En su vida, Jazmín se había relajado como fue ese día, y el hecho de que ahora, tenía el pelo más corto, maquillaje en el rostro, algo la hacía sentir incómoda o rara.La segunda opción era más viable, porque, pese a esas sensaciones, se sentía satisfecha con su nuevo look. Después de salir de la peluquería, la guiaron a una tienda de ropa, pero esta vez desistió, porque Leandro le había comprado innumerables cantidades de vestidos. No obstante, vio una gargantilla cuando pasaba por una joyería, y quedó encantada con ella. En ella se dibujaba un dije pequeño en forma de flor. Era sencilla, pero bastante elegante.— Queriendo algo que no puedes tener — manifestó una voz femenina detrás de ella. Era la madre de Roberto con su hija menor —. ¿No tienes el dinero para comprarlo?Este momento se estaba repitiendo, recuerda perfectamente esas palabras. Pero en aquella ocasión, su cuñada había adquirido la joya, para regalárselo a su prima.Sonrió.— ¿Por qué sonríes? ¿Acaso te estás bur
La joven Jazmín, se preparó para aquella dichosa cena solitaria. No entendía en que le beneficiaría salir a comer sola, pero su esposo, decía que era la segunda prueba.» Prueba mis narices. «Murmuró mentalmente, mientras se colocaba los zapatos.Se observó al espejo y soltó un suspiro.Estaba bonita. Diferente y bonita.¿Por qué no me arreglé antes de esta forma? No era difícil hacerlo, a excepción del maquillaje.Salió de la habitación, con una elegancia y se adentró en el ascensor, que se detuvo unos pisos abajo, para que, por esas puertas, ingresara tanto Camila, su prima y su prometido, Roberto. Ambos quedaron congelados al verla, pero no dijeron nada hasta que, la puerta casi se cierra, por lo que las manos de Roberto, lo detuvo.— Jazmín — susurró —, estás… diferente.Su voz era consternada. Aquel cambio hizo que sus pensamientos se enreden. Estaba hermosa, diferente, y su seguridad lo atraía considerablemente.— Ni, aunque te vistas con esas réplicas baratas, lograrás
Los días fueron pasando, y Jazmín no dejaba de pensar en aquel beso, como tampoco en sus ojos. Esa noche, Leandro volvió a su ciudad, porque debía atender algunos asuntos importantes.Los días fueron pasando, y tanto como el cumpleaños del tío de Jazmín y del abuelo, llegaron. Al primero decidió no ir, porque en verdad, no lo creía necesario. Esa gente ni siquiera sentía alguna estima hacia ella, como para ir a sentarse en su mesa; sin embargo, el abuelo la adoraba, y, por ende, él merecía un gran regalo.Sacó el celular y marcó a su esposo.— ¿A qué se debe tan hermoso honor? — respondió Leandro, logrando que instantáneamente sus mejillas se sonrojaran como de costumbre.— Quería hacerte una pregunta — Leandro frunció el ceño —. Es el cumpleaños del abuelo, pero no sé qué le gusta.— Papá te adora, y lo que le des estará bien.— Bien — respondió y cortó.Entonces Jazmín recordó que al abuelo le encantan las pañoletas, por lo que mandó a comprar uno especial para él, porque pla
— La gente creerá que hay algo más entre nosotros — susurró Jazmín fingiendo una sonrisa, mientras caminaba a su lado.— Estoy conteniéndome de no mandarlos a todos a la mierda, por ti, belleza — gruñó, mientras abría la puerta. Cuando pretendía cerrar la puerta, el bastón del abuelo, se interpuso —. ¡Padre!— Quiero hablar con ustedes dos — manifestó, adentrándose al despacho —. ¿Por qué fingen que no se conocen?— Para evitar más habladurías — respondió Jazmín.— La única persona que puede protegerte de esa gente, es Leandro, hija. Debes convertirte en él — manifestó el anciano.— ¿Tú me mandaste con él verdad? — el anciano asintió —. ¿Por qué?— Estoy cansado de verte sufrir por culpa de otras personas, mereces que te respeten.—Padre, quiero confesarte algo — él anciano sonrió.— ¿Qué están saliendo? — Ambos abrieron sus ojos —. El anillo te delató.— ¿Estás molesto?— No. estoy seguro que tú cuidarás de mi florecilla — respondió el anciano —. Podrías dejarme a solas con
