Jazmín n podía creer que estuviera pasando por eso. Solo deseaba vivir en paz, pero al parecer, la felicidad no estaba destinada para ellos dos. Siempre ocurría algo que los separaba.— Jessica, necesito verlo. No puedo seguir esperando aquí sin saber cómo está — suplicó Jazmín, sus ojos llenos de lágrimas.Jessica asintió, sabiendo que Jazmín no podría calmarse hasta que tuviera alguna certeza.— Te acompañaré. Ven conmigo — le dijo Jessica, tomando la mano de Jazmín y guiándola hacia una habitación privada con un gran ventanal.La habitación estaba destinada a los familiares de los pacientes en estado crítico. Desde allí, podían ver a Leandro a través del ventanal, aunque no podían entrar a la sala por razones médicas.Cuando llegaron, Jazmín se quedó paralizada al ver a su esposo postrado en la cama. Estaba pálido, con tubos y cables conectados a su cuerpo, y sin ningún signo de conciencia. La imagen era devastadora.— Dios mío... — murmuró Jazmín, sintiendo como si su alma se desg
Jessica estaba sentada en una pequeña cafetería cerca del hospital, removiendo su café distraídamente. Había citado a Santiago allí, lejos de los oídos curiosos y de las miradas preocupadas. Desde el accidente, la vida de Jazmín había tomado un giro oscuro y tortuoso, y aunque ella intentaba mantener una fachada de fortaleza, Jessica sabía que su amiga estaba al borde del colapso.Santiago llegó puntual, con una expresión de preocupación en su rostro. Se sentó frente a Jessica y la miró con ojos cansados pero atentos.— Gracias por venir, Santiago — dijo Jessica, intentando esbozar una sonrisa que no alcanzaba sus ojos —. Sé que estás muy cansado con todo esto.— Sabes que siempre estoy aquí para ayudar — respondió él —. ¿Cómo está Jazmín? Tú que estás más cerca de ella, ¿cómo la vez— No bien. Desde el accidente, ha estado fingiendo estar bien, especialmente frente a su hijo. Pero yo la conozco. Puedo ver que está sufriendo, que está agotada. No sé cuánto más podrá soportar — confesó
Sofía Belmont colgó el teléfono, todavía en shock por la reacción de su madre. En lugar de la respuesta autoritaria y demandante que esperaba, solo recibió una carcajada burlona que la dejó desconcertada.— ¿Realmente está enferma de la cabeza? — se preguntó Sofía, sintiendo un nudo en el estómago. Esa risa fría y carente de emoción la había perturbado profundamente.El teléfono volvió a sonar y con miedo volvió a contestar, como una masoquista.— No te daré nada — dijo directamente.Luego, los siseos llenos de advertencia y odio de su madre la hicieron estremecerse.— Deja de actuar así y dame la contraseña de la caja fuerte. ¿Desde cuándo te has vuelto una niña impertinente?Sofía quiso responder, pero las palabras se atoraron en su garganta. En su lugar, solo pudo sollozar, lo que solo provocó otra carcajada despectiva de su madre.— Eres una cobarde, Sofía. Una completa cobarde.Apretando los puños con fuerza, la joven le colgó la llamada, incapaz de soportar más esa interacción. L
La joven se abrazó a sí misma, tratando de encontrar algo de consuelo. Debía confiar en que Jazmín y su gente podrían manejar la situación. Sin embargo, una parte de ella seguía temiendo por el futuro.Jazmín tomó un profundo suspiro y los dejó a ellos para comunicar a su gente al respecto. Luego se preparó, y se despidió de su bebé y de Jessica, quien se había mudado con ella después del accidente, para irse al hospital a ver a Leandro.Sus tardes se habían vuelto muy rutinarias y muy paranoica. Últimamente no paraba de sentirse perseguida, pese a salir con muchos hombres detrás de ella cuidándole la espalda. No recuerda en que momento su ida se convirtió en esto. No entiende por qué la vida le ha dado una oportunidad para volver a vivir, si no puede hacerlo en paz.Las horas pasaban, y Jazmín se encontraba sentada al lado del cuerpo dormido de su esposo en esa habitación deprimente. Acariciaba su mano fría, deseando que siquiera le dé una señal de que volverá.— Vamos, Leandro, debe
