La mansión estaba en silencio, el tipo de silencio que solo un lugar tan grande y majestuoso puede tener. Jessica estaba en la sala principal, esperando la llegada de su amiga Jazmín. Habían sido días complicados, llenos de incertidumbre y miedo, pero hoy, al menos por un momento, la esperanza parecía brillar un poco más.El sonido de la puerta abriéndose resonó por el amplio pasillo, y Jessica se levantó de su asiento, su corazón latiendo con una mezcla de emoción y preocupación. Al ver a Jazmín entrar, llevando en brazos a su pequeño bebé que ya comenzaba a gatear y pronto cumpliría un año, una sonrisa se dibujó en su rostro.— Jazmín, ¡qué alegría verte! — exclamó Jessica, acercándose para recibir a su amiga.Jazmín, con el rostro cansado pero lleno de amor, cargó a su hijo de los brazos de Jessica. Al tenerlo en sus brazos, la joven sintió una oleada de ternura y protección. El pequeño se movió inquieto, curioso por todo a su alrededor.— Mira cuánto has crecido — dijo Jazmín con
El impacto de esas palabras golpeó a Juan como un puñetazo en el estómago. Su rostro se descompuso, la incredulidad y el horror pintando sus facciones. Se tambaleó hacia atrás, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.— ¿Qué…? No… eso no puede ser — balbuceó Juan, su voz quebrada.Daniel lo miró con compasión, sabiendo que la verdad era difícil de aceptar. Pero también sabía que no podían perder más tiempo.— Lo siento, joven, pero es la verdad. Ahora tenemos que enfocarnos en Sofía y asegurarnos de que reciba la atención que necesita.Mientras tanto, en la sala de seguridad del centro comercial, Santiago revisaba las grabaciones con atención. Las imágenes eran claras y mostraban a una mujer entrando al baño poco antes de que Sofía fuera encontrada. Santiago reconoció a la mujer de inmediato: era la madre de Juan y Sofía.— Maldita sea — murmuró Santiago, sintiendo una mezcla de furia y determinación —. Esto no puede quedar impune.Con las pruebas en mano, Santiago se dirigió r
Jazmín estaba sentada en el borde de su cama, su mente un torbellino de pensamientos y emociones. El miedo y la incertidumbre la consumían, y sentía que estaba al borde de un colapso nervioso. Decidió que no podía seguir así; debía hacer algo para proteger a su hijo y mantenerlo a salvo. Con manos temblorosas, tomó su teléfono y marcó el número de Daniel.— Daniel, necesito que prepares la habitación. Me voy a mudar allí con el bebé — dijo Jazmín sin preámbulos, su voz cargada de determinación.— Jazmín, ¿qué estás diciendo? — respondió Daniel, sorprendido —. No creo que eso sea necesario. Además, puede ser contraproducente para tu hijo. Necesita estabilidad y un ambiente tranquilo.Las palabras de Daniel hicieron dudar a Jazmín por un momento. Sabía que tenía razón; cambiar de ambiente de manera tan brusca podría afectar al bebé. Pero el miedo era más fuerte. No podía sacarse de la cabeza la imagen de la mujer junto a la cuna, ni la sensación de que estaba rodeada de enemigos.— Enti
Mientras todos estaban concentrados en lo ocurrido en la planta baja del hospital, en el piso de arriba una aparente calma se cernía sobre los pasillos. Jazmín, después de haber hablado con la elegante mujer que le había advertido sobre los peligros, se encontraba en la habitación del hospital junto a Leandro y su bebé. El ambiente era tenso, pero al menos estaban juntos y tratando de mantener la serenidad.En otra ala del hospital, la madre de Roberto, una mujer con una mente retorcida y enferma, había estado observando todo desde las sombras. Su obsesión y odio hacia Jazmín la habían llevado a tramar un plan macabro. Esa noche, había decidido que era el momento de actuar. Con sigilo, se acercó a la doctora de turno que atendía a su hija Sofía. Sin previo aviso, la atacó, asfixiándola con una almohada hasta que dejó de moverse. Con una frialdad perturbadora, se vistió con la bata de la doctora y tomó su credencial.Con la apariencia de una profesional médica, la madre de Roberto cami