Los ojos de Camila estaban lagrimosos, y pronto, una cantidad de gente comenzó a rodearlos. — ¿Qué crees que estás haciendo, animal? — gritó la madre de Roberto, llamando la atención de todos —. ¡Suéltala! No ves que la estás asustando. Jazmín se pone de pie alarmada, al ver lo que sucede, y se acerca hasta el hombre que tiene a su prima, y entonces ve el cuchillo en sus manos. — Tío, suelta a mi prometida — gruñó. — No — dijo con sequedad —. Primero dime, ¿qué pretendías hacer con ese cuchillo? — Leandro…, ¿qué sucede? — preguntó Jazmín, mirándolo con preocupación. — Ésta mujer, iba hacia ti con un cuchillo. No iba a dejarla avanzar, así que — Miró nuevamente a la mujer que sujetaba —, dime, ¿qué intención tenías con este cuchillo? ¿Usarlo como arma? Roberto en ese momento se acercó, y apartó las manos de su mayor, de su prometida. — Ten cuidado con lo que insinúes, tío. Hasta ahora te he respetado lo suficiente, como para que quieras incriminar a mí prometida — manifestó con
Leandro obedeció al pedido de su esposa y volvió a besarla con pasión. Una de sus manos comenzó a descender hasta su bajo vientre, mientras la otra, masajeaba uno de sus pechos. De pronto, se apartó de su boca, y pegó sus labios en sus pezones, besándolo, chupándolo, hasta incluso, dejando leves mordiscos, que lograba excitar a Jazmín.La mano que descendió, comenzó a jugar con el dobladillo de su vestido, y en cuestión de segundos, ya sus dedos, estaban jugando con el encaje de su ropa interior.Jazmín estaba húmeda, y eso solo lograba que el hombre perdiera la cabeza por la excitación. Ellos se gustaban y estaban casado. No estaban haciendo nada malo.¿O sí?En el momento en que sus dedos hicieron a un lado su ropa interior, Jazmín soltó un suspiro, y Leandro sintió la humedad y la piel de aquella zona; sin embargo, su celular comenzó a sonar.— Tu celular — susurró la mujer con la respiración pesada.— Déjalo — respondió; sin embargo, volvía a sonar, lo cual lo obligó a renunciar a
La tensión entre ambos, era bastante notable, incluso cuando llegaron a la mansión. Leandro ni siquiera le había dirigido la palabra, y se adentró a su habitación, dejándola sola en el salón. Ella, aún era nueva en la casa, y se sentía algo incómoda por invadir un territorio que no conocía. No sabía si subir por las escaleras y dirigirse a la habitación, o quedarse sentada allí. Soltó un suspiro, y tomó la opción dos. Tomó asiento en el sofá, no sin antes servirse un vaso de wisky. Nunca había bebido, pero en ese momento necesitaba hacerlo; y de repente, sus ojos se llenaron de lágrimas. Había cosas en su mente que no comprendía como podía ser real. A veces sentía que todo lo que vivió fue solo un sueño, pero es imposible que lo sea. Sollozó sin contenerse, sacando por primera vez aquella angustia que le oprimía el corazón. Sabía que no debía dejar que nadie la trate como poca cosa, pero eso no significaba que no le doliera saber, que siempre fue poca cosa para las personas que quer
— ¡Jazmín! Necesitamos hablar.El cuerpo de la joven se tensó en ese mismo instante. No quería demostrar de que estaba llorando, por lo que guardó silencio, como si de una tumba se tratara.— Sé que estás oculta aquí. Te vi ingresar, belleza — manifestó el hombre —. Lo que viste, no es lo que parece.— Señor Leandro, cómo podrás darte cuenta, estoy un poco ocupada — respondió ella —. Al rato ya voy a salir.Leandro salió y esperó en la puerta. Estaba furioso y preocupado. No quería que su esposa pensara mal de él, y menos cuando planeaba conquistarla; sin embargo, no esperó que Julieta se atrevería a entrar a su oficina sin su consentimiento.Y besarlo.¿Cómo m****a se atrevía a besarlo?¿Cómo m****a se atrevió a volver?¿Cómo m****a…?La puerta se abrió de golpe, dando paso a una mujer hermosa, pero con los ojos apagados, hinchados por llorar. La impotencia de saber que la había lastimado pesaban sobre sus hombros.— Jazmín…— Lamento interrumpir en su oficina, señor. Prometo que no v