— ¡Jazmín! Necesitamos hablar.El cuerpo de la joven se tensó en ese mismo instante. No quería demostrar de que estaba llorando, por lo que guardó silencio, como si de una tumba se tratara.— Sé que estás oculta aquí. Te vi ingresar, belleza — manifestó el hombre —. Lo que viste, no es lo que parece.— Señor Leandro, cómo podrás darte cuenta, estoy un poco ocupada — respondió ella —. Al rato ya voy a salir.Leandro salió y esperó en la puerta. Estaba furioso y preocupado. No quería que su esposa pensara mal de él, y menos cuando planeaba conquistarla; sin embargo, no esperó que Julieta se atrevería a entrar a su oficina sin su consentimiento.Y besarlo.¿Cómo m****a se atrevía a besarlo?¿Cómo m****a se atrevió a volver?¿Cómo m****a…?La puerta se abrió de golpe, dando paso a una mujer hermosa, pero con los ojos apagados, hinchados por llorar. La impotencia de saber que la había lastimado pesaban sobre sus hombros.— Jazmín…— Lamento interrumpir en su oficina, señor. Prometo que no v
CAPÍTULO 24La mujer enfadada, se dio a vuelta y se marchó; no sin antes darle una mirada severa a la esposa de su ex.Por su parte, Jazmín seguía en las nubes; ser testigo de eso la llenaba de una emoción extraña; pero en el buen sentido de la palabra. Ser defendida por su esposo, aunque sea falso, es algo que nunca había vivido. Que le diera su lugar.— ¿Estás feliz? — Aquella pregunta la trajo de vuelta a la realidad. Inmediatamente frunció el ceño, mirándolo curiosa —. Por la sonrisa en tu rostro.Lentamente, las mejillas de Jazmín se pusieron rojas, entonces Leandro, la tomó con ambas manos, tomándola por sorpresa, y besando su boca.— ¿Qué haces?— Besando a mi esposa — murmuró sobre sus labios, para después apartarse —. Debemos continuar trabajando, señorita.Se separaron y continuaron su día a día, hasta que los días se convirtieron en meses, y la relación entre ellos se fortalecía cada vez más.Por otra parte, alejados de ellos, estaban tanto la familia de Leandro como la de
Con lágrimas en los ojos, Camila se vistió, mientras veía a su prometido perderse dentro del sanitario. Era la primera vez que sintió, que sus palabras bruscas, eran reales.Cuando Roberto salió del baño, la miró sentada en la cama.— Sigues aquí — murmuró —. El chofer te llevará a casa.— Roberto, lo que pasó…— Me gustó mucho. Somos pareja y vamos a casarnos — interrumpió —. No deberías preocuparte por estupideces como eso, al fin de cuentas esto es lo que querías.— Yo creí que me amabas, Roberto — gimió ella.— Y te amo, de lo contrario, buscaría a cualquier otra puta para casarme — graznó en voz alta, sorprendiéndola.Roberto salió de la habitación, y ella no pudo evitar suspirar. Ella lo amaba, y haría cualquier cosa por estar con él. Aspiraba ser la próxima señora de la casa Belmont, y solo convirtiéndose en su esposa, lograría aquello.El abuelo, sin embargo, estaba saliendo de la mansión cuando Roberto bajaba las escaleras. Quiso alcanzarlo, pero no logró su cometido,
Leandro sintió, que esa respuesta, significaba mucho más. Que tenía más información de lo que él podría tenerlo. Era cierto que no tenía una relación cercana con su familia, pero al final, era eso, su familia, y sentía aprecio por ellos, por lo que en lo que respecta de desconfiar, era imposible. Ellos amaban a su padre.Cenaron tranquilos y fueron a dormir, pero en esta ocasión cada quien durmió en su habitación. Solían hacerlo, pero hoy se sintió que algo había allí que los impedía.Unos días más tarde, estaba Jazmín sentada en su pequeño despacho, cuando uno de los arquitectos e inmobiliario más importante la contacto.— ¿Con la señorita Machado? — preguntó el hombre desde la otra línea.— Sí, ¿en qué puedo ayudarlo? — La voz de ella era suave; una melodía romántica que te estremecía la piel, o eso sintió el sujeto.— Le llamo para comentarle, que hemos conseguido el salón de dos plantas para su negocio. Ya que se está iniciando en este mundo, me pareció buena idea darle notic
