directamente. En sus ojos no había rastro de la tensión de la noche anterior, solo una determ
Jazmín apretó la mano de su amiga, agradecida por su apoyo.— Gracias, Jess. Realmente lo aprecio, pero cambiemos de tema — dijo Jazmín —. Vamos a almorzar.Jazmín y Jessica se encontraban sentadas en la terraza de un pequeño café en el centro de la ciudad. El sol de la tarde caía suavemente sobre ellas, bañándolas en una luz cálida y dorada. Las dos amigas habían decidido salir de la empresa, pero Jazmín tenía una pregunta que rondaba su mente desde hacía días y no podía esperar más para hacerla.— Jessica, ¿has pensado en hablar con tu padre sobre tu compromiso con Santiago? — preguntó Jazmín, rompiendo el silencio con delicadeza.Jessica cambió drásticamente su mirada. Sus ojos, que momentos antes habían estado llenos de alegría y emoción al hablar de su futuro matrimonio, ahora se oscurecieron con una mezcla de dolor y resentimiento.— Él me ha exiliado de la familia, Jazmín — respondió Jessica, con una voz que apenas era un susurro —. Me sacó mi puesto como heredera, me cerró tod
Santiago llegó a la mansión con el corazón latiendo a un ritmo frenético. La gran casa se erguía imponente, sus ventanas oscuras como ojos vigilantes. Trató de calmarse, de recobrar la compostura, pero cada paso que daba hacia la entrada parecía pesar más que el anterior. Sabía que todos ya estaban allí, esperando respuestas, esperando una explicación que ni siquiera él podía ofrecer completamente. A excepción de Daniel, claro, quien estaba fuera del país. Pero eso no aligeraba la tensión palpable en el aire.Jessica estaba de pie cerca de la puerta, sus ojos llenos de preocupación y desesperanza. Al ver a Santiago con el niño en brazos, corrió hacia él, casi tropezando en su prisa.— ¡Santiago! — exclamó, su voz quebrada —. ¿Qué pasó? ¿Dónde está Jazmín?Santiago bajó la mirada, tratando de evitar el escrutinio de sus ojos. Le entregó al pequeño, que ahora sollozaba suavemente, y Jessica lo acunó contra su pecho, susurrándole palabras tranquilizadoras.Antes de que pudiera responder,
La puerta se abrió nuevamente y Pedro entró, esta vez con una expresión más seria.— Tus amigos están buscando — dijo, como si leyera sus pensamientos —. Pero no los llevará a ninguna parte. Este lugar es un laberinto. Incluso si llegaran hasta aquí, nunca te encontrarían.Jazmín lo miró con desafío.— No subestimes a mis amigos — respondió —. Son más inteligentes de lo que crees.Pedro sonrió de nuevo, pero esta vez había algo más oscuro en su mirada.— Veremos, señora. Veremos.Con eso, se giró y salió de la habitación, dejando a Jazmín sola una vez más. Pero esta vez, el miedo no se quedó atrás. Respiró hondo y cerró los ojos, dejando que la determinación y el coraje llenaran su ser. Sabía que la clave de su supervivencia radicaba en no rendirse, en mantenerse fuerte.La llamada del hospital llegó en el momento más inesperado. Todos estaban concentrados en la computadora, intentando rastrear cualquier señal que los llevara a Jazmín, cuando el teléfono de la casa comenzó a sonar. El
De vuelta en la mansión, Santiago, Roberto, Jessica y Juan discutían frenéticamente sus siguientes pasos. El punto en la pantalla representaba una posible ubicación de Jazmín, y no podían permitirse perder tiempo.— Tenemos que ir ahora mismo — dijo Roberto, su determinación evidente —. No podemos esperar más.— Pero no sabemos cuántos hombres habrá allí — respondió Juan —. Podría ser una trampa.— No tenemos otra opción — intervino Santiago —. Cada minuto cuenta. Si Leandro despierta y Jazmín no está, todo esto habrá sido en vano.Jessica asintió, sus ojos llenos de resolución.— Entonces vayamos. Pero tenemos que ser inteligentes. No podemos permitirnos errores.— Tú te quedarás, con él niño — dijo Santiago, mirando a Jessica y ella asintió.El equipo se preparó rápidamente, armándose y revisando el plan una última vez. Sabían que estaban a punto de enfrentarse a una situación peligrosa, pero el amor y la lealtad que sentían por Jazmín y por su familia les daba la fuerza necesaria.
Los días pasaron lentamente para Jazmín, cada uno marcado por una rutina meticulosa que la ayudaba a mantener su mente ocupada. Se sumergía en su familia y en la empresa, tratando de ahogar los pensamientos persistentes sobre Julieta. Aunque la mujer había desaparecido de la faz de la tierra, Jazmín sabía que solo estaba oculta, ideando algún plan siniestro. Sin embargo, no le daría la satisfacción de demostrar el miedo que sentía.Entre esos días, las náuseas de su embarazo se intensificaron, una prueba constante de su situación. Su amiga Jessica, a su lado, se concentraba no solo en su trabajo con su nueva empresa, sino también en organizar su boda. La alegría y el estrés de la planificación mantenían a Jessica ocupada, aunque siempre encontraba tiempo para estar con Jazmín.Una mañana, Jessica llegó hasta la oficina de Jazmín, su rostro serio pero decidido.— Tengo algo que decirte... — dijo Jessica, atrayendo la atención de Jazmín.— ¿Qué pasa, Jess?— Voy a viajar a casa, con San
Los días siguieron pasando, cada uno con su propio ritmo y desafíos. Jazmín se enfocaba en la empresa, intentando mantener todo en orden mientras su mente seguía dividida entre su familia y la amenaza latente de Julieta.Una tarde, mientras revisaba unos documentos, recibió una llamada inesperada. Era del hospital.— Señora Jazmín, es sobre el señor Leandro Belmont. Ha mostrado señales cerebrales más fuertes y creemos que podría despertar en cualquier momento.El corazón de Jazmín se aceleró. Esto podría cambiar todo. Leandro era la única persona que conocía todos los secretos, y su despertar podría ser tanto una bendición como una complicación. Pero, sobre todo, era el amor de su vida.— Gracias por informarme — dijo, tratando de mantener la calma.Colgó el teléfono y se quedó mirando la pantalla, su mente girando con posibilidades y preocupaciones. Sabía que el despertar de Leandro traería respuestas, pero también podría desencadenar nuevos conflictos.En la ciudad de Jessica, las c