Jessica sintió que su corazón se aceleraba mientras miraba fijamente a Santiago. Después de todo lo que habían pasado juntos, no podía creer que finalmente había tomado la decisión de darle una oportunidad. Sus mejillas se sonrojaron y se sentía como una niña enamorada. Solo él tenía el poder de ponerla así.— Santiago — susurró Jessica, su voz temblando ligeramente —. Yo... yo… me gustas.Santiago le sonrió cálidamente y tomó su mano.— Jessica, eres lo más importante para mí. Quiero pasar el resto de mi vida contigo.Jessica se ruborizó aún más y asintió tímidamente. Lentamente, se acercó a Santiago y lo besó de nuevo, sintiendo una oleada de emociones recorrerla. Cuando finalmente se separaron, Jessica se sentía como si estuviera flotando.— Debo irme ahora — dijo Jessica con pesar —. Pero prometo que volveré a verte pronto y de otra manera.Santiago asintió y le dio un último beso en la mejilla.— Te estaré esperando.Jessica se dio la vuelta y se alejó, su corazón todavía acelerad
Decidida a averiguar más, Ana siguió a la mujer a una distancia prudente. La vio entrar en un lujoso automóvil y alejarse por las calles, después de todo lo acontecido en el edificio. Esa mujer le parecía lo bastante familiar, pero definitivamente, la vida se había encargado de darles unos buenos golpes en la cara para estar irreconocible… literalmente.Rápidamente, la madre de Roberto se subió a su propio vehículo y comenzó a seguirla. Tenía que saber más sobre esta nueva amenaza que se cernía sobre los Belmont y disfrutaba de las miserias de ellos.Después de varios giros y avenidas, el automóvil de la mujer se detuvo frente a un imponente edificio. La mujer bajó del vehículo y entró al lugar.La madre de Roberto se estacionó a una distancia segura y observó el edificio. ¿Sería este el cuartel general de esa mujer? ¿Qué estaría tramando?Armándose de valor, la madre de Roberto salió de su auto y se acercó al edificio. Permaneció oculta entre las sombras, buscando una forma de entrar
La noche era oscura y la mansión de Jazmín brillaba con luces tenues que parecían susurrar secretos en la brisa nocturna. Santiago, el escolta leal, llegó a la mansión acompañado por Daniel, el mejor amigo y abogado de Leandro. Los dos hombres intercambiaron miradas de preocupación mientras subían las escaleras de mármol hacia la gran entrada.Jazmín los esperaba en el salón principal, sus ojos reflejando una mezcla de ansiedad y determinación. En cuanto Santiago y Daniel cruzaron la puerta, ella se apresuró a contarles sus sospechas sobre la mujer misteriosa que había visto fuera del hospital, y también el día del accidente.— Santiago, Daniel, estoy segura de que algo no está bien — dijo Jazmín, su voz temblando ligeramente —. Vi a esa mujer fuera del hospital, observando, como si estuviera esperando algo. No puedo quitarme de la cabeza la sensación de que está relacionada con lo que le pasó a Leandro. Además, creo que es la misma que me pareció ver el día del accidente. No puede se
Jazmín asintió, su mano todavía sosteniendo la de Leandro. Sentía una mezcla de alivio y temor. Alivio porque la amenaza había sido contenida por ahora, pero temor porque sabía que aún no estaban fuera de peligro.— No puedo creer que alguien quiera hacerle daño — susurró, sus ojos llenos de lágrimas —. ¿Por qué, Santiago? ¿Por qué alguien querría hacer esto?— Poder, odio y venganza. Esas son razones suficientes, señora — respondió.Daniel, que había estado observando en silencio, se acercó y puso una mano en el hombro de Jazmín.— Vamos a encontrar a esa persona — dijo con firmeza—. Y vamos a asegurarnos de que Leandro esté a salvo. Tienes mi palabra.La mujer misteriosa, mientras tanto, se desvaneció en la noche, su mente ya trabajando en un nuevo plan. No fallaría de nuevo. Esta vez, se aseguraría de que cada detalle estuviera perfectamente calculado. Y cuando llegara el momento, nadie podría detenerla.Mientras conducía a gran velocidad, su mente era un torbellino de pensamientos