— Entonces, ¿se conocen? — preguntó Jazmín. Leandro llevaba conduciendo unos veinte minutos, de regreso a su casa, pero no había dicho nada más, después de salir de aquel edificio, menos, cuando aún era temprano —. ¿Me escuchas? — Hmm — Esa fue la respuesta que brindó. — ¿Sucede algo malo con tu voz? ¿Quieres ir al doctor? — Leandro frunció el ceño, y la miró —. Lo pregunto, ya que no me hablas y no sé exactamente por qué. — Compraste un edificio. — Sí, ¿esto te molestó? — preguntó la joven. — No, pero no me has dicho nada — manifestó el hombre, concentrándose en el camino —. Significa que te irás. — Creí que ese era el punto. Irme. — No creo que estés lista aún para estar sola — añadió él. Aquello sorprendió a Jazmín, pues hubo un día donde le había dicho lo contrario. — O lo dices porque no te cae el señor Morales — manifestó ella sintiéndose molesta —. ¿Quisieras contarme lo que te pasa con ese hombre? — Eso no es de incumbencia — respondió tosco, y Jazmín no volvió a habla
Finalmente, el hombre ha sido contratado, y lamentablemente, solo de lejos podía vigilar la casa. La relación entre ambos, había sido fuerte. Una brecha se había creado, y no sería ella quien se disculpe, menos por un bien mucho mayor.Estaba en su nueva oficina, observando a los trabajadores, y revisando los primeros currículums que habían llegado. Estaba emocionada porque poco a poco, su esfuerzo rendía frutos. Estaba tan ensimismada en mirando los documentos, que no se había percatado de que alguien más estaba en su oficina.— Belleza — susurró. Jazmín levantó la cabeza, y se formó un nudo en su garganta. Estaba con la camisa fuera del pantalón, con un poco de barba de unos días, el cabello desarreglado. No era el hombre que conoció —. Necesitamos hablar.— ¿Qué te ha pasado?— Tú — respondió —. Tú, me has pasado, belleza.— ¿Yo? — cuestionó curiosa.— Vuelve a casa, Jazmín. Todo es silencioso si tú no estás — susurró —. Sé que he actuado mal, y no me excusaré, sé que solo te preoc
Estaba sentado el anciano, con su hija política mirándolo.— ¿Quieres hablar nuevamente del testamento? — preguntó el anciano, mientras tomaba con su mano la taza de té que la mujer le había llevado.Ella estaba un poco nerviosa, y más cuando veía que se bebía el té.— Sólo estoy preocupada. Tu salud se deteriora, padre — respondió.— ¿Preocupada por qué? ¿Por la herencia que dejaré una vez que me vaya de este mundo? — cuestionó con una sonrisa —. Estoy bastante viejo, hija, y se lo que planeas. No me opondré.— No… no planeo nada — susurró —. Solo quiero estar segura de que mi hijo estará bien.— Lo estará. Estoy seguro que le gustará lo que tendrá.Aquella respuesta, había calmado un poco su ansiedad, y sonrió cuando terminó de beber su té.— Solo me preocupo por ti, y obviamente por mi familia. No quiero que vayas tan pronto, aun con tu salud en decadencia, sigues yendo a la oficina en vez de permitir que mi hijo haga el trabajo — comentó.— Le he dado la oportunidad de que se prep
Camila decidió contraatacar, intentando mantener la dignidad.— Señora, puedes tener tu opinión, pero estoy aquí porque amo a Roberto. No necesito la aprobación de nadie para pertenecer a esta familia.La mujer soltó una risa burlona.— Amor, ¿dices? ¿O es que estás buscando una forma fácil de asegurarte tu parte del pastel cuando mi padre parta al otro mundo?Camila, furiosa pero consciente de la importancia de mantener las apariencias, se mordió la lengua y sonrió. Roberto, por su parte, permaneció en silencio, sin mostrar ninguna intención de intervenir.La confrontación dejó un amargo sabor en la boca de Camila, quien se retiró de la sala con la cabeza en alto, pero con la certeza de que la relación con su suegra y su prometido estaba alcanzando un punto de no retorno. Tenía dos cartas bajo la manga, tenía dos caminos por tomar, y solo una oportunidad. Si en esta mansión no conseguía el respeto, lo buscaría en otro lugar. Al fin de cuentas, ya le había arrebatado su hombre a su pr