CAPÍTULO 54. ¿Qué es lo que quieres?Un toro de lidia habría tenido más paciencia y consideración que aquel hombre. Samuel lo conocía lo suficiente como para saber que la tolerancia y el amor no eran parte de su carácter. A su hijo menor lo despreciaba, porque Javier jamás había estado a la altura de Samuel, y a Samuel le guardaba un profundo rencor, por no haber estado a la altura todo lo que esperaba de él, de todos los planes que había hecho para él.Verlo convertirse en un bombero forestal había sido como patearle el hígado al distinguidísimo señor alcalde de Villahermosa. Seamos claros, eso no había impedido que usara el hecho para promulgar su buena voluntad al punto de entregar a su hijo al servicio a la comunidad, pero en el fondo todos sabían que eso solo era de la boca para afuera, porque Samuel Leal no hacía aquello desde los dieciocho años por su padre, sino porque realmente tenía el maldito corazón de un héroe.Así que después de todo el vademécum de decepciones del que F
CAPÍTULO 55. Lo correctoSamuel cerró los ojos por un instante y los gruñidos impotentes de Simba fueron lo que lo hicieron reaccionar. El labrador conocía a su padre, así que evidentemente no iba a atacarlo, pero Francisco había aprovechado para encerrarlo en el baño porque era evidente que si una confrontación se daba, Simba estaba más que preparado para defender a su dueño.Sin embargo no hacía falta que hubiera un animal de por medio para detener a Francisco de darle una paliza a su hijo (o al menos intentarlo), la sola acumulación de vecinos en la puerta escuchando el escándalo fue más que suficiente para que supiera que era hora de largarse.Samuel dejó salir a Simba y le hizo un gesto de agradecimiento a sus vecinos, que se dispersaron con ademán preocupado.Se dejó caer en el sofá con la cabeza entre las manos y el perro se acurrucó junto a él.—No pasa nada, muchacho, no pasa nada, solo tenemos que hacer esto y todo estará bien.Ni siquiera podía decir que no sabía cómo termi
CAPÍTULO 56. No lo olvides mañanaNaiara la abrazó porque no podía hacer otra cosa. Estaba feliz porque todo aquel desastre de la cosecha por fin se había solucionado. Estaba feliz porque ahora tenía con qué hacer los primeros pagos del crédito, y sostenerse hasta la cosecha del siguiente año. Estaba feliz porque sentía que podía confiar en Samuel. Estaba feliz porque sentía que la quería.Sin embargo nada podía evitar aquel presentimiento de que algo iba terriblemente mal.—Tienes que decirme qué está pasando, Samuel. Hay cosas que no me has dicho ¿verdad? —lo increpó ella con desesperación—. Hay cosas que no me has dicho que te van a separar de mí. ¿No es cierto?Samuel se llevó las manos a la cabeza tratando de que aquello no lo volviera loco de una vez.—Fue hace muchos años, éramos unos niños, Naiara. Este conflicto de tu familia y la mía viene desde hace muchos años. Ni siquiera puedo entender todavía por qué empezó o por qué mi padre está tan obsesionado con El Mirador, pero es
CAPÍTULO 57. Las peores verdadesCorrió detrás de él. Samuel corrió detrás de él golpeando ferozmente la puerta del conductor de aquella camioneta.—¡Basta, detente! —le gritó golpeando el cristal con el puño, pero sabía que con eso no lograría nada—. ¡Basta papá, no lo hagas! —exclamó y la única respuesta que obtuvo fue un tropezón cuando la camioneta aceleró alejándose de él.Maldiciendo entre dientes Samuel corrió hacia su propio coche, encendiéndolo y pisando el acelerador con fuerza, para dirigirse de inmediato hacia El Mirador, porque ese era exactamente el camino que estaba tomando su padre.Ese era el momento, no había otro. Ese era el momento en que lo perdía todo y no podía hacer nada al respecto. Y no se valía rezar para que Naiara o el abuelo no estuvieran en casa, porque en el estado en que estaba su padre, si tenía que sacarlos de debajo de la tierra entonces eso era exactamente lo que haría.El auto de Francisco Leal zigzagueó un par de veces de camino a El Mirador, hac
