Los ojos de Camila estaban lagrimosos, y pronto, una cantidad de gente comenzó a rodearlos. — ¿Qué crees que estás haciendo, animal? — gritó la madre de Roberto, llamando la atención de todos —. ¡Suéltala! No ves que la estás asustando. Jazmín se pone de pie alarmada, al ver lo que sucede, y se acerca hasta el hombre que tiene a su prima, y entonces ve el cuchillo en sus manos. — Tío, suelta a mi prometida — gruñó. — No — dijo con sequedad —. Primero dime, ¿qué pretendías hacer con ese cuchillo? — Leandro…, ¿qué sucede? — preguntó Jazmín, mirándolo con preocupación. — Ésta mujer, iba hacia ti con un cuchillo. No iba a dejarla avanzar, así que — Miró nuevamente a la mujer que sujetaba —, dime, ¿qué intención tenías con este cuchillo? ¿Usarlo como arma? Roberto en ese momento se acercó, y apartó las manos de su mayor, de su prometida. — Ten cuidado con lo que insinúes, tío. Hasta ahora te he respetado lo suficiente, como para que quieras incriminar a mí prometida — manifestó con
Leandro obedeció al pedido de su esposa y volvió a besarla con pasión. Una de sus manos comenzó a descender hasta su bajo vientre, mientras la otra, masajeaba uno de sus pechos. De pronto, se apartó de su boca, y pegó sus labios en sus pezones, besándolo, chupándolo, hasta incluso, dejando leves mordiscos, que lograba excitar a Jazmín.La mano que descendió, comenzó a jugar con el dobladillo de su vestido, y en cuestión de segundos, ya sus dedos, estaban jugando con el encaje de su ropa interior.Jazmín estaba húmeda, y eso solo lograba que el hombre perdiera la cabeza por la excitación. Ellos se gustaban y estaban casado. No estaban haciendo nada malo.¿O sí?En el momento en que sus dedos hicieron a un lado su ropa interior, Jazmín soltó un suspiro, y Leandro sintió la humedad y la piel de aquella zona; sin embargo, su celular comenzó a sonar.— Tu celular — susurró la mujer con la respiración pesada.— Déjalo — respondió; sin embargo, volvía a sonar, lo cual lo obligó a renunciar a
La tensión entre ambos, era bastante notable, incluso cuando llegaron a la mansión. Leandro ni siquiera le había dirigido la palabra, y se adentró a su habitación, dejándola sola en el salón. Ella, aún era nueva en la casa, y se sentía algo incómoda por invadir un territorio que no conocía. No sabía si subir por las escaleras y dirigirse a la habitación, o quedarse sentada allí. Soltó un suspiro, y tomó la opción dos. Tomó asiento en el sofá, no sin antes servirse un vaso de wisky. Nunca había bebido, pero en ese momento necesitaba hacerlo; y de repente, sus ojos se llenaron de lágrimas. Había cosas en su mente que no comprendía como podía ser real. A veces sentía que todo lo que vivió fue solo un sueño, pero es imposible que lo sea. Sollozó sin contenerse, sacando por primera vez aquella angustia que le oprimía el corazón. Sabía que no debía dejar que nadie la trate como poca cosa, pero eso no significaba que no le doliera saber, que siempre fue poca cosa para las personas que quer
— ¡Jazmín! Necesitamos hablar.El cuerpo de la joven se tensó en ese mismo instante. No quería demostrar de que estaba llorando, por lo que guardó silencio, como si de una tumba se tratara.— Sé que estás oculta aquí. Te vi ingresar, belleza — manifestó el hombre —. Lo que viste, no es lo que parece.— Señor Leandro, cómo podrás darte cuenta, estoy un poco ocupada — respondió ella —. Al rato ya voy a salir.Leandro salió y esperó en la puerta. Estaba furioso y preocupado. No quería que su esposa pensara mal de él, y menos cuando planeaba conquistarla; sin embargo, no esperó que Julieta se atrevería a entrar a su oficina sin su consentimiento.Y besarlo.¿Cómo m****a se atrevía a besarlo?¿Cómo m****a se atrevió a volver?¿Cómo m****a…?La puerta se abrió de golpe, dando paso a una mujer hermosa, pero con los ojos apagados, hinchados por llorar. La impotencia de saber que la había lastimado pesaban sobre sus hombros.— Jazmín…— Lamento interrumpir en su oficina, señor. Prometo que no v
