En la mansión de Jazmín y Leandro, la tensión era palpable. Santiago, había llegado rápidamente tras recibir la llamada. Daniel también estaba allí, e incluido Erick.— ¿Qué sabemos hasta ahora? — preguntó Daniel, con los ojos fijos en Leandro.— Solo que María logró escapar del hospital — respondió Leandro —. No tienen idea de cómo lo hizo ni a donde pudo haber ido. La vieja mansión Belmont está resguardada a estas alturas. Ya le he hecho el aviso.Jazmín se frotó las sienes, tratando de mantener la calma.— Esa mujer me culpa de todo lo que le ha pasado. Si está libre, vendrá por mí. Y no es que le tema, pero temo por mi familia — susurró —. No quiero que nadie más salga herido por mí.— No estás sola, belleza. Vamos a protegerte — aseguró Leandro —. Nadie hace nada que no quiera hacer, a excepción de los hombres que pago.Santiago asintiendo.— Voy a reforzar la seguridad de la casa. Nadie entra ni sale sin mi permiso o el de ustedes — manifestó —, y tampoco de la vieja mansión. Ma
La mañana era fría y gris cuando Jazmín y su esposo se subieron a su automóvil, listos para emprender el viaje hacia la ciudad donde Roberto estaba preso. La reciente noticia de la huida de su madre había hecho que el ex esposo de la joven Machado, solicitara una reunión urgente. Aunque Leandro había estado reacio a salir de la mansión debido a la amenaza latente, sabía que esta reunión era crucial. Sin embargo, no podía sacudirse la sensación de peligro que lo acompañaba. Leandro encendió el motor y miró a Jazmín, quien estaba abrochándose el cinturón de seguridad con manos temblorosas. — Todo saldrá bien — dijo, tratando de sonar más seguro de lo que se sentía. Jazmín asintió, forzando una sonrisa. Mientras conducían por las calles desiertas, Leandro no podía evitar mirar constantemente por el retrovisor. Notó un vehículo negro que parecía mantener una distancia constante. Al principio, pensó que podía ser uno de sus hombres, pero algo en la forma en que el coche se acercaba y
Roberto asintió, pasándose una mano por el cabello con frustración.— Mi madre es impredecible, y su odio por ti es profundo. Estoy seguro de que intentará hacer algo terrible.Jazmín sintió un escalofrío recorrer su espalda.— ¿Qué podemos hacer por ti?— Nada, solo quiero que protejan a mis hermanos pequeños — dijo Roberto —. Aunque me duela, ellos son los favoritos de ella, por lo que si mamá está en esa casa, estoy seguro que estarán en peligro.— Los llevaremos lejos.Roberto asintió, su expresión grave.— Voy a colaborar en todo lo que pueda. También quiero que sepas que he estado trabajando con las autoridades para tratar de rastrear sus movimientos. Pero María es astuta y tiene recursos que ni siquiera yo conocía — respondió —. Tengo mis secretos aquí y algo de influencia.La reunión continuó con Roberto proporcionando detalles sobre los contactos de su madre y posibles lugares donde podría esconderse. A medida que hablaba, Jazmín no podía evitar sentir una creciente sensación
Jazmín n podía creer que estuviera pasando por eso. Solo deseaba vivir en paz, pero al parecer, la felicidad no estaba destinada para ellos dos. Siempre ocurría algo que los separaba.— Jessica, necesito verlo. No puedo seguir esperando aquí sin saber cómo está — suplicó Jazmín, sus ojos llenos de lágrimas.Jessica asintió, sabiendo que Jazmín no podría calmarse hasta que tuviera alguna certeza.— Te acompañaré. Ven conmigo — le dijo Jessica, tomando la mano de Jazmín y guiándola hacia una habitación privada con un gran ventanal.La habitación estaba destinada a los familiares de los pacientes en estado crítico. Desde allí, podían ver a Leandro a través del ventanal, aunque no podían entrar a la sala por razones médicas.Cuando llegaron, Jazmín se quedó paralizada al ver a su esposo postrado en la cama. Estaba pálido, con tubos y cables conectados a su cuerpo, y sin ningún signo de conciencia. La imagen era devastadora.— Dios mío... — murmuró Jazmín, sintiendo como si su alma se desg
