Eran las nueve y media de la noche y el bullicio del día ya había desaparecido, mientras Santiago conducía a Jazmín de regreso a la mansión Belmont. Había sido una jornada agotadora y llena de tensiones, y Santiago esperaba que el entorno familiar le proporcionara a Jazmín un poco de consuelo y descanso. Sin embargo, conocía bien a su jefa; descansar no era algo que se permitiera fácilmente.— Señora, debería descansar un poco — sugirió Santiago con suavidad mientras estacionaba el coche en la entrada de la imponente mansión.Jazmín asintió, pero su mente ya estaba maquinando los próximos pasos.— Gracias, Santiago. Lo intentaré — respondió, sabiendo que no cumpliría esa promesa.Una vez dentro de la casa, el silencio envolvía cada rincón, excepto el sutil eco de sus pasos sobre los pisos de mármol. Sin embargo, en lugar de dirigirse a su habitación, Jazmín tomó un desvío hacia el despacho de Leandro. Su esposo aún estaba en coma, y la responsabilidad de la empresa recaía sobre ella m
El día amaneció brillante y cálido cuando Jazmín se dirigió a la empresa Belmont, decidida a enfrentar cualquier desafío que se presentara. A su llegada, Gabriel, el asistente de su esposo, la siguió inmediatamente, listo para dictarle las actividades del día.— Buenos días, señora Belmont — saludó Gabriel con formalidad —. Aquí tiene la agenda para hoy.Jazmín asintió mientras Gabriel comenzaba a leer la lista de actividades.— A las nueve de la mañana, tiene una reunión con el equipo de finanzas para revisar el presupuesto trimestral. Luego, a las diez, tiene una reunión con el señor Fabio Rymer y su equipo.Jazmín frunció el ceño al escuchar el nombre de Rymer. Aún estaba reticente a aceptar esa colaboración, pero sabía que debía mantener una actitud profesional.— Está bien, Gabriel. Deja todo preparado para la reunión — respondió con determinación.Justo en ese momento, Daniel, uno de los ejecutivos de confianza de la empresa, además de ser el mejor amigo de Leandro y, por ende,
Daniel, por su parte, llegó al hospital con un paso firme, su mente enfocada en una sola cosa, encontrar a Luna. Había algo en esa joven enfermera que lo había cautivado desde el primer momento, algo que lo hacía sentir ligero y ansioso al mismo tiempo. Se acercó al mostrador de recepción y pidió hablar con ella.— Luna, por favor — dijo con una voz que denotaba urgencia y suavidad a la vez, pero la recepcionista lo miraba confundido —. No sé su apellido. Castaña, ojos verdes y normalmente es la encargada de atender a el señor Belmont.La recepcionista asintió y llamó a Luna por el intercomunicador. En pocos minutos, la joven enfermera apareció en el pasillo, con su uniforme impecable y una expresión de sorpresa en el rostro. Al ver a Daniel, sus mejillas se tornaron rosadas y sus nervios empezaron a dominarla.— Hola. ¿Cómo estás? — dijo Luna, cerrando los ojos un instante, creyendo que fue la peor forma de iniciar una conversación. Sin embargo, para Daniel, era adorable verla nervio
Al llegar al restaurante, el chófer la ayudó a bajar del coche y la condujo hasta la entrada. El lugar estaba lleno de gente influyente, todos vestidos con trajes y vestidos caros, conversando y riendo en un ambiente de lujo y poder.Jazmín fue recibida por el maître, quien la guio hasta una mesa reservada en una zona privada del restaurante. Al sentarse, miró alrededor, tratando de identificar a los asistentes a la cena. Uno por uno, los hombres de negocios comenzaron a llegar, y Jazmín los saludó con cortesía y profesionalismo.A lo lejos, desde una mesa cercana, una figura observaba a Jazmín con detenimiento. La persona que la había estado siguiendo estaba allí, evaluando cada movimiento que ella hacía, cada expresión que mostraba.La cena comenzó con una charla informal, pero pronto se adentraron en los temas de negocios. Jazmín mantuvo su compostura, respondiendo con confianza a cada pregunta, exponiendo sus ideas con claridad y demostrando su conocimiento y capacidad.En medio d
