CAPÍTULO 58. ¡Tiene que hacer algo!—¡¿Esto era lo que querías!? —El grito de Samuel hizo reaccionar a todo el mundo, pero Francisco Leal ni siquiera se inmutó mientras lo veía arrodillarse junto al abuelo, que evidentemente estaba sufriendo un colapso.—¡Llama a una ambulancia, Naiara, ahora! —ordenó Samuel y por más que la muchacha quería que se alejara, en aquel mismo momento lo único que pasaba por su cabeza era qué hacer con el abuelo para que estuviera bien.Corrió dentro de la casa para alcanzar su celular y llamó a una ambulancia de inmediato. Y no habían pasado ni tres minutos cuando escucharon las sirenas.—Todo va a estar bien, abuelo, resiste —le suplicó con los ojos llenos de lágrimas—. Por favor, resiste, te lo ruego. No te me puedes ir ¿de acuerdo?Los paramédicos llegaron y lo atendieron en cuestión de segundos, mientras las palabras “posible infarto” resonaban en los oídos de Naiara, que empezaba a temblar violentamente.—Sube a la ambulancia —le dijo Samuel con tanta
CAPÍTULO 59. ResponsableY por más triste y doloroso que pareciera, eso era absolutamente cierto. Porque en aquel momento Naiara sentía que realmente no tenía a nadie más. No podía ser que su abuelo se estuviera muriendo. Y no podía ser que todo aquello lo hubiera provocado un secreto que había estado en una nebulosa desde hacía quince años.—Escuche, vamos a mantener al señor Félix en Cuidados Intensivos y vamos a pelear por su vida con todo lo que tenemos —le aseguró el doctor—. Contamos con los mejores especialistas, y estoy seguro de que él pondrá mucho de su parte, porque ese señor es un luchador. ¿No es cierto? —preguntó con una amable sonrisa tratando de tranquilizarla—. Sin embargo tengo que pedirle que sea fuerte, hay muchos trámites por hacer y mucha paciencia suya que necesitamos. Solo le pido que esté preparada.Naiara se dejó caer en una de las sillas de la salita y sintió que perdía todas las fuerzas. Estaba bastante segura de que aquellas palabras del médico solo estaba
CAPÍTULO 60. Una última conversación—Es increíble siquiera que esté bien —murmuró Samuel en respuesta a aquellas preguntas del doctor sobre si creía que había algún motivo para el desmayo de Naiara.Literalmente se le había desplomado en los brazos, y para el momento en que había abierto los ojos de nuevo, estaba demasiado mareada como para siquiera protestar porque Samuel la levantara en brazos y la llevara directamente hacia la sala de Urgencias.—Ha pasado por mucho últimamente —murmuró Samuel con un suspiro preocupado—. Tiene el estrés a tope, sé que no ha estado durmiendo ni comiendo bien, así que lo extraño es que esté en pie todavía.El médico anotó todo en su tablilla con el semblante preocupado y ordenó algunos exámenes para ella.—De cualquier forma no quiero descartar nada —dijo—. Vamos a hacerle algunos estudios para asegurarnos de que solo es agotamiento.Samuel miró hacia el cuartito donde ya Naiara estaba discutiendo con una enfermera por sentarse en la cama, y se acer
CAPÍTULO 61. Una dolorosa confesiónEl abuelo era capaz de verlo en sus ojos. Si era honesto lo había visto desde hacía muchos años, pero era más fácil obviar el hecho de que el hijo de su peor enemigo estaba haciendo absolutamente todo por compensar lo que había sucedido hacía quince años.Sabía muy bien que Samuel había renunciado a toda la influencia que su padre podía ejercer para empujarlo en una carrera política o financiera, y en lugar de eso se había dedicado por completo a ayudar a las personas, la mayor prueba era toda esa gente que había ido a ayudarlo con la cosecha.Sin embargo tampoco podía negar que saber que había sido el causante del incendio de hacía quince años había sido un golpe más duro de lo que imaginaba.—Señor Félix —Samuel arrastró una silla cerca de la cama y se sentó allí, sintiendo que no tendría fuerzas para quedarse de pie—. Yo sé que no tengo derecho a decirle nada de esto, y tampoco tengo derecho a que usted me crea, pero después... después de tantos
