CAPÍTULO 46. Un mal presentimientoY Samuel no se equivocaba. Dios sabía que desde hacía demasiados años, desde que había abierto los ojos con respecto a su padre, no había vuelto a equivocarse con respecto a sus intenciones.Así que al día siguiente cuando Naiara regresó para quedarse con él, se encontró con que ya le habían dado el alta y Samuel estaba desesperado por regresarse a casa. Solo se tomó un instante para pasar a ver al señor Miguel y asegurarse de que sus hijos ya estuvieran con él.Naiara no pudo evitar las lágrimas al presenciar una de las escenas más hermosas de su vida, mientras el pobre anciano le agradecía a Samuel por haberlo salvado, y luego ella lo llevó a casa, sin importarle quién pudiera verla entrar.Una semana entera le dieron de licencia a Samuel para que se recuperara, una semana en la que procuró pasar tanto tiempo como podía con Naiara y aunque trataba de no ser demasiado evidente, la verdad era que le preguntaba por todo lo que estaban haciendo en El M
CAPÍTULO 47. Un contrato incumplidoEra apretada, dulce y demandante al mismo tiempo.Los dedos de Samuel salían de ella empapados y entraban para llevarla un poquito más cerca del cielo, pero aun así no era suficiente. Aquella cosquilla que se extendía por su cuerpo era insoportable, y Naiara solo quería más, más de él, hasta que sus pensamientos se perdieran por completo en aquella sensación perfecta que era tenerlo pegado a su cuerpo.Tembló mientras sentía su boca recorriendo su hombro, sus dientes mordiéndola en medio de aquella respiración sensual y desesperada, y sus caderas se movieron hacia adelante inconscientemente, buscándolo.Sintió la erección de Samuel rozando contra su intimidad y un gemido perfecto se escapó de su boca. Esa mano que subía hasta su cuello le provocaba un placer tan inusual y delicioso que lo único que quería era terminar.—¿Esto es lo que quieres, nena? Tienes que decírmelo —gruñó él mientras sentía aquel latigazo de deseo recorriéndolo, porque el simp
CAPÍTULO 48. La verdadNaiara ni siquiera se molestó en evitar las lágrimas, que salían de sus ojos con tanta fuerza que el abuelo Félix la vio desde lejos y llegó corriendo hasta ella.—¡Hija…! ¿Qué pasa, qué es lo que está pasando? —trató de sacudirla pero era como si el cuerpo de Naiara de repente se hubiera vuelto de piedra—. Naiara, hija ¿qué pasa?La muchacha apenas podía controlar el temblor de sus manos, porque comprendía que, terriblemente, aquello era lo que los llevaría a la ruina, y ella había tomado esa decisión: la decisión de esperar por la segunda recogida, la decisión de hacer negocios con el señor Mejía y confiarse estúpidamente de lo que el hombre le había dicho.Era cierto que podía cancelar el contrato, pero un quince por ciento del valor de la cosecha no alcanzaba ni para cubrir los primeros pagos de la deuda que ahora tenían con el banco, y eso significaba que antes de la siguiente cosecha verían aquellas tierras embargadas y perdidas para siempre.Durante un i
CAPÍTULO 49. ¡Nunca te lastimaría!Si una bomba hubiera caído en medio de aquella conversación, quizás hubiera hecho menos daño, pero en el mismo momento en que aquellas palabras salieron de la boca del señor Félix, Samuel supo que su buena suerte se había terminado allí.Naiara frunció el ceño y se levantó despacio, como si estuviera en la cámara lenta de una película de terror, y Sergio se apresuró a espantar de allí a todos los que pudiera, porque aquella conversación se prometía desastrosa y nadie más que la familia tenía por qué presenciarla.Y en el mismo segundo en que se quedaron solos Naiara encontró la fuerza para alcanzar un brazo del bombero y tocarlo, atrayendo su mirada solo para darse cuenta de que estaba llena de culpabilidad.—Samuel… ¿de qué está hablando el abuelo? —le preguntó con voz quebrada y Samuel sintió que el alma se le volvía un pequeño ovillo en la garganta.—De algo que no entiende —respondió él—. ¡De algo que sabe pero que no entiende!El señor Félix dio
