Los días fueron pasando, y Jazmín no dejaba de pensar en aquel beso, como tampoco en sus ojos. Esa noche, Leandro volvió a su ciudad, porque debía atender algunos asuntos importantes.Los días fueron pasando, y tanto como el cumpleaños del tío de Jazmín y del abuelo, llegaron. Al primero decidió no ir, porque en verdad, no lo creía necesario. Esa gente ni siquiera sentía alguna estima hacia ella, como para ir a sentarse en su mesa; sin embargo, el abuelo la adoraba, y, por ende, él merecía un gran regalo.Sacó el celular y marcó a su esposo.— ¿A qué se debe tan hermoso honor? — respondió Leandro, logrando que instantáneamente sus mejillas se sonrojaran como de costumbre.— Quería hacerte una pregunta — Leandro frunció el ceño —. Es el cumpleaños del abuelo, pero no sé qué le gusta.— Papá te adora, y lo que le des estará bien.— Bien — respondió y cortó.Entonces Jazmín recordó que al abuelo le encantan las pañoletas, por lo que mandó a comprar uno especial para él, porque pla
— La gente creerá que hay algo más entre nosotros — susurró Jazmín fingiendo una sonrisa, mientras caminaba a su lado.— Estoy conteniéndome de no mandarlos a todos a la mierda, por ti, belleza — gruñó, mientras abría la puerta. Cuando pretendía cerrar la puerta, el bastón del abuelo, se interpuso —. ¡Padre!— Quiero hablar con ustedes dos — manifestó, adentrándose al despacho —. ¿Por qué fingen que no se conocen?— Para evitar más habladurías — respondió Jazmín.— La única persona que puede protegerte de esa gente, es Leandro, hija. Debes convertirte en él — manifestó el anciano.— ¿Tú me mandaste con él verdad? — el anciano asintió —. ¿Por qué?— Estoy cansado de verte sufrir por culpa de otras personas, mereces que te respeten.—Padre, quiero confesarte algo — él anciano sonrió.— ¿Qué están saliendo? — Ambos abrieron sus ojos —. El anillo te delató.— ¿Estás molesto?— No. estoy seguro que tú cuidarás de mi florecilla — respondió el anciano —. Podrías dejarme a solas con
Los ojos de Camila estaban lagrimosos, y pronto, una cantidad de gente comenzó a rodearlos. — ¿Qué crees que estás haciendo, animal? — gritó la madre de Roberto, llamando la atención de todos —. ¡Suéltala! No ves que la estás asustando. Jazmín se pone de pie alarmada, al ver lo que sucede, y se acerca hasta el hombre que tiene a su prima, y entonces ve el cuchillo en sus manos. — Tío, suelta a mi prometida — gruñó. — No — dijo con sequedad —. Primero dime, ¿qué pretendías hacer con ese cuchillo? — Leandro…, ¿qué sucede? — preguntó Jazmín, mirándolo con preocupación. — Ésta mujer, iba hacia ti con un cuchillo. No iba a dejarla avanzar, así que — Miró nuevamente a la mujer que sujetaba —, dime, ¿qué intención tenías con este cuchillo? ¿Usarlo como arma? Roberto en ese momento se acercó, y apartó las manos de su mayor, de su prometida. — Ten cuidado con lo que insinúes, tío. Hasta ahora te he respetado lo suficiente, como para que quieras incriminar a mí prometida — manifestó con
Leandro obedeció al pedido de su esposa y volvió a besarla con pasión. Una de sus manos comenzó a descender hasta su bajo vientre, mientras la otra, masajeaba uno de sus pechos. De pronto, se apartó de su boca, y pegó sus labios en sus pezones, besándolo, chupándolo, hasta incluso, dejando leves mordiscos, que lograba excitar a Jazmín.La mano que descendió, comenzó a jugar con el dobladillo de su vestido, y en cuestión de segundos, ya sus dedos, estaban jugando con el encaje de su ropa interior.Jazmín estaba húmeda, y eso solo lograba que el hombre perdiera la cabeza por la excitación. Ellos se gustaban y estaban casado. No estaban haciendo nada malo.¿O sí?En el momento en que sus dedos hicieron a un lado su ropa interior, Jazmín soltó un suspiro, y Leandro sintió la humedad y la piel de aquella zona; sin embargo, su celular comenzó a sonar.— Tu celular — susurró la mujer con la respiración pesada.— Déjalo — respondió; sin embargo, volvía a sonar, lo cual lo obligó a renunciar a