La noche era oscura y el estacionamiento del hospital, apenas iluminado por débiles luces amarillentas, parecía el escenario perfecto para una escena de terror. Jazmín se adentró, su vestido elegante contrastando con el lúgubre entorno. Caminaba sigilosamente, manteniendo la calma, su rostro sereno y sus ojos alertas, buscando cualquier movimiento en las sombras.— ¡Julieta! ¡Julietita! ¿O debería llamarte Juliet? — Su voz resonó en el silencio, cargada de una frialdad que solo un asesino en serie podría emular —. Ya llegué, Juliet — añadió, con un tono melódico pero afilado como un cuchillo — Con ese nombre era difícil de adivinar que fueras tú.Sabía que la estaban siguiendo. Había sentido la presencia de Julieta desde que salió del restaurante. La intuición le había susurrado que Julieta no se detendría, que la buscaría hasta encontrarla. Así que ahora, en este estacionamiento casi desierto, Jazmín se enfrentaría a su enemiga.— Por cierto — continuó Jazmín, su voz burlona resonand
Jazmín se quedó allí, temblando, su corazón latiendo frenéticamente. La figura que había disparado se acercó, revelándose como Fabio. Bajó el arma, su rostro pálido pero decidido.— ¿Estás bien, señora Belmont? — preguntó con preocupación, acercándose a ella.Jazmín asintió débilmente, sus piernas casi cediendo bajo ella.— Sí... sí, estoy bien — murmuró, aunque su voz no tenía mucha convicción. El terror de ese momento aún la envolvía, y las lágrimas empezaban a acumularse en sus ojos —. Ella lo sabe. Ella lo sabe.Sin embargo, su cuerpo perdió fuerza y sus ojos se cerraron, dejándose abrazar por la oscuridad, y antes de caer completamente al suelo, unos brazos fuertes la sostuvieron.Fabio, inmediatamente la cargó y se adentró dentro del hospital. El primero en reaccionar al verla, fue Roberto.— ¡Jazmín! — gritó, corriendo hacia ella. Mientras la colocaban en una camilla, Roberto se acercó junto con Santiago —. ¿Qué pasó?— La encontré en el estacionamiento. Volví para entregarle s
Jazmín, ajena a lo que sucedía afuera, continuó hablando con Leandro, como si sus palabras pudieran atravesar el estado de coma y llegar hasta él.— Recuerdo la primera vez que nos conocimos — dijo, su voz llena de nostalgia —. Cómo me hiciste desearte, cómo me hiciste sentir segura. Nunca pensé que alguien pudiera amarme como tú lo hiciste. Te extraño tanto, Leandro. Te extraño cada día.Sus lágrimas continuaban fluyendo, mojando la sábana blanca.— Necesito que vuelvas a mí. Necesito que despiertes y me digas que todo estará bien. No puedo hacer esto sola. No sin ti.La habitación estaba llena de una tristeza palpable, un dolor que solo aquellos que han amado profundamente pueden entender. Jazmín se inclinó y besó suavemente la frente de Leandro, dejando que sus lágrimas cayeran sobre su piel.— Por favor, vuelve a mí — susurró —. Te amo tanto, Leandro. No puedo imaginar mi vida sin ti.Fabio, todavía de pie fuera de la habitación, sintió una punzada de dolor en su propio corazón. A
Jazmín se encontraba en su habitación, mirando al techo mientras su mente revolvía un torbellino de pensamientos. La reciente serie de eventos había sido abrumadora, y por más que se prometía mantener la cabeza en alto, se sentía exageradamente cansada. Todo lo que deseaba era un momento de paz, un respiro de la constante tensión y peligro que parecía acecharla a cada paso.Se giró en la cama y sus ojos se posaron en el cunero donde su hijo dormía plácidamente. Una sonrisa suave se dibujó en su rostro al recordar la primera vez que lo había sostenido en sus brazos, tan pequeño y frágil. La alegría de aquel momento había sido ensombrecida por el horror de que se lo arrebataran cuando apenas tenía horas de vida. Ese recuerdo aún la perseguía, un miedo latente que nunca desaparecía del todo. Sintió una punzada de temor al imaginar que algo similar pudiera ocurrir de nuevo. Se levantó y cerró la ventana con rapidez, asegurándose de que su hijo estuviera seguro.Afuera de la mansión, Erick