CAPÍTULO 50. ¿¡Cuándo ibas a decírmelo?!Podía haber gritado, pero a la persona que realmente quería gritarle era la que se la estaba llevando y la impotencia de Naiara en aquel momento no tenía límites. Si abría la boca se enterarían hasta en el pueblo de que se estaba peleando con Samuel, así que dejó de forcejear mientras él la echaba sobre su hombro como el cavernícola que en el fondo llevaba dentro y esperó a que atravesaran los campos hasta llegar a la casa vieja.Fue solo cuestión de segundos desde que Samuel la puso en el suelo hasta que aquella bofetada hizo un eco feroz en el silencio de la noche. Naiara lo vio contener el aliento solo un instante, hasta que su pecho comenzó a subir y bajar pesadamente.—¿¡Cómo te atreviste!? —le espetó la muchacha—. ¿¡Cómo te atreviste a mentirme!?—¿¡Y qué querías que hiciera!? —replicó Samuel—. ¡Si te hubiera dicho mi nombre no habrías volteado a mirarme por segunda vez!—¡Y ese era mi derecho! ¡Era mi derecho decidir con la maldit@ infor
CAPÍTULO 51. Algo en comúnEra una maldit@ locura. Confiar en aquel momento en quien fuera, era simplemente una maldit@ locura, pero la verdad era que Naiara no sentía que tenía otra opción. Era evidente que el señor Mejía se había desentendido por completo del proceso de cosecha y que no les mandaría las máquinas ni los camiones.A seis días de tener que entregar el producto estaban completamente impotentes y Joaquín solo había llegado para desesperarse junto con ellos.No tenía ninguna responsabilidad en eso, incluso ya había cobrado su dinero por la replantación de la mitad de la hacienda, pero la amistad que su padre tenía con el señor Félix, y la que ahora lo acercaba a Naiara, hacía que compartiera su preocupación.—Tenemos que hacer algo, Naiara —la increpó con nerviosismo—. No podemos dejarlo solo a la suerte. ¡Si traigo hombres, mis empleados podrían ayudar o...!—Tendrías que traer más de trescientos empleados para poder recoger la cosecha en tan poco tiempo de forma manual
CAPÍTULO 52. Una confirmación.El pecho de Naiara subía y bajaba con fuerza, mientras toda aquella esperanza que se había negado a tener hasta el momento se desataba. Alcanzó a Samuel al pie del camión y él solo alargó la mano para tomar la suya.—Hiciste que vinieran... Lo conseguiste —susurró con voz temblorosa.—Te dije que confiaras en mí, renacuajo. Cada hombre tiene poder a su manera, y el mío siempre ha estado en servir —murmuró él con una sonrisa suave—. Lo bueno es que a la gente no se le olvida. Lamento haberme demorado tanto, pero no podemos dejar margen para que Mejía te dé alguna otra excusa estúpida. Esto no se ha terminado, Naiara. Las máquinas van a recoger aquí, y toda esta gente es de confianza, te lo juro, pero todavía falta que la empresa reciba las olivas y quiero estar allí para asegurarme de que eso pase.Los ojos de la muchacha se cristalizaron mientras sentía aquella caricia suave sobre su mano. Estaba cumpliendo cada palabra que le había dado, y era evidente
CAPÍTULO 53. No te quiero esconder nadaParecía que no había mucho más que decir. Samuel se daba cuenta perfectamente de que al señor Mejía no le estaba haciendo gracia nada de aquello, pero el hombre no tuvo más remedio que firmar el cheque, y no habían pasado ni cinco minutos cuando Samuel ya estaba saliendo de allí directamente a depositarlo en el banco, porque no iba a dar margen a que Mejía hablara con su padre y lo cancelara.Incluso había pensado en eso, porque aunque todo ya estaba cerrado, él tenía a alguien esperándolo para hacer el depósito correspondiente.Para las ocho de la noche, cuando todo aquello estuvo resuelto, por fin Samuel respiró tranquilo y de inmediato se dirigió hacia El Mirador.Por Sergio sabía que todo había terminado bien, pero sin dudas no esperaba lo que se iba a encontrar, porque apenas habían terminado la jornada, el abuelo había organizado una pequeña celebración para todos los que habían ido a ayudarlo. Ni siquiera sabía si Mejía había aceptado las