CAPÍTULO 58. ¡Tiene que hacer algo!—¡¿Esto era lo que querías!? —El grito de Samuel hizo reaccionar a todo el mundo, pero Francisco Leal ni siquiera se inmutó mientras lo veía arrodillarse junto al abuelo, que evidentemente estaba sufriendo un colapso.—¡Llama a una ambulancia, Naiara, ahora! —ordenó Samuel y por más que la muchacha quería que se alejara, en aquel mismo momento lo único que pasaba por su cabeza era qué hacer con el abuelo para que estuviera bien.Corrió dentro de la casa para alcanzar su celular y llamó a una ambulancia de inmediato. Y no habían pasado ni tres minutos cuando escucharon las sirenas.—Todo va a estar bien, abuelo, resiste —le suplicó con los ojos llenos de lágrimas—. Por favor, resiste, te lo ruego. No te me puedes ir ¿de acuerdo?Los paramédicos llegaron y lo atendieron en cuestión de segundos, mientras las palabras “posible infarto” resonaban en los oídos de Naiara, que empezaba a temblar violentamente.—Sube a la ambulancia —le dijo Samuel con tanta
CAPÍTULO 59. ResponsableY por más triste y doloroso que pareciera, eso era absolutamente cierto. Porque en aquel momento Naiara sentía que realmente no tenía a nadie más. No podía ser que su abuelo se estuviera muriendo. Y no podía ser que todo aquello lo hubiera provocado un secreto que había estado en una nebulosa desde hacía quince años.—Escuche, vamos a mantener al señor Félix en Cuidados Intensivos y vamos a pelear por su vida con todo lo que tenemos —le aseguró el doctor—. Contamos con los mejores especialistas, y estoy seguro de que él pondrá mucho de su parte, porque ese señor es un luchador. ¿No es cierto? —preguntó con una amable sonrisa tratando de tranquilizarla—. Sin embargo tengo que pedirle que sea fuerte, hay muchos trámites por hacer y mucha paciencia suya que necesitamos. Solo le pido que esté preparada.Naiara se dejó caer en una de las sillas de la salita y sintió que perdía todas las fuerzas. Estaba bastante segura de que aquellas palabras del médico solo estaba
CAPÍTULO 60. Una última conversación—Es increíble siquiera que esté bien —murmuró Samuel en respuesta a aquellas preguntas del doctor sobre si creía que había algún motivo para el desmayo de Naiara.Literalmente se le había desplomado en los brazos, y para el momento en que había abierto los ojos de nuevo, estaba demasiado mareada como para siquiera protestar porque Samuel la levantara en brazos y la llevara directamente hacia la sala de Urgencias.—Ha pasado por mucho últimamente —murmuró Samuel con un suspiro preocupado—. Tiene el estrés a tope, sé que no ha estado durmiendo ni comiendo bien, así que lo extraño es que esté en pie todavía.El médico anotó todo en su tablilla con el semblante preocupado y ordenó algunos exámenes para ella.—De cualquier forma no quiero descartar nada —dijo—. Vamos a hacerle algunos estudios para asegurarnos de que solo es agotamiento.Samuel miró hacia el cuartito donde ya Naiara estaba discutiendo con una enfermera por sentarse en la cama, y se acer
CAPÍTULO 61. Una dolorosa confesiónEl abuelo era capaz de verlo en sus ojos. Si era honesto lo había visto desde hacía muchos años, pero era más fácil obviar el hecho de que el hijo de su peor enemigo estaba haciendo absolutamente todo por compensar lo que había sucedido hacía quince años.Sabía muy bien que Samuel había renunciado a toda la influencia que su padre podía ejercer para empujarlo en una carrera política o financiera, y en lugar de eso se había dedicado por completo a ayudar a las personas, la mayor prueba era toda esa gente que había ido a ayudarlo con la cosecha.Sin embargo tampoco podía negar que saber que había sido el causante del incendio de hacía quince años había sido un golpe más duro de lo que imaginaba.—Señor Félix —Samuel arrastró una silla cerca de la cama y se sentó allí, sintiendo que no tendría fuerzas para quedarse de pie—. Yo sé que no tengo derecho a decirle nada de esto, y tampoco tengo derecho a que usted me crea, pero después... después de tantos