CAPÍTULO 24La mujer enfadada, se dio a vuelta y se marchó; no sin antes darle una mirada severa a la esposa de su ex.Por su parte, Jazmín seguía en las nubes; ser testigo de eso la llenaba de una emoción extraña; pero en el buen sentido de la palabra. Ser defendida por su esposo, aunque sea falso, es algo que nunca había vivido. Que le diera su lugar.— ¿Estás feliz? — Aquella pregunta la trajo de vuelta a la realidad. Inmediatamente frunció el ceño, mirándolo curiosa —. Por la sonrisa en tu rostro.Lentamente, las mejillas de Jazmín se pusieron rojas, entonces Leandro, la tomó con ambas manos, tomándola por sorpresa, y besando su boca.— ¿Qué haces?— Besando a mi esposa — murmuró sobre sus labios, para después apartarse —. Debemos continuar trabajando, señorita.Se separaron y continuaron su día a día, hasta que los días se convirtieron en meses, y la relación entre ellos se fortalecía cada vez más.Por otra parte, alejados de ellos, estaban tanto la familia de Leandro como la de
Con lágrimas en los ojos, Camila se vistió, mientras veía a su prometido perderse dentro del sanitario. Era la primera vez que sintió, que sus palabras bruscas, eran reales.Cuando Roberto salió del baño, la miró sentada en la cama.— Sigues aquí — murmuró —. El chofer te llevará a casa.— Roberto, lo que pasó…— Me gustó mucho. Somos pareja y vamos a casarnos — interrumpió —. No deberías preocuparte por estupideces como eso, al fin de cuentas esto es lo que querías.— Yo creí que me amabas, Roberto — gimió ella.— Y te amo, de lo contrario, buscaría a cualquier otra puta para casarme — graznó en voz alta, sorprendiéndola.Roberto salió de la habitación, y ella no pudo evitar suspirar. Ella lo amaba, y haría cualquier cosa por estar con él. Aspiraba ser la próxima señora de la casa Belmont, y solo convirtiéndose en su esposa, lograría aquello.El abuelo, sin embargo, estaba saliendo de la mansión cuando Roberto bajaba las escaleras. Quiso alcanzarlo, pero no logró su cometido,
Leandro sintió, que esa respuesta, significaba mucho más. Que tenía más información de lo que él podría tenerlo. Era cierto que no tenía una relación cercana con su familia, pero al final, era eso, su familia, y sentía aprecio por ellos, por lo que en lo que respecta de desconfiar, era imposible. Ellos amaban a su padre.Cenaron tranquilos y fueron a dormir, pero en esta ocasión cada quien durmió en su habitación. Solían hacerlo, pero hoy se sintió que algo había allí que los impedía.Unos días más tarde, estaba Jazmín sentada en su pequeño despacho, cuando uno de los arquitectos e inmobiliario más importante la contacto.— ¿Con la señorita Machado? — preguntó el hombre desde la otra línea.— Sí, ¿en qué puedo ayudarlo? — La voz de ella era suave; una melodía romántica que te estremecía la piel, o eso sintió el sujeto.— Le llamo para comentarle, que hemos conseguido el salón de dos plantas para su negocio. Ya que se está iniciando en este mundo, me pareció buena idea darle notic
— Entonces, ¿se conocen? — preguntó Jazmín. Leandro llevaba conduciendo unos veinte minutos, de regreso a su casa, pero no había dicho nada más, después de salir de aquel edificio, menos, cuando aún era temprano —. ¿Me escuchas? — Hmm — Esa fue la respuesta que brindó. — ¿Sucede algo malo con tu voz? ¿Quieres ir al doctor? — Leandro frunció el ceño, y la miró —. Lo pregunto, ya que no me hablas y no sé exactamente por qué. — Compraste un edificio. — Sí, ¿esto te molestó? — preguntó la joven. — No, pero no me has dicho nada — manifestó el hombre, concentrándose en el camino —. Significa que te irás. — Creí que ese era el punto. Irme. — No creo que estés lista aún para estar sola — añadió él. Aquello sorprendió a Jazmín, pues hubo un día donde le había dicho lo contrario. — O lo dices porque no te cae el señor Morales — manifestó ella sintiéndose molesta —. ¿Quisieras contarme lo que te pasa con ese hombre? — Eso no es de incumbencia — respondió tosco, y Jazmín no volvió a habla