La tensión entre ambos, era bastante notable, incluso cuando llegaron a la mansión. Leandro ni siquiera le había dirigido la palabra, y se adentró a su habitación, dejándola sola en el salón. Ella, aún era nueva en la casa, y se sentía algo incómoda por invadir un territorio que no conocía. No sabía si subir por las escaleras y dirigirse a la habitación, o quedarse sentada allí. Soltó un suspiro, y tomó la opción dos. Tomó asiento en el sofá, no sin antes servirse un vaso de wisky. Nunca había bebido, pero en ese momento necesitaba hacerlo; y de repente, sus ojos se llenaron de lágrimas. Había cosas en su mente que no comprendía como podía ser real. A veces sentía que todo lo que vivió fue solo un sueño, pero es imposible que lo sea. Sollozó sin contenerse, sacando por primera vez aquella angustia que le oprimía el corazón. Sabía que no debía dejar que nadie la trate como poca cosa, pero eso no significaba que no le doliera saber, que siempre fue poca cosa para las personas que quer
— ¡Jazmín! Necesitamos hablar.El cuerpo de la joven se tensó en ese mismo instante. No quería demostrar de que estaba llorando, por lo que guardó silencio, como si de una tumba se tratara.— Sé que estás oculta aquí. Te vi ingresar, belleza — manifestó el hombre —. Lo que viste, no es lo que parece.— Señor Leandro, cómo podrás darte cuenta, estoy un poco ocupada — respondió ella —. Al rato ya voy a salir.Leandro salió y esperó en la puerta. Estaba furioso y preocupado. No quería que su esposa pensara mal de él, y menos cuando planeaba conquistarla; sin embargo, no esperó que Julieta se atrevería a entrar a su oficina sin su consentimiento.Y besarlo.¿Cómo m****a se atrevía a besarlo?¿Cómo m****a se atrevió a volver?¿Cómo m****a…?La puerta se abrió de golpe, dando paso a una mujer hermosa, pero con los ojos apagados, hinchados por llorar. La impotencia de saber que la había lastimado pesaban sobre sus hombros.— Jazmín…— Lamento interrumpir en su oficina, señor. Prometo que no v
CAPÍTULO 24La mujer enfadada, se dio a vuelta y se marchó; no sin antes darle una mirada severa a la esposa de su ex.Por su parte, Jazmín seguía en las nubes; ser testigo de eso la llenaba de una emoción extraña; pero en el buen sentido de la palabra. Ser defendida por su esposo, aunque sea falso, es algo que nunca había vivido. Que le diera su lugar.— ¿Estás feliz? — Aquella pregunta la trajo de vuelta a la realidad. Inmediatamente frunció el ceño, mirándolo curiosa —. Por la sonrisa en tu rostro.Lentamente, las mejillas de Jazmín se pusieron rojas, entonces Leandro, la tomó con ambas manos, tomándola por sorpresa, y besando su boca.— ¿Qué haces?— Besando a mi esposa — murmuró sobre sus labios, para después apartarse —. Debemos continuar trabajando, señorita.Se separaron y continuaron su día a día, hasta que los días se convirtieron en meses, y la relación entre ellos se fortalecía cada vez más.Por otra parte, alejados de ellos, estaban tanto la familia de Leandro como la de
Con lágrimas en los ojos, Camila se vistió, mientras veía a su prometido perderse dentro del sanitario. Era la primera vez que sintió, que sus palabras bruscas, eran reales.Cuando Roberto salió del baño, la miró sentada en la cama.— Sigues aquí — murmuró —. El chofer te llevará a casa.— Roberto, lo que pasó…— Me gustó mucho. Somos pareja y vamos a casarnos — interrumpió —. No deberías preocuparte por estupideces como eso, al fin de cuentas esto es lo que querías.— Yo creí que me amabas, Roberto — gimió ella.— Y te amo, de lo contrario, buscaría a cualquier otra puta para casarme — graznó en voz alta, sorprendiéndola.Roberto salió de la habitación, y ella no pudo evitar suspirar. Ella lo amaba, y haría cualquier cosa por estar con él. Aspiraba ser la próxima señora de la casa Belmont, y solo convirtiéndose en su esposa, lograría aquello.El abuelo, sin embargo, estaba saliendo de la mansión cuando Roberto bajaba las escaleras. Quiso alcanzarlo, pero no logró su cometido,