Decidida a averiguar más, Ana siguió a la mujer a una distancia prudente. La vio entrar en un lujoso automóvil y alejarse por las calles, después de todo lo acontecido en el edificio. Esa mujer le parecía lo bastante familiar, pero definitivamente, la vida se había encargado de darles unos buenos golpes en la cara para estar irreconocible… literalmente.Rápidamente, la madre de Roberto se subió a su propio vehículo y comenzó a seguirla. Tenía que saber más sobre esta nueva amenaza que se cernía sobre los Belmont y disfrutaba de las miserias de ellos.Después de varios giros y avenidas, el automóvil de la mujer se detuvo frente a un imponente edificio. La mujer bajó del vehículo y entró al lugar.La madre de Roberto se estacionó a una distancia segura y observó el edificio. ¿Sería este el cuartel general de esa mujer? ¿Qué estaría tramando?Armándose de valor, la madre de Roberto salió de su auto y se acercó al edificio. Permaneció oculta entre las sombras, buscando una forma de entrar
La noche era oscura y la mansión de Jazmín brillaba con luces tenues que parecían susurrar secretos en la brisa nocturna. Santiago, el escolta leal, llegó a la mansión acompañado por Daniel, el mejor amigo y abogado de Leandro. Los dos hombres intercambiaron miradas de preocupación mientras subían las escaleras de mármol hacia la gran entrada.Jazmín los esperaba en el salón principal, sus ojos reflejando una mezcla de ansiedad y determinación. En cuanto Santiago y Daniel cruzaron la puerta, ella se apresuró a contarles sus sospechas sobre la mujer misteriosa que había visto fuera del hospital, y también el día del accidente.— Santiago, Daniel, estoy segura de que algo no está bien — dijo Jazmín, su voz temblando ligeramente —. Vi a esa mujer fuera del hospital, observando, como si estuviera esperando algo. No puedo quitarme de la cabeza la sensación de que está relacionada con lo que le pasó a Leandro. Además, creo que es la misma que me pareció ver el día del accidente. No puede se
Jazmín asintió, su mano todavía sosteniendo la de Leandro. Sentía una mezcla de alivio y temor. Alivio porque la amenaza había sido contenida por ahora, pero temor porque sabía que aún no estaban fuera de peligro.— No puedo creer que alguien quiera hacerle daño — susurró, sus ojos llenos de lágrimas —. ¿Por qué, Santiago? ¿Por qué alguien querría hacer esto?— Poder, odio y venganza. Esas son razones suficientes, señora — respondió.Daniel, que había estado observando en silencio, se acercó y puso una mano en el hombro de Jazmín.— Vamos a encontrar a esa persona — dijo con firmeza—. Y vamos a asegurarnos de que Leandro esté a salvo. Tienes mi palabra.La mujer misteriosa, mientras tanto, se desvaneció en la noche, su mente ya trabajando en un nuevo plan. No fallaría de nuevo. Esta vez, se aseguraría de que cada detalle estuviera perfectamente calculado. Y cuando llegara el momento, nadie podría detenerla.Mientras conducía a gran velocidad, su mente era un torbellino de pensamientos
Erick estaba muy desesperado. Los hombres de la mujer lo dejaron tirado en la entrada de la ciudad, donde él debía verse por sí solo para llegar a su casa. La fría brisa de la noche acariciaba su rostro, pero no lograba calmar el fuego que ardía en su pecho. Su corazón estaba roto por el dolor. Había amado tanto a esa mujer, y verla ahora convertida en un monstruo le destruía el alma. Cada paso que daba hacia el interior de la ciudad era un recordatorio de su fracaso, de cómo había permitido que el odio y el rencor la transformaran.No tenía idea de cómo iba a hacer para librarse de esa situación, pero debía salvar a Don Emiliano sea como sea. Se perdió en sus pensamientos mientras caminaba hacia su departamento. Recordaba los momentos felices que habían compartido, la risa, las promesas. Todo eso ahora parecía un sueño lejano. Ella estaba tan cegada por el odio que no sabía cómo lidiar con la situación en la que se había metido. Y ahora, Don Emiliano estaba en cautiverio, herido de b