Jessica estaba sentada en una pequeña cafetería cerca del hospital, removiendo su café distraídamente. Había citado a Santiago allí, lejos de los oídos curiosos y de las miradas preocupadas. Desde el accidente, la vida de Jazmín había tomado un giro oscuro y tortuoso, y aunque ella intentaba mantener una fachada de fortaleza, Jessica sabía que su amiga estaba al borde del colapso.Santiago llegó puntual, con una expresión de preocupación en su rostro. Se sentó frente a Jessica y la miró con ojos cansados pero atentos.— Gracias por venir, Santiago — dijo Jessica, intentando esbozar una sonrisa que no alcanzaba sus ojos —. Sé que estás muy cansado con todo esto.— Sabes que siempre estoy aquí para ayudar — respondió él —. ¿Cómo está Jazmín? Tú que estás más cerca de ella, ¿cómo la vez— No bien. Desde el accidente, ha estado fingiendo estar bien, especialmente frente a su hijo. Pero yo la conozco. Puedo ver que está sufriendo, que está agotada. No sé cuánto más podrá soportar — confesó
Sofía Belmont colgó el teléfono, todavía en shock por la reacción de su madre. En lugar de la respuesta autoritaria y demandante que esperaba, solo recibió una carcajada burlona que la dejó desconcertada.— ¿Realmente está enferma de la cabeza? — se preguntó Sofía, sintiendo un nudo en el estómago. Esa risa fría y carente de emoción la había perturbado profundamente.El teléfono volvió a sonar y con miedo volvió a contestar, como una masoquista.— No te daré nada — dijo directamente.Luego, los siseos llenos de advertencia y odio de su madre la hicieron estremecerse.— Deja de actuar así y dame la contraseña de la caja fuerte. ¿Desde cuándo te has vuelto una niña impertinente?Sofía quiso responder, pero las palabras se atoraron en su garganta. En su lugar, solo pudo sollozar, lo que solo provocó otra carcajada despectiva de su madre.— Eres una cobarde, Sofía. Una completa cobarde.Apretando los puños con fuerza, la joven le colgó la llamada, incapaz de soportar más esa interacción. L
La joven se abrazó a sí misma, tratando de encontrar algo de consuelo. Debía confiar en que Jazmín y su gente podrían manejar la situación. Sin embargo, una parte de ella seguía temiendo por el futuro.Jazmín tomó un profundo suspiro y los dejó a ellos para comunicar a su gente al respecto. Luego se preparó, y se despidió de su bebé y de Jessica, quien se había mudado con ella después del accidente, para irse al hospital a ver a Leandro.Sus tardes se habían vuelto muy rutinarias y muy paranoica. Últimamente no paraba de sentirse perseguida, pese a salir con muchos hombres detrás de ella cuidándole la espalda. No recuerda en que momento su ida se convirtió en esto. No entiende por qué la vida le ha dado una oportunidad para volver a vivir, si no puede hacerlo en paz.Las horas pasaban, y Jazmín se encontraba sentada al lado del cuerpo dormido de su esposo en esa habitación deprimente. Acariciaba su mano fría, deseando que siquiera le dé una señal de que volverá.— Vamos, Leandro, debe
Jessica sintió que su corazón se aceleraba mientras miraba fijamente a Santiago. Después de todo lo que habían pasado juntos, no podía creer que finalmente había tomado la decisión de darle una oportunidad. Sus mejillas se sonrojaron y se sentía como una niña enamorada. Solo él tenía el poder de ponerla así.— Santiago — susurró Jessica, su voz temblando ligeramente —. Yo... yo… me gustas.Santiago le sonrió cálidamente y tomó su mano.— Jessica, eres lo más importante para mí. Quiero pasar el resto de mi vida contigo.Jessica se ruborizó aún más y asintió tímidamente. Lentamente, se acercó a Santiago y lo besó de nuevo, sintiendo una oleada de emociones recorrerla. Cuando finalmente se separaron, Jessica se sentía como si estuviera flotando.— Debo irme ahora — dijo Jessica con pesar —. Pero prometo que volveré a verte pronto y de otra manera.Santiago asintió y le dio un último beso en la mejilla.— Te estaré esperando.Jessica se dio la vuelta y se alejó, su corazón todavía acelerad