— Vaya, Leandro, no te ves nada bien — dijo en voz baja, saboreando cada palabra —. Sé que está más allá que aquí y solo vine a ver cómo estabas. Pareces necesitar compañía — manifestó Julieta con una sonrisa siniestra —. El accidente sí que fue un éxito.Mientras tanto, Santiago y Jazmín llegaron a la habitación de Sofía y Juan. Al entrar, encontraron a Sofía llorando en los brazos de su hermano, quien estaba siendo atendido por los enfermeros.— Sofía, Juan... — dijo Jazmín, su voz llena de compasión y preocupación mientras se acercaba a ellos.Sofía levantó la mirada y al ver a Jazmín, se echó a llorar aún más. Juan, por su parte, trató de mantener la compostura, pero el dolor en su brazo y la tensión de la situación eran evidentes.— Estamos aquí para ustedes. Vamos a trasladarlos a un hospital privado con más seguridad. No vamos a permitir que algo así vuelva a ocurrir — dijo Jazmín, tratando de ofrecer consuelo y seguridad —. También a su tío. Estoy harta de estar inseguros.— G
— Déjame al menos sacar a mi hijo de aquí — imploró, con lágrimas comenzando a acumularse en sus ojos —. Él no tiene nada que ver con esto.La expresión de Julieta se suavizó apenas un poco, y durante un momento, pareció considerar la petición. Sin embargo, la rabia pronto volvió a oscurecer sus facciones.— No hay tiempo para eso — dijo con frialdad —. Todo esto tiene que acabar ahora.En ese instante, la puerta de la habitación se abrió abruptamente. Santiago entró, alarmado por las voces, pero al mismo tiempo, debía informarle a Jazmín que ya todo estaba preparado para mañana. La escena que encontró lo dejó congelado por un segundo antes de que su instinto de protección se activara.— ¡Alto! — gritó, sacando su arma y apuntando a Julieta.El caos estalló en un segundo. Julieta giró su arma hacia Santiago, y Jazmín aprovechó el momento de distracción. Con un movimiento rápido, se lanzó hacia Julieta, tratando de desarmarla. Se enzarzaron en una lucha desesperada, el arma se disparó,
Leandro, desde su cama, trató de moverse, pero su cuerpo aún no respondía completamente. Sus ojos, sin embargo, reflejaban una nueva lucidez. La conexión entre él y Jazmín, un lazo que ni siquiera la muerte pudo romper, lo había despertado.Un médico se acercó a Leandro, sorprendido por el milagroso despertar.— Señor, ¿puede oírme? — preguntó con voz firme, tratando de evaluar su estado.Leandro asintió lentamente, sus ojos aún fijos en la figura inmóvil de su esposa en el suelo.— Jazmín — murmuró con esfuerzo, su voz apenas un susurro.El médico intercambió una mirada rápida con sus colegas antes de volver a concentrarse en Leandro.— Lo llevaremos a cuidados intensivos — dijo —. Necesita atención médica urgente.Mientras tanto, otro equipo se ocupaba de Julieta, cuyo cuerpo yacía en el suelo con la marca de la bala que Santiago había disparado. La escena era caótica, llena de dolor y pérdida.Santiago se levantó lentamente, todavía aturdido por los eventos que acababan de desarrol
Leandro estaba sentado en el sillón de la habitación, observando a su esposa Jazmín con detenimiento. Ella estaba perdida en sus pensamientos, su mirada fija en algún punto indeterminado de la pared. Había algo en su expresión que le llamaba la atención, una mezcla de tristeza y determinación que no había visto antes. El silencio en la habitación era casi palpable, roto solo por el suave tic-tac del reloj en la pared.De repente, Jazmín levantó la vista y sus ojos se encontraron con los de Leandro. Con una voz apenas perceptible, le susurró:— ¿Recuerdas que te hablé de que yo había vuelto de la muerte?Leandro asintió lentamente, su corazón comenzando a latir con más fuerza. Había escuchado esas palabras antes, pero siempre las había tomado como una metáfora, una forma de expresar lo difícil que había sido el accidente que casi le cuesta la vida a Jazmín. Pero ahora, viendo la intensidad en sus ojos, comenzó a preguntarse si había algo más detrás de esas palabras.O sea, si la escuch