CAPÍTULO 62. Una sorpresa desagradableNaiara retrocedió apresurada, porque sabía que Samuel no se iba a hacer repetir dos veces aquella orden; se parapetó detrás de una de las puertas más cercanas y solo unos segundos después lo vio pasar apresurado.La muchacha respiró profundo, y luego salvó los pocos metros que la separaban del cuartito donde estaba su abuelo. Al señor Félix se le iluminó el rostro al verla, y Naiara tomó uno de sus manos, besándola con cariño.—Abuelo, por favor, tienes que ponerte bien. Por favor... —le suplicó.—Lo estoy intentando, hija, créeme que lo estoy intentando —aseguró el abuelo con un suspiro—. Pero necesito que me prometas algo.La expresión del pobre anciano era tan cansada que a Naiara se le hundió el corazón solo de verlo.—Claro que sí, abuelo, cualquier cosa —susurró inclinándose hacia él y las palabras del abuelo fueron rápidas y muy bajas, solo para ella, porque sabía que muy pronto una persona diferente entraría por aquella puerta.—Prométeme
Naiara ni siquiera podía explicarlo. O definitivamente se había vuelto loca, o el hombre frente a ella no tenía ni un gramo de decencia, o al menos el sentido común elemental que se necesitaba para tener relaciones humanas coherentes.—¿¡Estar ahí para mí?! —espetó sin poder evitarlo y Samuel casi dio un respingo, parapetándose detrás de una columna.Eso de escuchar a escondidas jamás había sido lo suyo, pero no podía negar que la sangre le estaba hirviendo en las venas, y que los celos lo habían consumido desde el mismo segundo en que había visto a otro hombre tocarla. ¡Odiaba que alguien más la tocara!Así que contuvo el aliento y sus manos se cerraron en puños tratando de no reaccionar a eso.Y por suerte para su tranquilidad mental, no hacía falta intervenir porque Naiara se había convertido de un momento a otro en una fiera, como si quisiera sanar de golpe todas las heridas a la vez.—Naiara, escucha, ¡lo siento! ¡Lo siento tanto, mi amor, sé que no hay forma en que pueda reparar
CAPÍTULO 64. Una figura entre las sombrasSamuel era un hombre con autocontrol, o al menos eso creía. Miró a aquel tipo de arriba a abajo y no pudo evitar una sonrisa sarcástica, porque era demasiado evidente que si algo no sabía el señorito era cómo luchar por una mujer.—Nadie puede evitar que creas lo que quieras —espetó con seguridad—. Pero si te atreves a acercarte a Naiara de cualquier forma que a ella la moleste, puedo garantizarte que una muñeca torcida será lo que menos te duela.—¿Y qué te hace pensar que a ella le molesta estar conmigo? —gruñó Justin intentando encararlo a pesar de la diferencia de estaturas—. ¡Iba a casarse conmigo! ¡Fue mi prometida! ¡Fue mi novia por años! ¡Fue...!—Cualquier cosa menos tu mujer —sentenció Samuel y aquello bastaba para callarle la boca a cualquiera, porque eso significaba dos cosas: Que había sido el primero con el que Naiara se había acostado, y que precisamente por eso sabía muy bien que no lo había hecho con Justin.—¡Maldito infeliz.
CAPÍTULO 65. Dos viejos amigosY no se equivocaba, pero lo que ni Naiara ni Samuel podían imaginar, ni en sus peores pesadillas, era que Rafael Bravo había salido de aquel hospital directamente hacia la hacienda de quien una vez había sido su mejor amigo.Lucía iba a su lado con el ceño demudado por la molestia, como si recordara todo lo que habían tenido una vez y habían perdido. Era difícil ser grande en Estados Unidos, habían logrado una vida estable y cómoda, pero no tan próspera como habrían podido lograrlo en España si solo el estúpido de su suegro hubiera querido vender una parte de las tierras de El Mirador.Ella no sabía por qué, pero Francisco Leal estaba dispuesto a pagar una fortuna al menos por la mitad de aquella finca, y ella había sido una de las primeras en convencer a su marido de venderle. El problema era que las tierras todavía le pertenecían al señor Félix, y él tenía esa condenada obsesión con el legado familiar y con lo que quería heredar a sus nietas.Sin embar