La mansión estaba en silencio, el tipo de silencio que solo un lugar tan grande y majestuoso puede tener. Jessica estaba en la sala principal, esperando la llegada de su amiga Jazmín. Habían sido días complicados, llenos de incertidumbre y miedo, pero hoy, al menos por un momento, la esperanza parecía brillar un poco más.El sonido de la puerta abriéndose resonó por el amplio pasillo, y Jessica se levantó de su asiento, su corazón latiendo con una mezcla de emoción y preocupación. Al ver a Jazmín entrar, llevando en brazos a su pequeño bebé que ya comenzaba a gatear y pronto cumpliría un año, una sonrisa se dibujó en su rostro.— Jazmín, ¡qué alegría verte! — exclamó Jessica, acercándose para recibir a su amiga.Jazmín, con el rostro cansado pero lleno de amor, cargó a su hijo de los brazos de Jessica. Al tenerlo en sus brazos, la joven sintió una oleada de ternura y protección. El pequeño se movió inquieto, curioso por todo a su alrededor.— Mira cuánto has crecido — dijo Jazmín con
El impacto de esas palabras golpeó a Juan como un puñetazo en el estómago. Su rostro se descompuso, la incredulidad y el horror pintando sus facciones. Se tambaleó hacia atrás, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.— ¿Qué…? No… eso no puede ser — balbuceó Juan, su voz quebrada.Daniel lo miró con compasión, sabiendo que la verdad era difícil de aceptar. Pero también sabía que no podían perder más tiempo.— Lo siento, joven, pero es la verdad. Ahora tenemos que enfocarnos en Sofía y asegurarnos de que reciba la atención que necesita.Mientras tanto, en la sala de seguridad del centro comercial, Santiago revisaba las grabaciones con atención. Las imágenes eran claras y mostraban a una mujer entrando al baño poco antes de que Sofía fuera encontrada. Santiago reconoció a la mujer de inmediato: era la madre de Juan y Sofía.— Maldita sea — murmuró Santiago, sintiendo una mezcla de furia y determinación —. Esto no puede quedar impune.Con las pruebas en mano, Santiago se dirigió r
Jazmín estaba sentada en el borde de su cama, su mente un torbellino de pensamientos y emociones. El miedo y la incertidumbre la consumían, y sentía que estaba al borde de un colapso nervioso. Decidió que no podía seguir así; debía hacer algo para proteger a su hijo y mantenerlo a salvo. Con manos temblorosas, tomó su teléfono y marcó el número de Daniel.— Daniel, necesito que prepares la habitación. Me voy a mudar allí con el bebé — dijo Jazmín sin preámbulos, su voz cargada de determinación.— Jazmín, ¿qué estás diciendo? — respondió Daniel, sorprendido —. No creo que eso sea necesario. Además, puede ser contraproducente para tu hijo. Necesita estabilidad y un ambiente tranquilo.Las palabras de Daniel hicieron dudar a Jazmín por un momento. Sabía que tenía razón; cambiar de ambiente de manera tan brusca podría afectar al bebé. Pero el miedo era más fuerte. No podía sacarse de la cabeza la imagen de la mujer junto a la cuna, ni la sensación de que estaba rodeada de enemigos.— Enti
Mientras todos estaban concentrados en lo ocurrido en la planta baja del hospital, en el piso de arriba una aparente calma se cernía sobre los pasillos. Jazmín, después de haber hablado con la elegante mujer que le había advertido sobre los peligros, se encontraba en la habitación del hospital junto a Leandro y su bebé. El ambiente era tenso, pero al menos estaban juntos y tratando de mantener la serenidad.En otra ala del hospital, la madre de Roberto, una mujer con una mente retorcida y enferma, había estado observando todo desde las sombras. Su obsesión y odio hacia Jazmín la habían llevado a tramar un plan macabro. Esa noche, había decidido que era el momento de actuar. Con sigilo, se acercó a la doctora de turno que atendía a su hija Sofía. Sin previo aviso, la atacó, asfixiándola con una almohada hasta que dejó de moverse. Con una frialdad perturbadora, se vistió con la bata de la doctora y tomó su credencial.Con la apariencia de una profesional médica, la madre de Roberto cami